Cap. 10
Dylana
Santa madre de los océanos.
Poseidón, Dios de los mares y terremotos... Demasiado segura estoy de que no fue él.
Mi abuelo puede ser muchas cosas, pero nunca un destructor masivo y sádico. ¿Mandar un terremoto de tal magnitud a derrumbar todo?.
Primero, yo estaba presente, así que es imposible que lo mandara.
Segundo, durante la catástrofe podía sentir una peculiar maldad en el aire.
Estando en prácticas de natación las piscinas comenzaron a menearse y tirar agua afuera. Las chicas del equipo salieron del agua, tomaron sus cosas y corrieron fuera gritando. Mientras yo? En el agua.
Solo me sumergí hasta lo más profundo y me quedé allí un rato, sin presiones. Poder respirar bajo el agua era muy útil.
Me encontraba rezándole a los dioses por mis amigos, que estuvieran bien. No sé cuanto me tomó, pero de un momento a otro volví a la superficie, y ya todo estaba calmado. No del todo, claro.
Aún oía gritos a lo lejos. Podría haberme quedado todo el tiempo del mundo en esa deliciosa agua, pero el techo comenzó a quejarse y a hacer sonidos extraños. Miré hacia afuera y a lo lejos ví a Kael corriendo directo hacia donde estaba.
Con un movimiento rápido salí del agua y rodé por el piso mojado, agarré mis cosas y salí por la parte trasera justo cuando todo el techo del área de natación caía sobre las piscinas.
Corrí hacia los árboles que quedaban detrás y me escondí.
Con la respiración acelerada ví a Kael gritando mi nombre, pero no dije nada, creo que esperaba a que algo pasara. Y de hecho, ese algo pasó.
Luego de gritar mi nombre y no escuchar respuestas, se veía desesperado, volteó hacia el derrumbe, y a manos desnudas empezó a levantar el techo.
Yo estaba detrás de un árbol con los ojos bien abiertos mientras veía como Kael levantaba y movía todo el techo para buscarme en las piscinas. En ningún momento lo ví sacar su varita, y aún no entiendo como un mago, que se suponía que era él, podía hacer tal cosa sin siquiera utilizar magia.
Entré en pánico y comencé a correr y correr. Convenientemente la Universidad tenía literalmente un bosque al lado, solo debía trepar los muros y perderme en el verdadero bosque. A decir verdad me caí mientras trataba de bajar, y me torcí el tobillo derecho.
Me quedé poco tiempo callada, sin moverme, pensando en todo y a la vez en nada, pensando en mis amigos, en Dalila, aguantando el dolor punzante de mi tobillo, y reventando mis neuronas por Kael.
-Ok Dy, tu puedes, solo muévete el tobillo hacia el otro lado y estarás bien- Me dije a mi misma. Tomé mi tobillo y lo giré, y mi garganta gritó de dolor. -Malditas Moiras- Maldije por lo bajo. Después de unos segundos ya estaba de pie y caminando otra vez.
-Debo encontrar una forma de contactar a mis hermanas- Me repetía una y otra vez. Sabía que lo que sentía era energía negativa, maldad pura, tenía que asegurarme que mi familia estuviera bien debajo del agua. -Debo hallar una forma de volver a casa-.
Cuando el firmamento comenzó a dar señales de que mandaría el ocaso, busqué refugio. A unas leguas de donde estaba encontré un lecho acogedor en donde pasar la noche. Como no podía estar sin protección, tiré un hechizo al aire.
-Prostasía praesidium- Dije moviendo alrededor mi palma abierta, de la cual salían pequeños brillitos verdes. Luego visualice el árbol más cercano, extendí mi mano y susurré. -Premere sympíesi- Gotas de agua salieron del tronco del árbol y volaron hasta formar una gota más grande de agua. La acerqué a mi boca y bebí. Me sentí mucho mejor.
Sabía que ya no podía volver allá, no podía regresar mis pisadas y encontrar todo como era antes. Si estaba en lo cierto, algo me estaba buscando, y la mejor forma que tenía era volver a casa lo antes posible. Y eso iba a hacer. Pasé parte de la noche con mi pequeña luz de mano encendida, escuchando el sonido oscuro de los búhos, y pensando. No paraba de pensar. Ya no podía confiar en nadie.
***
Me desperté exaltada, creyendo que estaba en mi habitación, con Dalila. Me asusté más al ver que estaba rodeada de árboles y no había nada más.
El momento de somnolencia pasó, y recordé que me encontraba en el bosque. Mis párpados se sentían cansados, a pesar de haber dormido toda la noche y mis extremidades se sentían igual de inútiles. Necesitaba agua para volver a ser yo misma.
Luego de acostumbrar la vista a los escasos rayos de sol que penetraban por entre las hojas de las copas de los árboles, pude ver el paisaje mejor y más claro. Todo estaba sereno, tranquilo... Como si nada hubiera pasado por allí en meses, como si la existencia misma del ser humano no hubiera pisado nunca esos páramos.
Traté de levantarme, sintiendo mis provisionales piernas menearse como gelatina. Caí.
El segundo intento fue más provechoso. Ya de pie, me estiré haciendo sonar unos huesos en mi espalda, y emprendí denuevo el viaje. Mis sentidos me guiaban hacia alguna fuente de agua, pero durante las primeras horas, me sentí perdida.
Luego de un rato, escuché truenos a lo lejos. Di gracias a Poseidón por la probabilidad de lluvia que se sentía en el ambiente. De pronto un viento helado azotó mi cara, y las pequeñas gotas se sentían en mis brazos desnudos. Por fin estaba lloviendo.
Levanté el rostro al cielo, y dejé escapar un suspiro que llevaba hace rato encerrado. Sentí un gran alivio.
Mientras mi cuerpo se relajaba al contacto de la cálida lluvia, empecé a notar la intensidad de la misma, cada vez más feroz. De pronto mi piel se sintió rasguñada. De beso suave sobre mi ser la llovizna matutina se convirtió en cuchillas caídas del cielo.
El entorno, antes claro, se vió empañado por neblina. A lo lejos divisé una estructura rústica, que poco después llegué a la conclusión de que se trataba de una cabaña. Corrí a ella.
Al llegar a la puerta principal y subir las pocas escaleras, sentí por fin el frío, que junto a mi ropa mojada me envolvía. Toqué y esperé a que alguien abriera y me invitara adentro, pero luego de unos minutos nadie apareció. Giré el picaporte despacio y la puerta abrió con un crujido hacia dentro.
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Editado: 22.09.2020