La cafetería Buen Placer se volvía bulliciosa por la tarde, específicamente luego de que la poderosa y brillante Saglamak llegara a la segunda mitad de su recorrido diario para ocultarse tras el horizonte. El lugar estaba lleno de personas de todo tipo: humanos, morcamins e incluso híbridos entre ambos, los hucamins; lo que significaba que el lugar estaba casi completo. Y a pesar de eso este era uno de esos momentos de extraña y frágil paz, todos ya estaban atendidos así que solo quedaba esperar a que a algún cliente le surgiera una necesidad o se levantara para pagar.
El negocio sin duda era popular, en general por su buena ubicación en la avenida principal, cerca de la plaza en el centro de la ciudad y no muy lejos de la Bóveda Celeste. Aun así, las instalaciones no eran muy grandes y cuando se llenaba tanto como en esta ocasión los empleados solían reunirse en la cocina, porque con tantas sillas corridas y tantas mesas podía volverse un poco complicado caminar, y era importante no molestar a los clientes.
Uno de los baristas, un Iluminado hibrido, estaba con la cintura apoyada al lado de una mesa metálica a la par que quemaba tiempo en Estrellanet. Bulent se aseguraba de que la inclinación de sus manos levantase la parte trasera del celular para arriba, cosa de que la luz solar que entraba por el techo de cristal pudiera llegar a las Sungers, las gemas transformaban la luz que absorbían en energía mágica que el celular usaba para funcionar. Se veía obligado a usar las dos manos porque tenía una herida vendada a lo largo de su brazo izquierdo y perdió algo de fuerza allí.
El joven estaba leyendo una publicación que había subió su amiga, cuando de repente escuchó la campana de la puerta sonar entre el mar de charlas de los clientes, no obstante ignoró el sonido porque estaba junto a sus compañeros y de seguro alguno de ellos querría encargarse. Solo que los segundos pasaron y ninguno salió de la cocina, justo cuando levantó la mirada para apreciar que sucedía se topó con sus demás compañeros baristas, mozos y cocineros observándole.
–¿Qué sucede? –preguntó descolocado, separando sin darse cuenta las gemas de su celular de la luz que tanto necesitaban.
Sus compañeros tenían rostros mezcla de sonrisa y maldad, Bulent no comprendía que pasaba hasta que una de las cocineras le dijo. –Creemos que tú vas a querer atender a este cliente. –El barista acercó su cabeza a la ventana, a donde la cocinera señalaba con el pulgar. Un muchacho de peculiar apariencia buscaba con sus profundos ojos negros un lugar donde sentarse, daba la impresión de que si no lo encontraba pronto el vacío oscuro de su vista absorbería a algunos clientes para hacerse un lugar.
–Ah, claro. Es Varnis.
–Debes tratar muy bien a ese cliente para que se volviera tan recurrente –soltó una moza tapándose la boca con una mano.
–Con la buena propina que deja yo también le lamería los pies –agregó otro cocinero.
–Parece que tiene mucho dinero, pero yo no escuché hablar de él antes. Ni redes sociales tiene, es muy raro. –balbuceó otra mujer mirando a los demás, como buscando una solución.
–Cosas de gente rica –contestó otro.
Para Bulent la única relación de amistad que tenía en su trabajo era Bora que solo viene en el turno nocturno, no le agradaban mucho sus demás compañeros y menos considerarlos amigos. Por lo que ese tipo de comentarios llegaban a molestarle. –Guárdense esas tonterías para cuando las constelaciones se apaguen –enervó el barista antes de salir de la cocina.
Un segundo seguido a que la puerta se cerrara la vista de su amigo ya estaba completamente sobre él, su cuerpo estaba acostumbrado a la sensación de oscuridad que trasmitían esos ojos negros. Ojos, peculiares. Esos rasgos le harían pensar a cualquiera que Varnis provenía de Hibernia MInor o que al menos tenían descendencia de ahí, pero el barista ya había confirmado que ese no era el caso así que apostaba más a que se trataban de modificaciones genéticas que le hicieron sus padres cuando nació. No era común encontrar personas así aunque tampoco imposible.
–Creo que vine en un mal momento –comentó Varnis dándole una segunda revisada al lugar y volviendo a acabar sin encontrar nada–. Sería mejor que venga otro día. –Bulent no sabía qué hacia él de su vida pero si era consciente de que solo podía hacerse un espacio en su agenda para venir cada tanto, y si ese momento no era el adecuado en el café tendría que resignarse a volver otra rotación en vez de solo esperar a que se desocupe una mesa.
Las palabras del hucamin se estremecieron, las esferas de luz flotando alrededor de su cabello titilaron como si trasmitieran un código. –En realidad si hay un lugar, es que no se si te parecerá el mejor.
–A ver. –El barista llevó a su peculiar cliente a una mesa ubicada al lado de una pared, la única vacía en toda la cafetería al parecer–. ¿Y qué tiene de malo? –cuestionó el cliente intentando buscar algún defecto.
Los ojos purpuras de Bulent fueron hasta la esquina de la pared, una abertura daba para un pasillo. –Ahí se encuentran los baños, hay un dispensador de perfume automático que se activa cada tanto pero igual puede llegar a salir olor… algo desagradable.
Cuando el barista regresó su atención al cliente se percató de que este también lo miraba, lo apreciaba y le entregaba una sonrisa. Una muy sincera, tal vez demasiado, de ese tipo que son muy raras de ver incluso cuando Bulent trabaja todo el día viendo personas hablar y “sonreír”.
–Me parece que no tiene nada de malo –concluyó Varnis y fue a sentarse.
Bulent se quedó de pie a su lado. –¿Qué te gustaría que te traiga? –sentía que ya no hacía falta llevarle la carta y el cliente tampoco se la pidió.
Llevándose una mano a su brillante cabello verde claro Varnis jugueteó con el mientras pensaba. –Ya pedí mucho café todas estas veces, tráeme algo distinto, por favor. –El barista asintió con la cabeza y se retiró, claro que su talento requería un cierto grado de preparación de la comida para tener efectos y aunque el cliente no lo hubiera especificado de igual forma lo haría así. Al final de cuentas la razón por la que Varnis venia era para sentirse feliz con el talento de aquel Iluminado.
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Editado: 05.11.2025