Casi todas las estrellas perdieron su brillo, fue como si las constelaciones se desarmaran. Solo una sobresalía de entre las demás en la densa noche, una estrella sangrienta.
Ya que el edificio era de una sola planta su techo era de cristal y permitirá ver más allá con claridad, las estrellas rojas parecían tener más brillo que cualquier otra, sin importar la distancia en la que se encontraran a comparación de las otras cientos de estrellas. Aun asi el establecimiento estaba bien iluminado, delgadas ramas blancas se extendían por lo alto y largo de las paredes. Las hojas azules que brotaban de estas liberaban la suficiente luz.
El suelo estaba hecho de piedra pulida, las paredes y muebles de una madera marrón, solo que estos últimos además tenían decoraciones y bordados de colores oscuros: principalmente rojo, verde y violeta. Se trataba de uno de los bares más prestigiosos de la capital, y aun asi muchas personas no iban por sus elevados precios; una forma fácil de separar y ahuyentar a los que no pertenecen al ambiente. Ven 4 cifras juntas y se asustan.
Al final de cuentas no importaba mucho la cantidad de clientes, sino la calidad. Bueno, esa era la excusa que utilizaba el dueño, a final de cuentas todo el bar era solo una fachada para que cierto grupo pudiera tener reuniones más tranquilas y animadas. Después de décadas y décadas la excesiva formalidad empezaba a volverse agobiante y monótona, aunque mantenían tradiciones reunirse por asuntos importantes en un bar ayudaba un poco a relajar la tensión. Solo tenían que procurar no distraerse de más.
Para esta ocasión había 8 sillas alrededor de la mesa circular. Cada una tallada a mano y con diseños distintivos, cada una perteneciente a alguien en particular. Todo el bar fue reservado solo para este grupo, como suelen hacer cada cierto tiempo. Eran 5 mujeres y 3 hombres, de todas las variedades: morcamin, hucamin y humanos.
Los 8 estaban teniendo una partida de cartas. Fue el turno de una hucamin de largo cabello violeta, lo que más resaltaba era que las esferas de luz que se generaban en su cabello tenían un color diferente, siendo de un rojo oscuro; lo mismo ocurría con las otras morcamins presentes.
Ella no pudo evitar reírse cuando sacó una carta de su mazó y la colocó sobre la mesa, los demás participantes la vieron y no tardaron en lamentarse. La carta tenía el dibujo de un sol blanco amarillezco, Saglamak. –Sí, sí. Lloren, y eso que no me tenían fe para ganar. –Levantó su dedo incide y le apuntó a un hombre moreno–. Quiero ver tus cartas.
El sujeto se frotó una mano por la barba. –Que desorden –maldijo reuniendo todo su mazo, poniéndolo boca bajo sobre la mesa y deslizándolo hasta la hucamin.
Las esferas de luz de la hucamin intensificaron su color rojo por la emoción, parecían esferas de sangre. –Oh si, se te van a caer las estrellas ahora. –Ella tomó el mazo y empezó a ojearlo con detenimiento.
A los pocos segundos las puertas de la cocina se abrieron y del interior salió un mesero morcamin, en una mano llevaba una bandeja con muy costosas marcas de cervezas. Se apresuró en dejar cada botella al lado de quien la había pedido antes de volver a meterse en la cocina, todos los presentes pudieron escuchar lo rápido que palpitaba el corazón de ese joven. El miedo y pánico que tenían de estar frente a ellas. Eso les gustaba.
Cuando volvieron a quedar solo ellos una morcamin habló, tenía su cabello gris atado en un rodete. –¿Cómo van las investigaciones relacionadas a Haul Bayram?
Una muchacha morena, que andaba ordenando las cartas de su mazo, levantó sus ojos azules para ver a la otra. –Me informaron hace cinco rotaciones que las pruebas y exámenes terminaron de hacerse. No obstante, como se encuentra en su gira musical en Tau Ceti los datos tardaran en llegarnos.
–Está bien, mientras lleguen. No es como que tengamos tiempo que perder. –Todo se rieron ante el comentario de la morcamin.
Aun asi el hombre moreno se impacientó. –Igual eso no significa que puedas tardarte tanto. Apresúrate en ver las cartas, ni que tuviera una buena mano –le recriminó a la hucamin. Esta última blanqueó los ojos y le devolvió el mazo pasándolo boca abajo por la mesa.
–No creas que vas a ganar esta ronda –aclaró la hucamin con una sonrisa delgada y puntiaguda. Agarró la botella a su lado y la abrió para darle un sorbo–. Por cierto, esta organización que ha surgido hace poco está tomando cada vez más peso. –Chasqueó sus dedos repetidamente–. ¿Cómo se llama? Ah sí, Fronterizos.
–¿Estas sugiriendo que hagamos algo al respecto? Sera complicado intentarlo sin romper el acuerdo, hay que ver como lo sorteamos –comento la morcamin.
–En realidad no me refería a eso. Solo mantengámosle un ojo encima, para estar al tanto. En todas estas décadas he visto un par de agrupaciones iguales, me hago una idea de a dónde van.
–Si la cosa se pone mal podemos intentar tomar el control de ese grupo. Sería más fácil mantener y usar todo ese poder e influencia que están recolectando, sino solo volverá a dispersarse –dijo el hombre moreno también abriendo su botella para darle un sorbo.
La morcamin con rodete lo pensó un segundo. –Si eso les tranquiliza entonces está bien. Le diré a Bora que los vigile y nos informe cualquier acción que tomen.
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Editado: 11.10.2025