Stefan
Una única imagen.
El mismo aspecto.
Nunca cambia
Una hendidura bajo el párpado, una cicatriz que surca en la mitad del rostro de forma vertical, una pequeña en forma horizontal.
Partes lisas donde se hallaban ampollas y luego, en el fondo del reflejo, tristeza debajo de los iris grises.
Camino hasta la pequeña bodega en la punta de la habitación, tomo una botella de whisky y un vaso.
Un trago por cada vez que te digas una mentira.
Eres un hijo ideal.
La mejor familia.
Tus padres tienen suerte de tenerte.
Eres una gran persona.
... un orgullo.
Un trago por cada verdad que digas.
Eres un desastre.
Nadie te podrá querer.
(Solo si es por tu dinero)
Tú padre te abandonó.
Tú madre no quería a un hijo marcado.
La gente te tiene miedo.
...asco.
Hablan a tus espaldas.
(Él hijo del vizconde está maldito)
(Fue dado a luz en medio de un ritual satánico)
(Yo escuche que fue una amante celosa)
Uno, dos, tres tragos más.
Lo enviaron a aislarse para no manchar el nombre de la familia.
Cuatro, cinco, seis tragos.
No podemos hacer nada para ayudarlo.
Las cicatrices son muy profundas.
La medicina no puede hacer milagros.
El vaso se estrella en la pared y es reemplazado por la botella.
Siete, ocho, nueve el espejo cae hecho trizas al suelo y dejó que salga la rabia guardada desde que era un niño.
Tu rostro no define quien eres.
Podrás salir adelante.
Una mirada al espejo, los fragmentos rotos apuntan a mi rostro.
Tomo la máscara y me tapo con ella, al mismo tiempo que tomo aire y trato de controlarme antes de salir de la habitación.
Nunca hasta el diez porque es una verdad que ya no necesita ser repetida pero de igual manera debe ser dicha.
Diez… salgo de la habitación para ya no tener que contemplar al monstruo con el que vivo a diario.
Al salir de la habitación me encontré con la misma fila de empleados formados en una hilera, como siempre con la cabeza baja en señal de respeto.
Al llegar al salón principal pude ver a August con un papel en sus manos.
Pase de él y fui directo hacia el comedor.
—Buenos días amo Stefan, llego esto para ustedes—tome el sobre y pude ver el logo de mi padre en él, una estrella de ocho puntas junto con una rosa que la envolvía—. Debe ser importante.
Después de tantos años, pensé que se habia dado por vencido luego de 6 años sin respuesta de mi parte y no me volvería a escribir.
Demasiado bueno para ser cierto.
Rompí el sobre y heche los trozos de la carta a la chimenea que se encontraba en la otra punta de la habitación.
Gire enfrentándome a August—No quiero que vuelvas a darme nada que venga de su parte—abrió la boca para decir algo pero continúe—. Que sea la última vez que me das porquerías como estas, pensé que todos estos años rechazandolas no volverías a hacer estupideces como estas.
Senti como mis hombros se sentían cada vez más pesados y mis ojos se sentían cada vez más cansados.
—Señor, pensé que esta vez podría ser importante—sali de la habitación y me tambalee por un fuerte dolor de cabeza—. No debería beber si no puede aguantarlo, por favor, valla a descansar.
—No me hables como un padre August—gire mi rostro y lo mire fijamente—. Por qué déjame decirte que no lo eres.
Sabia que más tarde me lamentaría de decir esto pero no me importaba.
Salí por la parte trasera de mi hogar y caminé sin dirección alguna.
Después de caminar por lo que creo que fue una hora, me recuesto sobre un árbol y miro al cielo esperando recibir alguna respuesta de todas mis preguntas durante años, pero al no recibir ninguna, solo cierro los ojos y decido desaparecer un par de horas.
Despierto con el sonido de sollozos, el sol parece haberse ido hace algunas horas y solo puedo apreciar la noche completa de estrellas.
Me despabile y escuché que el sonido aún sigue pero no logro ver a nadie cerca.
Decido caminar colina abajo y por lo lejos logro divisar a un cuerpo junto a un árbol no muy grande pero lo suficiente para ocultar un poco el pequeño cuerpo.
Se que debería irme pero por alguna razón solo me quedo observando, pensando si dejar que llore en soledad o hacerle compañía.
Decido voltearse y volver por donde vine, pero por alguna razón cada paso que daba para alejarme era como un puñal en mi cabeza diciéndome que frenara.
¿Seria mi conciencia? Por qué si era así, debía admitir que estoy loco.
No podía acercarme ¿Y si era algún maniático? O peor aún ¿Y si me golpeaba hasta hacerme perder la conciencia y vender mis órganos?
Pero ya no importaba porque estaba a menos de cinco pasos de aquella persona y pude ver que era una chica por su falda.
Tome una piedra y se la lance para que se diera cuenta de mi presencia.
—¡Que crees que haces!—grito al mismo momento que tocaba su cabeza y al voltear su cabeza su expresión de enojo cambió por una de extrañeza—¿Acaso vienes de una fiesta de disfraces o que?
—¿Acaso te golpeaste la cabeza o que?—conteste con molestia.
—Si, tienes razón—bajó la mirada y se frotó sus brazos—. No debería opinar de lo que las personas quieran usar, no soy quien para opinar. Lo siento.
Simplemente asentí y me acerqué aún más ella, no debería estar una chica como ella en este lugar tan tarde.
—¿Qué haces aquí tan tarde? Si es no es molestia para ti el saber.
—Yo debería preguntar lo mismo—al levantar su cabeza, observó mis ojos y sonrió al mismo tiempo que comenzaba a caminar—. Vine aquí para distraerme de lo que ocurrió hace algunas horas ¿Y tú? Te vi al llegar que estabas durmiendo.