La poderosa y brillante estrella que orbitaba el planeta se encontraba ahora en la parte más alta del cielo despejado, cualquier personas en la cafetería podría notarlo ya que el material del techo es un cristal resistente y transparente. De esa forma la luz solar podía entrar para iluminar por el día, además de aprovechar y recargar las baterías de todos los dispositivos que funcionaban con esa misma luz.
Se acercaba la hora de la merienda, uno de los momentos donde el pico de clientes puede llegar al punto más alto. Pequeños puntos de luz aparecían y desaparecían en el cabello purpura de un barista mientras este limpiaba una cafetera, se encargó de limpiar bien el panel de gemas celestes con manchas blancas en la parte superior, que es lo que recibe la luz solar para transformarla en energía eléctrica.
Justo para cuando terminó la campana de la entrada sonó, los pocos clientes presentes ignoraron aquel ruido pero funcionaba como una gran alerta para los que trabajan en Buen Placer. La supervisora de Bulent asomó su cabeza por la puerta de la cocina y cuando vio a dos nuevas clientas le hizo un gesto al barista que fuera a atenderlas.
Este tomó una carta de detrás del mostrador y esperó, las dos mujeres regordetas y petisas estuvieron unos largos minutos decidiéndose por una mesa hasta que finalmente fueron a una. Entonces Bulent se les acercó poniendo una gran sonrisa pero poco sincera, solo tenía que convencer a los demás de transmitir una vibra positiva y él ya se consideraba un experto en las sonrisas.
Las dos mujeres le clavaron una mirada, primero a sus ojos purpuras pero en un instante pasaron a la propiedad mágica de su cabello. –Bienvenidas al café Buen Placer. –Al verlas más de cerca el joven podía notar mejor sus arrugas, no eran tan jóvenes como pensó al verlas entrar sino que podría apostar que ya estaban entrando en la etapa de adultos mayores. Seguido les acercó una carta a cada mujer y ellas se las terminaron de arrebatar de las manos para verlas, similar a como un depredador observa a su presa.
A pesar de observar la carta un momento daba la impresión de que ya iban con un pedido en mente, cuando encontraron la sección de bebidas sus ojos se detuvieron en los licuados. La primera pidió un licuado de agua de frutilla y la segunda uno de leche de banana. –Claro, excelente elección ¿les gustaría acompañarlo con algo?
Las bocas de ambas parecieron hacerse agua ante la sugerencia, como si no se la hubieran planteado antes. No obstante una de las mujeres, la que llevaba el cabello castaño suelo y largo, se levantó del lugar. –Voy a ir al baño, elige tú. Pero de acompañamientos encontré algo que de seguro te va a gustar. –La mujer se acercó a su ¿amiga? ¿Familiar? Y le indicó fugazmente con el dedo la sugerencia. Seguido le preguntó a Bulent donde estaba el baño y este señaló a la puerta debajo del enorme cartel que decía baño colgado en la pared del fondo, a simple vista.
En vez de decir con que acompañar su pedido la mujer restante lo señaló en la carta, el barista se inclinó para acercar más su vista y vio con claridad como su dedo señalaba la oferta de 5 tostadas a 350 gunes (la moneda estándar de la Cofradía Interplanetaria). –Gran elección, a las tostadas ¿las quieren con manteca, mermelada…?
Bulent se detuvo porque notó como el rostro de la señora se desfiguraba al escucharlo, sus arrugas aumentaron y se extendieron como si abrazaran su frente y mejillas. –¿Cómo que manteca o mermelada? ¿No son los sándwiches de jamón y queso?
–Disculpe señora, esos no son. Serían mucho más costosos. Ahí donde usted me señaló dice tostadas. –Con la mirada el barista le indicó donde hasta hace unos segundos estuvo el dedo de la señora, justo sobre los pictogramas de tinta amarilla que formaban dicha palabra–. De lo que usted está hablando son de los sándwiches de miga tostados, disculpe pero se nos acabó el pan de miga asi que no los estamos haciendo.
–¿Pero no tienen esos sándwiches? –insistió.
El barista inhaló todo el oxígeno que pudo, reprimió sus sentimientos en lo más profundo de su interior y los destellos de luz en su cabello parecieron menguar. Tostadas ¿Qué es una tostada? Es una rebanada… de pan… tostado, caliente, quemado. El sistema de escritura del planeta era uno de los más difíciles en toda la Cofradía pero de todas formas esas dos señoras a toda luz eran nativas, deberían entender el sistema de escritura que usan desde que nacieron.
Desde una mayor distancia y ángulo distinto Bulent podía leerlo con claridad, aunque bueno él trabajaba allí desde hace tiempo y ya conocía de memoria el menú asi que está bien. Solo tenía que ser más paciente. –No, no. Solo tenemos tostadas que vienen cinco unidades por trescientos cincuenta gunes.
–Ah, bue. Dale tráemelas.
–Claro, está bien –contestó levantando una mano para rascarse detrás de la oreja.
Dándose media vuelta el barista fue hasta la cocina, le mostró el pedido a su superiora y empezó a prepararlo. Hacia las dos cosas a la par, por un lado cortaba las bananas para colocarlas en la licuadora junto a la leche, seguido (y con furia) cortaba la tirada de pan para calentarlas en la hornalla. Mientras estas se hacían fue a encender la licuadora, agregó la azúcar y siguió preparando el pedido <Al menos ahora cuando lo prueben mínimo se pondrán más felices>. Pensaba para sí mismos ya que él no tenía esa posibilidad.
Preparando la bandeja, con las tostadas ya listas, Bulent salió y la dejó sobre el mostrador para volver a entrar en la cocina y buscar los vasos de cristal con los licuados. Solo que en ese mismo momento la otra clienta que había entrado al baño salió, y al ver al joven colocando sus bebidas en la bandeja se le acercó con una no muy buena cara, tampoco había una sonrisa que el barista pudiera analizar, aunque por el resto de sus facciones no se hacía una idea muy buena.
–¿Qué es eso? ¿Son tostadas? –cuestionó pero afirmaba a la vez, con un tono que pareciera que salió del baño y se encontró con que estaba en otro planeta desconocido e inexplorado–. ¿No son sándwiches tostados?
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Editado: 20.09.2025