Su rostro se muestra turbado. Guardo las llaves en mi bolso y me acerco a él. No trabaja tan temprano, por lo que internamente me pregunto qué hace saliendo de casa a las ocho de la mañana. Le planto un beso en los labios, pero él sigue algo aturdido.
—¿Qué ocurre? —pregunto, oficialmente preocupada.
—Me han llamado de la oficina. Tengo que cubrir una noticia urgente.
—¿Y es por eso que estás así?
No llevamos saliendo mucho tiempo, pero si hay algo que sé sobre Dylan es que le encanta su trabajo. Me sorprendería verlo así por el mero hecho de tener que trabajar.
Acerco mis dedos a su mejilla; está áspera. Con suavidad, levanto su barbilla para unir nuestras miradas. Sus ojos azules, normalmente rebosantes de ternura, aparecen gélidos y distantes. Su rostro luce pálido, como si no hubiese salido al sol en meses, lo cual contrasta con su pelo negro. Parece que recién se ha levantado y no me extrañaría que así fuese.
—No. Es la noticia lo que me tiene así -contesta tras meditar unos segundos mi pregunta.
—Comprendo. —Me pauso un momento para pensar qué hacer-. Vamos dentro un rato.
Le doy media vuelta y le empujo un poco para que entre de nuevo al apartamento. Sé que no va a tardar en reprochármelo, dado que tiene que correr para llegar al trabajo, pero también sé que no puede ir así.
—Ari... —susurra.
Es la primera vez que entro a su piso. Aunque es exactamente igual que el mío es, al mismo tiempo, completamente diferente. Parece avergonzado de que me encuentre allí; no ha tenido mucho tiempo para limpiarlo. Pero, por el momento, eso es lo que menos me importa.
Le preparo un café y me siento enfrente suya mientras se lo toma. Le observo, curiosa. El calor de la bebida parece descongelarlo un poco, además de devolverle su color sonrosado, pero todavía se puede ver el dolor en su rostro. No me puedo empezar a imaginar de qué se trata la noticia que le han asignado.
—Han... alguien ha muerto —dice finalmente, tratando de escoger bien sus palabras.
—Vaya, lo siento mucho. ¿Cómo ha ocurrido? —pregunto, curiosa.
—Le asesinaron —admite con seriedad.
Se me para el corazón por un segundo. Eso era algo que no me esperaba para nada, ni siquiera se encontraba en mi lista de posibles cosas que podrían haber ocurrido. Con un nudo en la garganta, me levanto y me acerco a él para abrazarle. No puedo imaginarme cuan duro debe de ser para él.
Sin decir nada más, nos separamos. Él me da un beso a modo de agradecimiento por mi apoyo, y bajamos juntos las escaleras sin decir palabra. Me agarra fuerte la mano, sin hacerme daño, pero dejándome saber lo mucho que le angustia estar en esa situación. Me duele verlo así, me siento impotente al no poder hacer nada por ayudarle; tan solo puedo desear que después de dar la noticia se le quite un peso de encima y se encuentre mejor.
Escucho la voz de mi profesor de fondo, pero mis pensamientos están en otro lado. Tras haber estado con Dylan, no he podido dejar de pensar en lo ocurrido. No le he hecho más preguntas por no agobiarlo más, pero no me ha hecho ni falta. Internet nunca tarda en enterarse de este tipo de cosas.
He estado leyendo las pocas noticias que han salido, las cuales me han dado poca información. Tan sólo se sabe que era un hombre mayor, de alrededor de cincuenta años. Se han llevado el cuerpo para identificarlo y para hacerle la autopsia, pero por el momento no han conseguido averiguar quién es; tiene heridas múltiples en el rostro que impiden identificarlo fácilmente.
Miro al reloj. Son las 10.23 de la mañana. Quedan siete minutos para que finalice la clase, después de la cual tengo un período libre, por lo que podré hablar con Dylan. Me muero de ganas de preguntarle todos los detalles, pero probablemente él sepa lo mismo que yo. Además de que no quiero molestarle con mis preguntas tontas tras saber cómo ha reaccionado ante la noticia. Todavía puedo recordar sus ojos azules, repletos de tristeza y consternación. Algo en mi estómago se retuerce y entiendo enseguida lo mucho que sufro al verle así. Trato de mover esos pensamientos a un segundo plano, pero no surte efecto; él es más importante que cualquier otro pensamiento.
Llevamos poco tiempo saliendo, pero en ese poco tiempo se ha convertido en alguien de vital importancia para mí. En un principio, solo fuimos amigos. Nos conocimos apenas me mudé al piso de Carol, pero los sentimientos que teníamos el uno por el otro no afloraron hasta años después. Aun así, Dylan fue mi mejor amigo en los momentos más duros.
No nos costó entablar amistad. Cuando Marc todavía estaba aquí, le hablaba sobre su comportamiento, pues yo no conseguía entender por qué hacía aquello. Pero Dylan, en cierta manera, pudo comprenderlo. Me lo intentó explicar, pero yo seguía con las mismas ideas en mi cabeza, lo que poco después me llevó a dejarle. Meses después, Marc falleció y, aunque me culpé durante mucho tiempo por su muerte, Dylan me consoló y me dejó llorar en su hombro incontables veces. Eso forjó nuestra amistad y facilitó que, más tarde, surgiera el amor entre nosotros.