Snowman

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La noche había caído, la luna estaba en su punto más alto, brillando todo lo que podía, dando la luz que necesitaba el chico para poder bailar bajo la gélida nieve. Sus pasos eran lentos, pero tan elegantes que parecía que los animales del bosque salieron solo para verle moverse. Al parecer a ese hombre no le interesaba la nieve que enterraba sus pies, o la que caía encima de todo su cuerpo, mucho menos el insoportable frío de esa noche, a él solo le importaba moverse, bailar bajo la luz de la luna, esperando a ver a su amado una vez más.

Y cuando el viento empezó a soplar fuertemente, cuando los animales corrieron a esconderse asustados, él supo que ya era el momento. Detuvo su bailar y miró al frente, sin mover ni un solo músculo. El viento siguió soplando, de los árboles caía la nieve posada en sus ramas, los sonidos de los animales era el único cantar que escuchaba aparte de el del viento y cuando todo quedó en silencio, esbozó una sonrisa.

El silencio era tal, que podía escuchar su respiración, pero la sonrisa que mantenía en sus labios se volvió más grande cuando una segunda respiración se empezó a escuchar. Respiro profundamente y tomando valor, se dio la vuelta y lo vio. Frente a él se encontraba la persona que más amaba, se veía espléndido, su cabello negro perfectamente peinado hacía atrás, su camisa blanca sin ninguna arruga, sus pantalones negros tan pegados a sus piernas como siempre, y por último, sus zapatos negros que brillaban levemente por la luz de la luna. Lo miró estupefacto, cada vez se veía más hermoso y cada vez quería que esa noche nunca acabará. 

Quitando todo pensamiento de su mente, abrazo a la persona que tenía al frente, lo apretó contra su pecho y escondió su rostro en el cuello del individuo. Éste le regresó el abrazo, apretándole igual o más fuerte aún. Empezaron a recitar frases de amor, frases que solo ellos podían decirse y que incluso solo ellos podían entender. Se dejaron caer en la helada nieve, arrodillándose y soltando poco a poco su asfixiante abrazo. Ya estando en el suelo, se dedicaron besos, miradas y más abrazos, se estaban demostrando el amor que sentían, aprovechando el poco tiempo que les quedaba.

—Te ves hermoso, mi noche estrellada.

Le dijo él aludió al azabache, quién sonrió y se inclinó para besarlo.

—Gracias, mi amor -pronunció colocando las manos en cada mejilla del contrario-.

El rubio tomó las manos de su cónyuge e hizo que se levantará lentamente, entrelazó sus manos, haciendo que encajaran perfectamente. Caminaron tomados de la mano hasta que estuvieron a la orilla de la carretera, donde justo al otro lado, pasando la calle, se encontraba un hermoso parque. Cruzaron con una sonrisa decorando sus rostros y entraron al parque, siguieron caminando por todo el lugar, dando vueltas, hablando de lo que les pasó durante el tiempo que no se vieron.

—Cielo, ¿Te gustaría ir a los columpios? -preguntó el de más baja estatura-.

—Sí, cariño -sonrió feliz-.

Los dos se acercaron al juego del lugar, el de tez pálida se sentó en el columpio mientras el rubio se colocaba detrás y empezaba a empujarle. Las risas del azabache se hicieron escuchar por el lugar, la sonrisa del de tez morena se iba haciendo más grande y el ambiente se puso aún más cálido. La estaban pasando increíble y cuando el de cabellera dorada decidió saltar del asiento, cayendo parado para después acostarse, el peli-negro le copio, acostándose a su lado, ambos viéndose a los ojos, sonriéndose, acercándose cada vez más, para al final unirse en un beso cálido, lleno de amor, un beso donde se decían todo y nada.

Pasaron la noche en ese parque, jugando entre ellos, besándose, abrazándose, demostrándose amor. Pero cuando el sol empezaba a asomarse, ambos se sentaron en una banca, se abrazaron y diciéndose unas palabras de amor, se desvanecieron.

 

 

 

Y cuando desperté, estaba en esa habitación blanca, con la camisa de fuerza tan ajustada que la desesperación me invadió, empecé a moverme intentando liberarme, pero esa puerta se abrió y entró la señora con la gran jeringa en su mano, una vez más me inyectó, haciendo que cayera dormido y volviera a soñar con el amor de mi vida, mi hermoso Samael, que en paz descanse.



#11473 en Novela romántica

En el texto hay: magia

Editado: 26.11.2023

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