Sobre el beso de aquella noche

p r e f a c i o

Me emborracharé esta noche de nuevo para sentir un poco de amor. 

Drunk, Ed Sheeran.

Sabía que estaba mal. Lo sabía muy bien, pero eso no me impidió acercarme a la pareja e interrumpir su transmisión de saliva. En ningún momento me sentí culpable, incluso sentí cierta satisfacción al ver la cara de la desconocida contorsionarse de enojo al separar a Jared de ella y de sus afiladas garras.

Cuando tuve a Jared lo suficientemente lejos de la arpía, no dudé ni un segundo en darle un fuerte zape en la cabeza.

—¿¡Me puedes decir que estás haciendo!? —grité enojada.

—¡Auch! —exclamó, sobándose en donde mi mano lo había golpeado. Era un exagerado, ni siquiera le había golpeado tan fuerte.

—Nada de "¡auch!" —dije jalándolo del brazo. Si Mare me viera así, seguramente diría algo sobre un instinto materno, pero no era eso. Tontamente, le había prometido ayudarlo si lo veía cometiendo alguna tontería y él había hecho la misma promesa.

—No entiendo el uso de violencia, además, ¿qué demonios pasa contigo?

—¿Qué pasa conmigo? —pregunté más molesta aún —. ¡Te acabo de hacer un favor!

—El quitarme un vaso de licor no hará que deje de tomar —dijo con sarcasmo. Sentí tantas ganas de golpearme a mí misma una y otra vez o en un mejor plano, golpearlo a él. Y eso hice. Golpeé su brazo un par de veces.

—¡No te quité un vaso de licor! ¡Te quité a la garrapata que casi te traga! Pero allá tú si deseas regresar con ella —me giré y apunté —sin descaro alguno con el dedo— a la chica morena que me acuchillaba con la mirada a lo lejos. Tuve miedo de que en cualquier instante sacaran armas afiladas y junto con sus amigas se me lanzaran a la yugular.

—Oh Dios. Allí va mi dignidad —rodé los ojos. Era un dramático, pero en parte tenía razón, un lío con una chica así, me daría pena hasta a mí. Me quedé unos segundos más escuchando como se quejaba hasta que me cansé y di media vuelta para irme. Aún estaba ebria; mis mejillas ardían y sentía cierta ligereza, ya estaba mal.

No avancé mucho porque Jared me tomó del brazo y me hizo volver. Quedamos demasiado cerca.

—¿Qué te crees? No me puedes dejar aquí, no cuando ella me mira como un trozo de carne en plena escasez de comida.

Su aliento chocaba con mis labios.

—¿Y qué quieres que haga?

—Quédate —dijo lentamente, arrastrando sus palabras y haciéndome temblar. La distancia que nos separaba era peligrosa, demasiado peligrosa. Sentí sus manos bajar de mis brazos hasta juntarlas con mis manos. En comparación con mis manos, las suyas eran cálidas y su calor se sentía demasiado bien.

—Te advierto que, si las locas de sus amigas y ella me hacen algo, te haré pagar por los daños —solté con una risita tonta, en un vago intento de disipar el ambiente entre nosotros, pero no funcionó.

—Descuida, estás conmigo, nada te pasará —dijo aun más cerca de mí. Me estaba poniendo nerviosa, y sentí que las cosas podrían empeorar cuando sus manos se fueron directo a mi cintura. ¿Por qué no hacía algo? Su cercanía y el aroma de su perfume me tenían tan embelesada que no pensaba con claridad.

Con movimientos lentos, tocó el dobladillo del top y luego sentí su mano contra mi piel. Sin dejar de mirarme, jugueteó con el costado derecho, primero tocaba lentamente con las yemas de los dedos y luego hacia un movimiento rápido. Me robaba el aliento, pero no lo demostraba, aquello no estaba bien, y a pesar de que sabía que no estaba bien, no hacía algo para impedirlo.

Con la mano libre, tomó la mía y la subió hasta dejarla en su cintura. Empuñé la tela de su playera y una vez seguro de que no la soltaría, hizo un camino lento por mi brazo hasta llegar a mi mentón. Lo tomó con delicadeza y pasó sus dedos sobre mi mejilla. Quise cerrar los ojos, pero sentía como si eso le diera el control y jamás.

—Por cierto, gracias —dijo de pronto.

—¿Por qué?

—¿Y todavía lo preguntas? —sonrió de lado —. Me salvaste de arruinarme más.

—No creo que hubieras podido hacer algo peor —reí. Sin embargo, era más como una mueca, sentir una mano en mi cuello y la otra jugueteando en mi cintura no me dejaba reaccionar como era debido. Dios, se sentía bien.

—De igual manera... gracias.

Maldición. Su sonrisa me estaba matando, la manera de verme y la forma de acariciarme, mis mejillas estaban más calientes que antes y estaba muy segura de que no era causa del alcohol.



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En el texto hay: romance joven

Editado: 10.03.2018

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