Estrella Nova 17

El suave resplandor de las hojas azules iluminaba a ambos costados del elegante corredor lujoso, la luz permitía resaltar los detalles dorados en las paredes de terciopelo rojo. Una larga alfombra mullida se extendía debajo de los pies de Varnis, acunando cada uno de sus pasos mientras se dirigía a la habitación del príncipe.

Colgando de las paredes, de forma simétrica, había cuadros de tela negra con distintos puntos amarillos, azules y naranjas pintados. Las pinturas formaban las constelaciones del cielo y era tan realista que no parecía un dibujo de pintura, sino más bien una fotografía enmarcada del cielo nocturno. Específicamente de las constelaciones zodiacales de las Doncellas.

Estaban la Doncella del Hogar Aelia, la Doncella de la Maternidad Annalik, la Doncella de la Justicia Eirene y así seguían y seguían los cuadros. Varnis estaba acostumbrado a los lujos y lugares de esta gama, por eso podía admitir que no era cualquier hotel en el que se hospedó el representante de Hibernia Minor, sino que el mejor de la capital.

Aunque los cuadros no eran solo de decoración, en su parte superior tenían pequeños cilindros metálicos que parecían formar vías de tren. Y por encima de ellos pasaban las blancas ramas de los árboles, que iban haciendo crecer sus hojas para poder iluminarlo todo <Nunca pensé que estaría haciendo algo así> soltó una carcajada para sus adentros el joven. Delante suyo movía un carro de metal de la cocina con todo lo que habían preparado, había varias tazas con distintos tipos de café y muchos postres. Algunos comprados y otros preparados por ellos.

Más adelante de Varnis el pasillo se dividía como una T. Sabiendo a donde llegar dobló el carrito a la derecha y continúo, no obstante, las ruedas del carrito se detuvieron sin poder avanzar mucho. Pero eso fue algo debido al propio Varnis quien notó a alguien más caminando por el pasillo, la otra persona tenía un elegante traje de colores mostaza, granate, amarillo oscuro y naranja; su corte de pelo era propio de ser popular en otro planeta y tenía puestos unos lentes de sol a pesar de estar en el interior de un lugar.

De todas formas, lo que más llamó la atención del joven de encontrarse al príncipe caminando por ahí fue que iba casi pegado a la pared. Con cada paso que daba su mano avanzaba sintiendo con cuidado la textura de las paredes, algo que le pareció un poco extraño. Además de que los lentes de sol que usaba debían ser muy oscuros, e impedirle ver, porque el representante de otro mundo no pareció percatarse de la presencia de Varnis hasta unos segundos después. E incluso no fue muy exacto cuando levantó la vista para verlo.

<¿Me vio? ¿Qué debería hacer? Es alguien de la realeza, tendría que acercarme y hablarle, mostrar respeto ¿o le parecería descortés que un “plebeyo” hiciera eso?> Tratar con la realeza de otro mundo era incluso más difícil que hacerlo con una Súper Estrella en su opinión, y nunca había estado en una situación así. Se dio cuenta tarde de que le temblaban las piernas al igual que su labio inferior.

Recordó lo que le dijeron e intentó tranquilizarse, respiraba lento y en grandes cantidades, puso su mente en blanco y logró calmarse <Bulent me pidió que fuera a entregarle su comida al príncipe, y lo tengo delante. Así que no debería ser tan malo acercarme>. Con esa conclusión en mente volvió a poner en marcha las ruedas del carrito.

El príncipe había estado moviéndose por el pasillo y para cuando Varnis se le acercó ambos estaban a la mitad ya. Cuando el carrito estuvo demasiado cerca del representante este se detuvo y de a poco fue alejándose de la pared, el carrito pasó a su lado y el joven que le llevaba la comida se frenó a un costado. –Su alteza, que casualidad encontrarlo aquí. Justo iba en camino a dejarle la comida.

La concentración del príncipe recayó en el rostro de Varnis. –Ah sí, solo salí a estirar un rato las piernas. Me sentía un poco agobiado después del largo soplo que tuve hoy.

Varnis entendía eso mucho mejor de lo que el propio príncipe podría imaginar, muchos ruidos y sensaciones juntos pueden volverse estresantes. Y eso llegaba a perjudicar mucho la vida cotidiana de uno. El príncipe siguió hablando. –Igual ya tuve suficiente, ahora que esta la comida regresaré a la habitación.

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Yulen reflexionó por un segundo lo que tenía que hacer <¿Debería volver con este tipo al cuarto? Sería raro si no, además, hace rato que me escapé sin que las guardias lo sepan. Seguro las tranquilizara más si llego con alguien, podría excusarme en que fui a preguntar qué tal iba la comida, aunque no quiero meterlos en problemas a ellos>.

Sin poder llegar a una conclusión los sentidos del príncipe se activaron, logró percatarse de otras dos fuentes de calor corporal ingresando al pasillo a sus espaldas. Solo que no se trataba del calor corporal normal que sentiría en un ciudadano en la calle, este fuego tenía unas intensiones muy palpables y poco buenas.

Antes de poder hacer algo, o permitirle al compañero del Iluminado hacer algo. Yulen, siguiendo el calor corporal de quien tenía a su lado, se le acercó rápido y lo agarró con fuerza del brazo. Eso le permitió hacerse una idea de a que altura estaría su cabeza, así que se le acercó al oído y susurró –¿Quiénes son las personas que vienen por detrás?

Con su sentido de la audición logro notar la respiración acelerada del joven por sus repentinas acciones, seguido hubo un pequeño momento de confusión al que le siguió una respuesta. –Ahhhh son solo dos mucamas hablando.

<¿Sería muy arriesgado sacar la nieve mágica? Maldición, no traje mis joyas de la nobleza. No podré hacer mucho>. No es como si las joyas o la nieve mágica fueran un secreto absoluto, de seguro algunas personas de este planeta habrían escuchado hablar sobre eso. Pero con la información teniendo que viajar tantos años luz la teoría real se mezclaba mucho con los mitos, al igual que como ocurre en su planeta sería raro que un civil común sepa mucho sobre cómo funciona la magia de otro planeta. Aunque tal vez los Selenianos quedaban exentos de eso.