Soberanos De Entelequia

CAPÍTULO 9 - SOBERANO DEL ARRABAL

Ocho días. Meltemi no podía creer que hubieran pasado ocho días desde el ataque al heredero de Manigua. Estaba convencida de que el traslado con un Orbe Cerúleo era instantáneo. Ella no había tardado tanto en llegar al Lar Orbital en Aterido. No le salían las cuentas. Había estado suspendida en la nada del viaje entre cubiertas durante varios días. Era imposible. Estaba completamente conmocionada por no tener explicación a su situación. Pero, por otro lado, estaba en Heredia. Sus planes habían salido un poco torcidos, pero su objetivo final estaba un poco más cerca. Sin embargo, había un problema grave, ella no debería estar allí. Había salido corriendo del Orbe de forma muy sospechosa, pero, por supuesto, nadie estaba esperándola varios días después. Tenía que arreglarlo de alguna manera, pero también podía permitirse disfrutar un poco de la situación. Lo mejor sería ser discreta durante una temporada para asegurarse de que nadie la buscara. No le quedaba demasiado dinero después de haber pagado por un viaje a Vergel que no había realizado, así que debía buscar un trabajo rápidamente. Tal vez con este inconveniente no sería su trabajo a la primera.

Al descender del barco siguió la corriente de la multitud, y acabó detenida al final de una fila de personas. Alzó la mirada para comprobar que acababa en una de las puertas de una muralla que le impedía adentrarse en la isla. Otro impedimento más que no la derrotaría. Su destino estaba más allá. La llamaban la plaza del hado. Aquellos capaces de pasar las pruebas y dispuestos a trabajar duro tendrían la oportunidad de alcanzar su destino. Demostrar su destreza y dedicación para alcanzar un trabajo estable y tal vez una posición distinguida al servicio de un heredero. No era que a Meltemi le hiciera especial ilusión trabajar al servicio de nadie, pero todo era parte de su plan. Unos años aprendiendo junto a los mejores expertos en cada materia y nada la detendría entonces. Aprender todo lo que no había podido cuando le correspondía, hacerse un nombre, una buena reputación y entonces podría hacer lo que quisiera e ir a donde se le antojara. Después de una vida sintiéndose encerrada, sin futuro, sin opciones de avanzar, estancada en la nada, ese era su sueño, su objetivo, su destino. Sería libre al fin.

Mientras esperaba pacientemente perdida en sus ensoñaciones, empezó a escuchar un alboroto tras ella. Grandes gritos y expresiones de ovación y asombro. Meltemi y se giró y alzó la vista siguiendo la mirada de los presentes. El joven que había causado gran conmoción en el barco al desvelar la identidad del Arca Crisol “fragor cerúleo”, conocido por todos por ser una brutal bestia durante la guerra de los Arcas, estaba suspendido en el aire a poca altura y sin ningún apoyo ni esfuerzo.

—¡Es el heredero Alter de Colinas Radiantes! —clamaron varios.

En Heredia, los soberanos eran considerados dioses y los herederos eran tratados de forma similar. Meltemi no compartía su gran devoción, pero al ver a aquel hombre allí volando no podía evitar pensar que aquel lugar iba a ser fascinante y tenía mucho que ofrecerle. El joven de repente sonrió pletórico a la multitud, con una sonrisa que a Meltemi le pareció demasiado estudiada, y se alzó aún más en el aire hasta hacerse tan pequeño que era casi imperceptible a la vista. La gente bajó la vista de nuevo a su vida, curioseando y cotilleando encantados, y todo pareció volver a su lugar, como si los herederos no fuesen más que un sueño momentáneo, una fantasía breve, pero en verdad eran tan reales y estaban tan vivos como cualquier otra persona de allí. Buscó con la mirada el lugar donde había estado el heredero suspendido a baja altura y le dio tiempo a ver como el Crisol “fragor cerúleo” aprovechaba el barullo para perderse entre la multitud alucinada, tirando de su delgado compañero y sin esperar siquiera a la joven que les seguía habilidosamente sin apoyar una pierna ayudada por unas muletas.

Meltemi empezó a ponerse nerviosa mientras esperaba escuchando las conversaciones de la gente alrededor. Según se acercaban a la puerta de la muralla los veía revolver entre sus equipajes y se llamaban unos a para enseñarse unas credenciales identificatorias. La suerte de Meltemi de nuevo truncada. Parecía necesario algún tipo de documentación para cruzar. Tocó el hombro de la anciana solitaria que estaba justo delante de ella en la fila.

—Disculpe —sonrió queriendo ofrecer total inocencia— ¿qué acreditación solicitan aquí?

La mujer se sorprendió un poco al principio, pero enseguida la observó con cuidado colocándose unas grandes gafas y le respondió con amabilidad.

—¿Es tu primera vez en Heredia, jovencita? —le preguntó. A lo que Meltemi asintió dulcemente—. Estás de visita para verlo a los herederos —pronunció afirmándolo directamente—. Sí, sí, por supuesto. Es un gran evento —comentó.

Una Jinn. Claramente tenía que ser una Jinn por la forma en la que hablaba. ¿Por qué todas las personas que se encontraban cuando tenía que pasar el tiempo sin hacer nada eran agotadores y charladores Jinn? Con lo que le gustaba a ella perder el tiempo de esa forma.

—Exactamente, estoy de visita y es mi primera vez —dijo sin perder la compostura—, así que estoy un poco perdida sobre lo que tengo que entregar aquí.

—Todos los turistas tenéis que tener una acreditación propia que indique los días que vais a pasar en Heredia. Hay un límite. Sí, sí, por supuesto.

—No vamos a quedarnos aquí para siempre —rio Meltemi un poco nerviosa—. Habrá que volver al hogar en algún momento.

—Sí, sí, por supuesto. Eso digo yo. Mas te sorprendería las cosas que se oyen por ahí —formuló, pero sin darle demasiada importancia—. Deberían habértelo dado en el Lar orbital. Seguro que con tanto trajín se les ha pasado. Hacía mucho tiempo que no teníamos tanta afluencia por aquí.



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En el texto hay: fantasia, destino, magia

Editado: 01.08.2025

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