Soberano de Constelaciones

Estrella Nova 2

El sonido de una campana resonó por toda la tienda cuando alguien entró, lo primero que sintió la nariz de la persona al ingresar fue el aroma del café por la mañana y eso a Bulent le encantaba. Era muy temprano por la mañana, tanto que no había ningún cliente todavía y el establecimiento estaba cerrado aunque no para él que era un empleado.

La puerta de cristal se cerró a su espalda mientras avanzaba, el lugar parecía estar vacío, no había nadie en las mesas de madera y las ramas blancas de los árboles se expandían por lo alto en las paredes, sus hojas azules aun iluminaban debido a la falta de luz natural. Todo ese ambiente apagado logró superarlo y un gran suspiro se escapó de su boca, el peso de la falta de sueño le empujaba los parpados para abajo.

Guiada por el sonido de la campana una de sus compañeras de trabajo, y encargada del turno matutino, asomó la cabeza desde la ventana que daba a la cocina. No sería la primera vez que un cliente desesperado entraba ignorando el cartel de cerrado colgado afuera, cuando la joven de cabello castaño vio que se trata de su resplandeciente barista no dudó en salir a recibirlo. Aunque mientras más se acercaban mutuamente ella notó ese rostro pálido y decaído en él.

–¿Está todo bien, Bulent? –La relación de ambos era meramente formal, solo compañeros de trabajo y ella encima es su superiora. De todas formas podia sentirse la preocupación en su voz, no como la de alguien pensando en tener que reemplazar a su trabajador sino como la de alguien pensando que le pasó algo malo a otra persona.

Notar esa preocupación puso más nervioso al joven, sacando energías de donde no tiene puso la espalda bien recta y abrió sus ojos al máximo para poder disimular su estado, como si la luz del sol hubiera cargado su batería al máximo. –Claro, no es nada grave –contestó rascándose detrás de la oreja con el dedo índice, e intentando sonar lo más animado posible–. Pasa que me quedé hasta tarde viendo una película con mi madre.

Su superiora dudó un segundo pero su cambio repentino logró convencerla, con ambas manos se acomodó el moño de pelo que tiene detrás. –Bueno, solo espero que tengas energías para el evento de esta noche. Si necesitas descansar unos minutos avísame por favor. –A la par que le decía eso ella le dio la espalda para ir hacia el mostrador.

–Claro. Yo te aviso si me hace falta.

Cuando ella regresó le entregó un trapo húmedo. –Ya estamos por abrir, así que necesito que limpies las mesas por favor. Ahorita. –Sin esperar una respuesta de su parte la supervisora fue de inmediato a la cocina, a través de la puerta se pudo escuchar cómo les daba órdenes a otras personas allí dentro. Pero eso ya no es problema suyo.

Era una buena tarea para iniciar la mañana, de hecho, Bulent solía estar en casi todos los turnos nocturnos también y antes de irse ya se encargaba de limpiar todo lo posible. De todas formas aprendió que aunque todas las mesas estén limpias igual hay que darles una pasada, la luz natural de las hojas que colgaban del techo hacían brillar la madera húmeda después de pasar el trapo húmedo.

A dos mesas de distancia se encontraba otro compañero suyo, vestido de blanco y con un delantal negro que decía “Buen Placer” escrito en amarillo al igual que él. El tipo había ingresado hace un par de meses pero Bulent no conocía más que su nombre, se hablaban cuando necesitaban algo y poco más. Él no era de socializar mucho en el trabajo, o no en el turno de la mañana por lo menos.

Su compañero, que se encontraba barriendo, dejó la escoba apoyada en una mesa para tomar el control remoto y encender un televisor que colgaba de la pared. El dispositivo se encendió en el último canal que estaba, las noticias; allí una locutora habla sobre el conflicto armado y religioso que se desarrollaba en el hemisferio boreal, dando un desalentador mensaje de que parece estar lejos de terminar.

-----O-----

La mañana fue como una montaña rusa, primero muy agitada al momento de abrir y con la llegada de muchos clientes. La mayoría de ellos siendo clientes recurrentes, personas empresariales y oficinistas que suelen estar apuradas y vienen a pedir algo para desayunar y marchar a sus trabajos. Con solo verles las caras ya se hace una idea de que es lo que van a pedir, porque siempre suelen ordenar lo mismo o elegir entre las dos o tres opciones habituales.

Bulent no conoce el nombre de todos pero todos parecen conocerlo a él, igual estaba feliz con verlos otra vez y charlar unos minutos, tanto que incluso se le olvidaba el sueño por momentos. No obstante, eso no era del todo bueno, mucha gente iba por la mañana y él no podía atenderlos a todos. Claro que hay más personas para manejar la cantidad de pedidos pero casi todos los clientes se molestaban si no los atendía Bulent, dejaban de ser tan amigables al hablar y no parecen tan buenas personas.

La razón de eso era simple, Bulent había nacido con un talento para preparar café. Literalmente poseía el talento sobrenatural de que cada cosa que cocinara le generaría felicidad o haría sentir bien a quien la probara. Quizás no sea algo tan llamativo como las habilidades mágicas de los Siderales pero tampoco había que restarle importancia, seguía siendo un Iluminado, alguien elegido por una estrella y bendecido con su luz.

Al barista le encantaría poder prepararles su café a todos si solo el tiempo de cada uno no fuera limitado, su talento tenía reglas: no podía simplemente tomar una taza y servir el café de una máquina para poder generarles felicidad con cada sorbo. Necesitaba un mínimo de preparación, razón por la que tenía pedidos más como: capucchinos, lates, breves, mochas y así.

Ahora el flujo de gente había disminuido, algo que concordaba con que la luz dejara de provenir de las hojas de los árboles para darle paso a la que otorgaba la poderosa y brillante de Saglamak, la estrella que orbitaba el planeta.

Bulent tomó aire y apoyó su espalda en el marco de la puerta, afuera de la cafetería. Se encontraba en ese momento de la mañana luego del desayuno y antes del almuerzo donde los jóvenes estaban en la escuela y los adultos ya trabajaban, a pesar de eso no paraba de ver una gran diversidad de personas ir y venir por la vereda más adelante: algunos con elegantes trajes, otros con ropa más casual, varios artistas, o turistas.




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