Soberano de Constelaciones

Estrella Nova 14

El calor de cada uno de los reportes daba la sensación de formar una pared ardiente, y todo guiado por el mismo objetivo de poder tomar buenas fotos de aquel evento. De la llegada del representante de Hibernia Minor a Elestial, de la reunión entre el Príncipe Segundo y la Erdemli.

El cerebro de Yulen estaba un poco fatigado porque no podía prestarle a la mujer de buen perfume toda la atención que se merecía, producto de los ruidosos periodistas y el sonido de sus fotos que le aturdían los oídos. Aunque para su suerte lograron salir rápido del puerto espacial, el recorrido fue mucho más corto de lo que imaginaba, sin duda debido a que tomaron una ruta especial ajena para los pasajeros más comunes.

Los fuertes gritos de preguntas y sonidos en general fueron menguando, la Chispa dentro del príncipe pudo apaciguarse hasta que lo único que quedó fueron los sonidos de pasos y respiraciones. Por un instante el sonido de un timbre se hizo presente, y al desaparecer le dio paso al susurro del viento; salieron del puerto espacial al planeta como tal.

Podía sentir con extremo cuidado como el viento rosaba su piel, su ropa, su cabello. Y era algo que se le dificultaba explicar, se detuvo por un segundo y las cuatro guardias Elfas Invernales hicieron lo mismo. Él no sabía cómo sería el cabello de ellas, dejando de lado su color plateado y que según el reglamento si era largo tendrían que tenerlo atado. Le hubiera gustado mucho poder apreciarlo y verlo ser movido, guiado por los vientos de este otro mundo alienígeno.

Algo que era completamente ajeno a él, o al menos lo era tanto como cualquier otro lugar desconocido al que uno podría llegar. Tal vez para alguien con visión como sus guardias sería un fuerte golpe y descolocaría mucho apreciar un mundo distinto, pero Yulen solo podía compararlo con estar perdido en un lugar desconocido. Sus sentidos podrían ayudarle un poco a hacerse una idea pero siempre dudaba de que fuera la imagen correcta.

Pudo escuchar con claridad como la mujer Erdemli dio unos pasos más, al percatarse de que sus visitantes dejaron de seguirla se detuvo y por el tintinear del metal de su ropa Yulen supo que se volteo a verlo. Él quiso darse este gusto, sus fosas nasales se abrieron en grande y respiró el aire, el viento, de este otro mundo <No es toxico> algo que ya sabía de ante mano pero igual quería asegurarse.

<Tampoco se siente como en casa>. No pudo sentir el frio que llevaba el viento, no pudo sentirlo recorrer su interior para llegar a los pulmones <El aire de este lugar está muy caluroso, si no fuera por el collar me daría la sensación de que podría llegar a quemarme> Podría decirse que estaba exagerando, o también podría ser que sus sentidos más desarrollados le permitían percatarse de eso. Era posible que sus guardias no lo sintieran tan así, tendría que preguntarles más tarde.

<Pero algo que está cristalino como escarcha es que este viento carece del toque de los Vindivus, no tiene su esencia divida>. Yulen era tan devoto como cualquier persona de su mundo lo seria, pero tampoco se dejaba guiar tanto por aquellas viejas tradiciones. Tuvo que contener una risa <Seguro que a los Marqueses de casa tratarían a este mundo de inferior por ello>.

Otra cosa muy importante que pudo sentir fue la cálida luz de la estrella en su piel. En su viaje de muchos soplos en el crucero espacial su cuerpo solo había recibido luz artificial, y el calor entre ambos tipos de luces era muy notable <¿Cómo será la estrella de este mundo? Tengo que preguntarles a ellas sobre eso también>.

A pesar de que existen al menos una docena de tipos de estrellas era sabido que no todas eran capaces de permitir el desarrollo de vida en los mundos, aunque la órbita de estos fuera en la zona habitable. Solo estrellas de tipo G, F, K o M podría generar vida. Gracias a comentarios de sus padres sabía que en su mundo natal el sol es anaranjado, pero tenía el presentimiento de que aquí seria de otro color, solo que también eso podría variar con las propiedades químicas de la atmosfera.

El Príncipe Segundo salió de su ensimismamiento cuando sintió la mano de una Elfa Invernal apoyarse en su hombro, al escuchar el susurro cerca de su oído identificó de quien se trataba. –Mi Alba Alteza, será mejor que continuemos. –Al instante ella volvió a tomar distancias.

Yulen fingió toser y regresó su atención a la Erdemli delante de ellos reconociendo su calor corporal <Me distraje mucho> ahora se sentía mal consigo mismo y lo que menos quería era arriesgar de cualquier forma la firma de los acuerdos. –Lo siento, me distraje un poco.

La voz de la mujer sonó libre de preocupaciones. –No se preocupe, sabemos que es su primera vez en otro mundo. Esa sensación desconocida y anti familiar, de que algo no encaja; suele ser muy común en los primeros viajes. –Hizo una pequeña pausa–. Si no le molesta podemos retomar el camino ahora.

El representante se acomodó los lentes negros que tenía puestos y asintió con la cabeza. –Sí, vamos.

Caminaron un par de metros más fuera del puerto espacial, sin duda debían estar en el estacionamiento porque Yulen podía escuchar todos los típicos sonidos de un auto: desde las ruedas girando, el motor andando y el combustible quemándose. De repente logró sentir más fuentes de calor cercanas, cuatro, parecían estar en una formación. Apostaba a que sería de pie en las esquinas del vehículo que usarían <Su propia guardia debe ser, me pregunto cómo estarán vestidos>.

Una de las Elfas Invernales se le acercó para apoyarle la mano en el brazo, escuchó el sonido del seguro de la puerta levantarse y esa misma guardia le ayudó a entrar en el vehículo. El interior tenía un buen olor a nuevo, detectó otro calor más dentro pero lo ignoró. Se concentró en sentarse bien, sus manos pasaron por los asientos y sintió su textura, muy similar a la de su planeta natal.

Después de que la Erdemli y sus guardias se subieran también al vehículo fue que Yulen llevó su rostro directo al nuevo calor de alguien desconocido. –Un placer. –Lo escuchó moverse, sin duda estirando su brazo para intentar darle un apretón de manos, el Príncipe no sabía con exactitud en que parte estaría la mano y por miedo a no atinarle a la primera decidió rechazar el apretón.




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