Soberanos De Entelequia

CAPÍTULO 10 - ASCENSIÓN

Alter observaba desde su isla de heredero de Céfiro el espectáculo de luces y bestias que estaba ofreciendo Edén. Se sorprendió como cualquiera al ver emerger el alkaid de las aguas. Incluso se puso de pie de un salto y agudizó la vista para poder ver mejor. Vio su actitud calmada al subir al lomo del gigantesco animal, como si de un tranquilo megrez se tratara, y navegar con él alrededor de la cascada de ascensión a su isla. El animal incluso se sumergió manteniendo a todos los presentes con el corazón encogido sin saber si Edén sería capaz de volver a la superficie. El agua formó oleaje cuando la bestia tomó impulso desde el fondo agitando tu fuerte cola como un látigo y saltó del agua para remontar la cascada desafiando la gravedad hacia la isla del heredero de Manigua. Mientras subía, Alter pudo desentrañar las facciones del joven que montaba a lomos de la criatura. Henchido de alegría y confianza, Edén se aferraba firmemente a los cuernos sin mostrar temor alguno a caer. Había parecido muy tímido y asustadizo esa misma mañana, pero ahora era capaz de tratar como a un igual a aquella bestia a la que todos temían. Alter estaba muy sorprendido, pero podía comprenderlo. Era igual de natural como volar para él. Que Edén tuviera miedo de aquel animal era como pretender que Alter tuviera miedo a las alturas, sencillamente un sinsentido. Era la expresión de su abrumador maná envolviéndole cada fibra de su ser. Al terminar de subir la cascada, el alkaid saltó, se aferró a la isla flotante con las garras de sus seis patas y escaló hasta erguirse firmemente sobre la superficie junto al acantilado. Ágilmente Edén descendió de él e, ignorando la importancia del momento y a la multitud que le observaba fijamente desde abajo, se dedicó a acariciar al alkaid como si de una fiel mascota se tratara. El animal alargó su cuello al cielo, abrió sus fauces mostrando unos largos y afilados colmillos del tamaño de espadas y rugió de manera tan atronadora que la Tierra entera tembló. El estómago de muchos se encogió por el increíble alarido que se asemejaba a cien tormentas juntas, pero Alter se estremeció por otro motivo. Podía sentir el maná en el aire y la advertencia que le habían dado cobraba sentido al ver aquella escena. Edén se tapó los oídos y al cesar el aullido se echó a reír alegremente y volvió a acariciar el cuello del animal despidiéndose de él. Todos le vieron marchar de nuevo cascada abajo y sumergirse en las profundidades. Alter, en cambio, se mantuvo observando el rostro de Edén. Fue justamente cuando el animal le abandonó y se giró hacia el vacío, observando desde arriba hacia la enorme isla de Heredia, con toda aquella gente mirándole y pendiente de él, que perdió por completo la confianza y sus rodillas flaquearon. Para salvarle, un níveo alula, brillando en la oscuridad, corrió hasta él y se subió a su hombro de un salto. Con ello, y al darse cuenta de que no estaba solo, sino que Crisol y la consiliaria Halo ya le acompañaban y se habían colocado justo detrás de él, consiguió mantenerse firme y volver a sentirse seguro incluso ante ella aquella multitud. Alter sabía lo que era haberse mantenido escondido tanto tiempo y de repente ser lanzado a semejante exposición. Absolutamente aterrador, aunque, por su personalidad, Alter había sabido disimulárselo a todos bastante mejor. Era agradable tener con quien poder ser frágil y no fingir. Edén alzó la mano para saludar con una sonrisa que el gentío no podía ver, pero que Alter sabía que no era la misma que había tenido al ascender sobre la bestia. Ahora era más tímida, forzada y temerosa. Quizás aún había esperanza y realmente Edén no estaba disfrutando de todo aquello. Las palabras de advertencia del vaticinio se agolpaban y repetían en su mente una y otra vez sin poder olvidarlas. Todo aquello parecía un muy mal augurio. El destino llamaba a su puerta y demasiadas cosas estaban más en ese mundo. Debían estar seguros de cada paso a dar a partir de ahora. Alter sentía que podía estar presenciando el principio del fin.

En una era en la que la paz es falsa y la verdad ha perdido su ser.

En la que se teme al débil que finge ser fuerte y los fuertes son reprimidos bajo un sentimiento de menosprecio autoimpuesto.

Cuando haya pasado tanto tiempo que los inocentes sometidos no recuerden la libertad y hayan olvidado luchar por su tierra.

Entonces los grandes héroes regresaran.

Las fuerzas de la naturaleza se doblegan ante las dimensiones sacras cerúleas que se retuercen para resurgir de su estadio durmiente. Movimiento, instinto, luz, crecimiento, gravedad y morfología.

El maná ofrece su poder a la Terna Lunar invitándonos a regresar el verdadero equilibrio.

Los temerarios temerosos no estaréis solos cuando el caos se cierna sobre todos.

Cuando la tierra tiemble con un llanto.

Cuando los reyes del mar se dobleguen y las aves bailen con el fuego.

Cuando cien mil ojos se deslumbren con un mismo espejismo.

Cuando el lodo se torne en verde pasto.

Cuando un ladrón en apariencia tome su lugar de rey.

Cuando la furia haga que se alcen las rocas y todo lo anclado al suelo.

Defiende al inocente.

Sé el rayo de esperanza.

Vence al impostor.

Libera la sangre soberana y arrodíllate.



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En el texto hay: fantasia, destino, magia

Editado: 02.05.2025

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