Las estrellas, y por ende las constelaciones, brillaban con su último suspiro en lo alto del cielo nocturno. El tiempo avanzaba y la gran estrella que orbitaba el planeta estaba más cerca de aparecer por el horizonte, aunque en realidad la estrella no se movía y es solo la rotación del planeta que daba esa sensación.
De todas formas, los árboles de madera blanca plantados a lo largo y ancho de la vereda comprendían lo que sucedía, de a poco la luminosidad de sus hojas azules iba disminuyendo. La intensidad de su luz no era comparable con la que tenían hace una o dos horas, por suerte los ojos de Bora se acostumbraban bien a la falta de luz y no le impedían desempeñar su tarea.
Ella ya no se encontraba vistiendo su “uniforme” de la cafetería, aunque todavía permanecía en ese lugar, pero no por mucho tiempo más. El último rastro de vida que quedaba presente eran los árboles, cuyas ramas blancas eran guiadas por canaletas en lo alto para que abarcaran lo más posible del edificio. No había ninguna otra persona, ya sea trabajador o cliente. El lugar habia quedado desolado.
Aquel ambiente podría generarle miedo a cualquiera, cualquier sonido por mínimo que fuera aterraría a alguien. Solo que ese no era el caso con Bora, hace mucho su horario de sueño había cambiado y el turno nocturno en la cafetería Buen Placer solo la ayudó a terminar de acentuar eso. Le echó un último vistazo a todo el lugar. –Todo se encuentra en orden. –Con eso asegurado salió de la cafetería para cerrar la puerta con llave, las cortinas de metal ya estaban abajo para proteger el vidrio y el cristal de la puerta era mucho más resistente por lo que no necesitaba esa protección.
Guardó las llaves del local en su bolsillo trasero y se dio media vuelta, recibió con los brazos abiertos la enorme ciudad que ahora parecía abandonada. Se supone que Diz es la capital del país, donde más gente debe haber aunque a estas horas de la noche parecía casi abandonada, como si todos hubieran desaparecido sin previo aviso. Aunque las brillantes y coloridas estrellas permanecían en el cielo, a Bora le gustaba a pesar de que ellas quisieran matarla.
Cómoda y relajada se puso a caminar rumbo a su departamento, ahora tenía todo el tiempo del mundo, podía gastarlo en lo que quisiera y lo aprovechaba para apreciar lo hermoso que era una ciudad libre de gente. Con las calles vacías por la falta de autos la anchura parecía duplicarse, y lo mismo ocurría con las veredas casi totalmente desprovistas de personas.
En un día cualquiera la vereda de una sola manzana llegaría a tener más de 100 individuos, cada uno metido en su propia vida, ahora con suerte encontraría a uno solo caminando o a grupitos pequeños de no más de 5 personas cada varias calles. Ese tipo de personas eran las que le resultaban más interesantes ¿Qué haría alguien en la calle a esa hora cuando toda la sociedad duerme? En los días no laborales es normal atribuirles esa presencia a las fiestas ¿pero y los días laborales? ¿Qué vida lleva alguien para mantenerse despierto a las 5 o incluso 4 de la mañana? Sin duda algo fascinante, o tal vez muy lamentable. Para ella no hay punto medio.
De su boca cerrada se escuchaba el tarareo de una melodía mientras caminaba, se trataba de una de las bandas sonoras más emblemáticas de la popular franquicia de misterio y ficción “Estrella de Medianoche”.
Sin dudarlo sacó su celular y colocó la contraseña para desbloquearlo, antes de usarlo pasó su vista por todos lados <El crimen en la ciudad ha aumentado, pero no veo nada o a nadie peligroso o sospechoso> con eso asegurado entró a la red social Estrellanet para actualizarse un poco sobre la vida de sus conocidos y pasatiempos.
La Súper Estrella Eglence había subido un video junto a un kedien a la par que analizaba la apariencia y rostro del felino para deducir a que sociedad secreta de la Estrella de Medianoche pertenecía, al final del video preguntaba si sus seguidores estaban de acuerdo o que otra hubiesen elegido ellos.
–Él es un buen fan, muy acérrimo, hizo bien el análisis –concluyó ella.
Seguido entró en el apartado de “exploración social” de la aplicación para ver las novedades del mundo digital. Deslizó su dedo en la pantalla para bajar entre las publicaciones y en la parte superior de la mayoría le salía que Bulent había visto o reaccionado a casi todas.
–¿Con que excusa ese maldito esta tan cansado? Si parece que se la pasó casi todo el día metido aquí. –Ella hizo una anotación mental para recriminarle eso mañana, aunque en verdad si le preocupaba el desgaste físico que estaba sufriendo su amigo de repente <Si sigue así voy a intervenir, hablaré con la encargada para que le dé menos trabajo o algo. Tal vez hablar con su madre para ver si algo está pasando en casa>. Si algo es cierto para ella es que muchísimas personas no saben administrar su vida, y le parecía una pena que los lindos huesos de su amigo se atrofiaran por eso.
Cuando llegó a la esquina de la cuadra se detuvo un segundo y levantó la vista del celular, el semáforo en la esquina tenía la luz que le concedía el paso a los vehículos, ella se fijó en ambos extremos de la calle y no venía ninguno por lo que cruzó de todas formas. Al llegar a la vereda de en frente algo la sorprendió, un sonido extendido por el eco llegando a sus oídos.
No lo había notado antes porque andaba distraída con su celular, pero en la vereda de enfrente a la que se encontraba había un grupo de jóvenes, eran tres para ser exactos. Hablaban y se reían a los gritos a la par que caminaban tambaleándose por la vereda, a veces agarrándose de los árboles para evitar caerse e impulsarse para seguir adelante.
Parecían estar distraídos en sus asuntos, por lo que Bora decidió ignorarlos para seguir su propio camino, no le faltaban muchas calles hasta llegar al edificio donde vive. No obstante, mientras más se acercaba de forma paralela hasta donde ellos estaban las risas se transformaron en otra cosa, primero fue un silbido que rebotó entre los edificios como un eco aunque después se hicieron dos y seguido tres.
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Editado: 20.09.2025