La sonrisa del peculiar cliente regular era constante y genuina, cada sorbo que daba provocaba que una cálida y amigable luz aumentara su brillo dentro de su cuerpo. Algo que inevitablemente lo llevaba a estar muy alegre, se volvía más tranquilo y positivo; sentía como si estuviera abrazando una decena de suaves peluches nuevos. Especialmente estaba tranquilo tomando en cuenta la situación actual del lugar.
La cafetería Buen Placer se encontraba algo vacío debido a la hora, tenía una capacidad para decenas de personas y ahora no llegaban ni a las 10. Algo demasiado relajante, solo era Varnis sentado en paz sin nadie que lo molestara, algunos ocasionales susurros de charlas de otros clientes, la televisión colgando de la pared con las noticias puestas y los árboles que trepaban por las paredes y caminaban por el techo.
Pero algo más se sumaba a ese escenario, algo distinto. Las hojas azules de los arboles blancos se volvían grises por la nueva estación entrante, de toda una rama más de la mitad eran grises y de todas esas un tercio ya se habían caído al suelo. Un mesero pasaba cada tanto con una escoba y pala para barrer todas las hojas.
Después de que Varnis le diera un sorbo a su taza logró escuchar la puerta de la cocina abrirse, sus profundos ojos negros giraron a esa dirección como un agujero negro en búsqueda de estrellas para devorar. Solo que la luz de la estrella que se aproximaba era tal que no podía devorarla, iría en contra de toda ley física e instinto cósmico para evitar destruirlas y en su lugar las apreciaba como la belleza que eran.
A diferencia de cuando entró ahora Bulent cargaba una caja de cartón que parecía estar llena de algo <Parece pesada, y aun asi no tiene problemas para llevarla> pensó el cliente. Supuso que le dio otro sorbo a su café porque estaba alegrándose más, aunque no fue el caso, su felicidad ahora solo se debía a que el barista se acercaba a su mesa.
Cada uno intentaba disimular su sonrisa, solo que ambos fallaban al final. De todas formas una vez que el barista llegó a la mesa intentó fingir desdén. –Ah, asi que sigues asi.
Varnis no podía no verlo con deleite, apreciar las pequeñas esperas de luz que aparecían en su cabello y bajaban como gotas de agua hasta desaparecer. Su buen peinado y brillantes ojos purpuras, algo forjado con delicadeza por las propias manos de las Doncellas. –Obvio –contestó casi al instante–. Tenía que quejarme con alguien del horrible servicio que dan aquí. Me atendió un barista re inútil.
Bulent no pudo con eso último y se le escaparon las carcajadas. –Claro, solo espero que ese barista inútil no lo sea tanto como para colocar las lámparas.
El peculiar cliente regular, con un brillante cabello verde claro, no entendía porque era asi. En su vida cotidiana no actuaria de esta forma jamás, ni de broma diría insultos o seria despectivo de esa manera. Y de todas formas, relacionarse con ese hibrido entre humano y morcamin lo llevaba a actuar de esa forma sin darse cuenta ¿ese sería su verdadero yo acaso? ¿O solo la personalidad que desarrolló para él? Otra cuestión más importante le surgía ¿Bulent actuaria igual con otras personas o de la misma manera con él? Hmmm no estaba tan seguro de querer saber la respuesta para eso último.
Saliendo de sus pensamientos Varnis vio al barista colocar la caja en la mesa al lado de la suya, una mesa que estaba vacía. Abrió la caja y del interior sacó varios cilindros metálicos, en su mitad cada uno tenían incrustado una gema celeste con manchas blancas. Eran linternas. –¿Quieres que te ayude?
–Me gustaría, solo que no puedo. Si mi superiora ve a un cliente ayudándome me mata.
–Vamos, no pasará nada. –El joven se dio cuenta, tampoco acostumbraba mucho a insistir en las cosas. Hace poco lo había hecho y esta era su segunda vez, le era fácil llevar la cuenta porque realmente casi nunca insistía en nada, suele hacer lo que le dicen.
–Enserio, no puedo dejarte. Me lo van a recriminar severamente.
Recibir otra negativa lo hizo entender, desarmó el amague de su cuerpo de levantarse y volvió a acomodarse en la silla. Le pesó un poco más recibir otra negación de Bulent asi que se apresuró en darle un sorbo a la bebida e su taza. –Como digas. –Casi se escuchaba como en su cotidianeidad. Pero el café no tardó en animarlo–. El Sonbaharan llega muy rápido –dijo.
–Más de lo esperado, por eso ya me hicieron sacar las cosas porque no creo que lleguemos a esta noche con luz. –A la par que él decía eso sacaba el plástico protector de los cilindros metálicos. Se paró sobre una silla y pegó un lado del aparato a la pared, aprovechando la potente ventosa de plástico que tenía. Por ultimo presionó un botón para ver si encendía la luz de la otra punta y al ser el caso pasó a la siguiente.
A pesar de no tratarse de una tarea muy difícil de todas formas Varnis notaba la concentración del barista para hacerla, no quería molestarlo o distraerlo mucho asi que se volteó para ver que decían en las noticias de la televisión. Agradeció de que por fin, por un momento en el rotación, ya se dejara de hablar del incidente de la Estrella Soberana de hace rotaciones y pasaran a informar otra cosa.
En este caso el furor del momento, la noticia en la boca de todos, y el tema del que se llenaban las publicaciones de Estrellanet era el mismo. La llegada de un representante del planeta Hibernia Minor para la firma de un trato de negocios, un grupo de reporteros en el estudio hablaban sobre el tratado que llevaba planificándose en la Cofradía Interplanetaria en Selenia, y que ahora por fin se llegó a un acuerdo para empezar.
En simultaneo se mostraba un video del príncipe representante, tenía una nariz aguileña y un peinado muy raro, además de lentes de sol cubriendo sus ojos. –¿No te parece muy peculiar? –Varnis le habló a Bulent sin darse cuenta, por impulso. El barista seguía en lo suyo pero hizo un sonido con su boca cerrada para darle a entender que lo escuchaba–. Cuando se habla de otros planetas uno pensaría que hay aliens deformes y grotescos, o algo asi. Pero son prácticamente humanos.
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Editado: 05.11.2025