Soberano de Constelaciones

Estrella Nova 1

Las estrellas en el cielo nocturno podían apreciarse con una claridad sobrenatural, ofreciendo sus nítidos colores: azul, naranja, amarillo, blanco y rojo para decorar todo el cielo oscuro; darle más vigor. Pero hay ciertas personas a las que aquella fortaleza no les llega, y para mal se ven oprimidas por quienes si la recibieron.

A lo largo y ancho los edificios de la ciudad se alzaban lo más que podían en un intento de tocar el cielo, con ventanas radiantes de luz aunque no tan potentes como para llegan a alumbrar las veredas de la ciudad. Mucho menos los callejones entre edificios de las zonas más transitadas, esos lugares más oscuros son donde hay que tener más cuidado porque entrar a uno incorrecto podría significar un gran error.

Una mujer caminaba apurada con los sonidos de los autos avanzando en la calle, en su derecha los arboles de corteza blanca se erguían bien cuidados y con hojas azules resplandecientes para combatir la oscuridad de la noche. Del otro lado estaban los edificios en su mayoría cerrados por la hora nocturna, algo a lo que la mujer tampoco le prestaba mucha atención; ahora toda recaía sobre su celular.

Su mano lo agarraba con fuerza, de por si tenía todo el brazo derecho pegado a su cuerpo para que la cartera no se le cayera con su trote. La pantalla mostraba un mapa de la ciudad y ella seguía las indicaciones algo preocupada <Ya se me pasó un colectivo, y no sé si llegó a alcanzar el de la siguiente parada> o al menos la mujer oficinista no lo lograría con los tacones que usaba.

Pero había algo, las indicaciones le pedían que siguiera hasta la esquina de la manzana y rodearle en U. Ella se detuvo de repente al percatarse de algo, un atajo. Giró su cabeza para la izquierda, en el espacio oscuro entre dos altos edificios, no había arboles allí por lo que la poca luz provenía de las ventanas de pisos superiores <Si tomo este atajo me ahorro más de la mitad del camino> concluyó.

Se supone que la aplicación de su celular debía guiarla por el camino más rápido ¿entonces porque no le recomendaba ir por aquel callejón? No era muy largo, podía notar las luces del otro extremo y si esforzaba la vista también podía ver a personas y edificios más allá. Un extraño sonido salió de los balcones metálicos dos pisos más arriba, aunque se perdió entre el bullicio de los vehículos y demás personas.

Al final se decidió por entrar, no lo pensó mucho ya que el tiempo en el que llegaría el próximo colectivo a la parada era escaso. Manteniendo su velocidad la luz fue quedándose más lejos a su espalda, se supone que la luz y sonidos del frente debería aumentar, acercarse más a ella para recibirla solo que le daba la sensación de ser todo lo contrario.

Empezó a preocuparse un poco más, aunque el punto culminé llegó al volver a escuchar un extraño sonido amplificado por el eco del callejo. Levantó la vista un segundo pero la iluminación era muy poca, no podía ver bien los pisos muy altos, el centro del trayecto era una incertidumbre oscura. Hasta que la certeza cayó frente a ella.

–¡Por las estrellas! –gritó del susto deteniéndose en seco. Al instante se apresuró en guardar el celular en el bolsillo de su falda, y su mano se agarró con más fuerza al bolso que colgaba del mismo brazo.

A pocos metros por delante se levantaba una figura humanoide, dos cabezas más alta que ella. Sus brazos y piernas eran muy delgados, su torso ancho, no era una persona; y lo que terminó de confirmárselo fue la cabeza que consistía en una gran cámara rectangular con una lente. Se trataba de un robot, solo que esas máquinas funcionan al ser controladas de forma remota.

El operador no esperó para aparecer también. Era alguien con una altura mucho más similar a ella, ropas oscuras y harapientas, en su rostro sobresalía esa mirada de alguien que no tenía nada que perder, o que ya lo había perdido todo.

–Por favor –se obligó a decir la oficinista. Su espalda se agachó para adelante y su otro brazo se unió al bolso para agarrarlo con fuerza, y cuando retrocedió unos pasos el alto robot pisó con fuerza para adelante haciéndola detenerse–. No me lastimes. –La persona que lo controlaba se le acercó de forma mucho más sosegada.

–No te preocupes –dijo el hombre de barba mal cuidada alzando sus dos manos, en una estaba el control remoto del robot–. Créeme que no quiero hacerte daño, solo que yo no hago las reglas. Hay un peaje para pasar por este callejón y ya estas a mitad de camino, vas a tener que pagar.

Las piernas de la mujer oficinista temblaban, sus manos parecían traicionarla al llenarse de sudor y volver su agarre al bolso más resbaladizo. Volteó su cabeza para atrás rogando por un atisbo de ayuda, pero nada, la civilización entera se alejaba de ella tanto por adelante como por detrás, abandonándola a su suerte. Incluso las sagradas constelaciones del cielo daban la impresión de hacer la vista gorda.

A pesar del miedo ella logró sacar un atisbo de voz. –No. –Se negaba a hacerlo, no tenía la obligación de pagar y tampoco es como que le sobrara el dinero, tenía que usarlo en el colectivo para regresar a su casa.

Aunque el tono fue débil de todas formas la voz llegó a oídos del operador y claro que eso no le gustó. –¿Disculpa? Estoy intentando ser amable, no te pongas complicada. –El hombre no lo dudó, presionó un botón del control remoto y el robot levantó su brazo izquierdo. Una luz se concentraba en su palma, y estaba listo para disparar en cualquier momento.

La oficinista solo vio por un segundo el arma de la máquina, y eso fue suficiente para romperla. Bajó la cabeza como si asi pudiera hacerla desaparecer y se llevó el bolso a la altura del pecho para abrirlo. –Bueno, bueno. Voy a darte todo el dinero que tengo. –Las palabras se le rompían al salir debido al pánico, provocando que lagrimas se escaparan de sus ojos.

–Ja. Que tierna, pero el peaje no es barato. Entrégame directamente todo tu bolso. –Al escuchar eso la mujer sintió un vacío en su interior, su cuerpo comenzó a temblar mucho más. Llevaba dinero en su billetera, pero el resto de su bolso solo tenía papeles de la oficina, pañuelos, maquillaje, pintauñas. Nada de eso le serviría al ladrón, ella las necesitaba pero él no y aun asi quería arrebatárselas.




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