Cap. 13
Kael
Al ver al monstruo correr hacia nosotros, admito que me entró pánico.
Confiaba en Dylana aunque no sabía exactamente lo que planeaba hacer. Estábamos hasta la cintura de agua pero inconscientemente iba echando hacia atrás cada vez más.
—Tranquilo, sé que puedo— Dijo Dy susurrando más para ella misma mientras cerraba los ojos y extendía sus manos con las palmas boca abajo. —Vamos abuelo, no me falles ahora—
—Mhm, Dy, se está acercando— Dije sin poder contener mis nervios y confundido al oírla rezar a su abuelo.
—Ya lo sé, déjame concentrarme— Me devolvió molesta sin moverse. La criatura no daba señales de aminorar la carrera y seguía directa hacia nosotros clavándonos su hambrienta mirada.
Había entrado al agua y las ondas que hacía al avanzar se sentían como pequeños terremotos. O eso pensaba hasta que me di cuenta de que Dylana era la causante de aquellos movimientos. Una idea horrorosa se formó en lo profundo de mi mente, y de pronto me sentí aterrado de mi amiga.
—Dy— Le toqué el hombro con mi mano y al mismo tiempo ella abrió los ojos. Sus iris brillaron de un azul intenso y su cabello comenzó a resplandecer con un tono parecido. Rápido retiré mi mano y retrocedí a trompicones a través del agua.
Ella se veía en trance y no apartaba la mirada del monstruo que cada vez estaba más cerca. No hacía nada, solo lo miraba, y me desesperé.
—DYLANA— Le grité justo cuando el animal se abalanzaba sobre ella. Dy cerró sus palmas abiertas y el agua alrededor se levantó y golpeó a la bestia de lleno. La criatura salió disparada unos cuantos metros en el agua y aprovechando los segundos ganados, nadé hacia ella. —Dy, ¿Estás bien?— Seguía brillando en azul y parecía no escuchar lo que le decía, su mirada estaba perdida y al tratar de tocarla mi mano hirvió al contacto. —AUCH— Grité adolorido introduciendo mi mano en el agua para calmar el ardor. —Con que ojo por ojo, ¿Mhm?— Susurré mirando la quemadura y recordando cómo mi libro la había quemado a ella por ser tan curiosa.
Su expresión neutral no cambió, siguió con la mirada al monstruo que se alzaba denuevo sobre el agua.
—Apártate— Me dijo con una voz que no era la suya. Aún así obedecí y salí como pude del agua. Ya en la orilla ví como la bestia corría devuelta a Dylana, pero ésta movía su mano veloz, levantando corrientes de agua a su vez. Los torrentes golpeaban una y otra vez al monstruo, cada vez debilitandolo más.
Podría decirse que yo estaba muy sorprendido, pero no por la situación, sino por los repentinos poderes de Dylana. Por fin podía confirmar que era un ser sobrenatural. Solo debía descubrir qué era exactamente.
En un momento su figura comenzó a flotar sobre el agua sin reducir el poder de sus golpes.
Luego de unos segundos de combate, notaba como mi compañera se cansaba después de cada embestida de aquel demonio, y en un descuido las garras le alcanzaron. Traspasaron su defensa de agua y rasgaron su vientre. Dylana gritaba mientras la herida emanaba esa extraña luz azul, pero aquello solo la enfureció.
Su luz se intensificó y su miraba irradiaba ira pura. Se dirigió a la bestia y concentró una gran cantidad de líquido formando un enorme puño de agua de unos 5 metros en el aire.
—VUELVE AL TÁRTARO, CRIATURA INMUNDA— Gritó con todas sus fuerzas mientras bajaba el puño colosal y aplastaba al monstruo de sombras con tal presión que siguió hundiéndose a pesar de la dura arena en el fondo del lago.
Una luz brillante me cegó y por un momento no pude ver nada. La explosión fue tan fuerte que sacudió todos los alrededores. Las aves volaban y los animales pequeños correteaban frenéticos buscando refugio, me dieron ganas de hacer lo mismo. Cuando mi vista volvió y el resplandor se dispersó, pude ver que parte del lago había desaparecido.
Dylana estaba flotando en la orilla inconsciente. Ya había recobrado su apariencia original, el brillo azul se había extinguido.
Corrí hacia ella y traté de despertarla. El corte en su vientre sangraba.
—Dy, hey, ¿Me escuchas? ¿Estás bien?— No recibí respuesta, y sin saber qué hacer la cargué y la llevé a algún lugar seguro.
Unos minutos más tarde, encontré una pequeña cripta que se veía acogedora. Dejé a Dylana en el pasto para entrar a recorrer la cueva y asegurarme de que estuviera deshabitada. Por suerte estaba limpia, y llevé a Dy adentro. La coloqué con cuidado en el suelo y recosté su cabeza de una roca. La expresión de su cara parecía como si tuviera algún sueño pacífico, sus facciones estaban muy relajadas.
—Lo lamento— Susurré pasando mi mano por su cabeza. Reparé en que su herida seguía abierta y me dispuse a curarla. La curación no era lo mío pero mi libro tenía algunas recetas para solucionar algunos problemas.
Revisé mi bolsillo y ahí estaba, un pequeñísimo libro de hule. Saqué mi varita y proclamé:
—Redire ad instar—
El libro volvió a su tamaño real. Lo abrí y comencé a buscar algún remedio para Dylana. Encontré uno sencillo hecho con algunas plantas específicas, sabia de árbol y agua, decidí salir antes del atardecer a buscar los ingredientes para el hechizo.
Mientras andaba en el bosque mi mente volvía a hacerme preguntas que no me podía responder.
¿Acaso Dylana había sido la causante de aquel terremoto en la Universidad? Eso explicaría el por qué huyó de repente... Pero no podría haber sido ella.
¿Qué era ella? Lo tenía en la punta de la lengua, pero aún así, no estaba completamente seguro.
¿Por qué aquella criatura estaba afanada en matarnos? Recordaba parte de mi extraño sueño "Mis bebés están aburridos".
En ese momento otro rugido sonó a lo lejos. Era menos sombrío, pero de todos modos hacía temblar mi alma. Me apresuré a recoger lo que me faltaba y volver a la cueva con Dylana.
—Muffliato— Musité hacia afuera al entrar en la cueva. Eso nos mantendría ocultos de cualquier criatura. —Lignorum— Dije para crear una pequeña fogata y preparar el remedio.
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Editado: 22.09.2020