Sobre Hielo

Capítulo 7

CAPITULO 7

—No está tan mal —dijo Chase, al terminar el entrenamiento.

—Nada del otro mundo.

Maldito cabrón...

Qué vocabulario, pareces que eres una anciana en tiempos de escasez.

Shh.

Vale, nos callamos.

Después de la práctica, todo el equipo se dirigió hacia los casilleros. La conversación fluía sin mucho interés; bromeaban sobre las desventuras del día anterior, pero yo no estaba para historias. Me quité los patines en silencio, totalmente concentrada en mi propio mundo.

Hasta que...

¡Casi se me salen los ojos de la cara!

Los chicos empezaron a despojarse del uniforme, dejándolos a un lado hasta quedarse solo con su ropa interior.

¿QUÉ... ES... ESTO?

¡Hija de perra!

¿A qué eres una suertuda, eh?

No pude articular palabra. Mi rostro pasó de una expresión tranquila a un atónito pasmo. La escena se me clavó en la cabeza como si fuera un mal sueño del que no podía despertar. ¿Por qué estaban tan... libres?

De repente, Aiden, el hijo de su madre, me dio un empujón, y casi caigo de espaldas de la banca donde me había quedado congelada.

Mi cara —petrificada— quedó justo frente a su...

¿Lo digo?

¡Pecadoras!

¡Pecadoras, absolutamente todas ellas!

Y ahí estaba, justo frente a sus... ¡Ay, Dios santo!

¿Dios me ama, cierto?

Estoy en el cielo...

Su bulto era algo que no podía evitar mirar. Demonios, era la maldita torre iffel.

—¿Qué te pasa? No seas un bicho raro —dijo Aiden, alzando una ceja, con una mirada llena de desconfianza mientras me observaba, como si fuera yo la que estuviera haciendo algo fuera de lo común.

Seguramente sabe como usar esa cosa.

Entreabrí los labios, intentando decir algo, pero mis palabras simplemente se desvanecieron en la punta de mi lengua, como si se evaporaran antes de salir. El calor subió por mi cuello, colándose dentro de mi cuerpo sin previo aviso.

Ya piensan que eres una mariquita.

No actúes como una loser, porfa.

Me aclaré la garganta, como si eso pudiera ayudar, mientras apretaba los puños, tratando de mantener la compostura.

—¿No te vas a quitar el uniforme, Alex? —inquirió Logan, mirando de reojo, pero sin apartar la vista de su casillero.

Mi mirada bajó directamente a sus nalguitas redondas y ajustadas.

¡Tenía incluso más que yo!

Al levantarme, Aiden se cruzó de brazos y se plantó en mi camino, bloqueándome con una sonrisa traviesa.

—¿Qué pasa, capi? —intenté bromear, tratando de aligerar la atmósfera tensa con un tono juguetón.

—¿Por qué no te quitas la ropa?

¿Ahora quién es el pervertido?

—¿Que pasa, bro?, ¿me quieres ver desnudo?—dije, alzando una ceja de manera retadora.

Aiden pareció pensativo por un segundo, antes de voltearse quedando frente a su casillero.

Por detrás, su culito andante era un zic zac. Eran redonditas, más bonitas que las de Logan.

Me gustaban más sus nalguitas.

Basta, pervertida.

—Iremos a la cafetería del campus —me dijo Chase, apoyándose en el casillero a mi lado—. ¿Quieres venir?

—Oh, claro.

Mientras los chicos se cambiaban, fingí estar en una llamada. No podía cambiarme frente a ellos. Si lo hacía, no solo verían mi torpe intento de tapar mis pechos, sino también mi pantaleta de Pucca, y eso definitivamente no era algo que quería que nadie notara.

—...¿Lo dices en serio, Julián? —dije, soltando lo primero que se me ocurrió. ¡Dios mío, todos me están mirando! —Sí... No... Te dije que no te metieras con esa chica —Chase y Logan me miraban, atentos como si estuvieran observando una telenovela dramática.

—Joder... no... ¿qué...? Tío, no llores... —Logan frunció el ceño, claramente incómodo, como si saber que un hombre llora fuera lo más aterrador del universo.

Ambos hicieron una mueca, claramente desconcertados, como si estuvieran viendo una escena de un drama de domingo por la tarde.

—Idiota, dile que se folle a su amiga y de inmediato irá corriendo a sus brazos —soltó Chase.

—Te esperamos en la cafetería.

Asentí en su dirección, fingiendo que estaba súper ocupada en el teléfono, como si estuviera resolviendo una crisis mundial.

—...¡Te dije que no llores, Julián! —solté, en voz alta, como si fuera parte de una película dramática.

—No puedo con los hombres afeminados —dijo Chase, poniéndose una mano en la cara dramáticamente.

El machote Chase.

Logan, en lugar de tomarlo en serio, soltó una carcajada que hizo eco por todo el vestuario.

En cuanto salieron, dejé escapar un suspiro de alivio. Me había salvado otra vez.

Me cambié rápidamente a unos pantalones básicos, un jersey y un abrigo. Al ver mi reflejo en el espejo, sonreí como una psicópata, como si fuera una villana de película.

—Si fueras de verdad, me enamoraría de ti —dije en voz alta, lanzando un beso al espejo.

Pero justo cuando estaba disfrutando de mi momento de egocentrismo, algo me hizo pegar un respingo. Al mirar hacia el reflejo, vi a Aiden detrás de mí, observándome con una expresión de sorpresa y confusión, como si acabara de ver a un alíen en el vestuario.

—Sabía que no eras normal del todo. —dijo, levantando una ceja, sin apartar la mirada de mí.

Intenté disimular con una risita nerviosa, pero la tensión en mi cuerpo me hizo sentir como si estuviera atrapada en una pesadilla.

—Solo estaba... —intenté explicarme, pero no tenía ni idea de cómo justificarme.

—Aumentando tu ego —completó él, sin dejarme escapar.

—¿Por qué volviste? —La pregunta salió de mi boca más acusadora de lo que quería. Mi tono casi parecía un reclamo.

Aiden ignoró por completo lo que acababa de decir y, sin perder el ritmo, agarró el teléfono que estaba sobre la banca.

¿Le dirá a los chicos lo que acaba de ver? Pensé, sintiendo la ansiedad subir como un volcán a punto de entrar en erupción. Pero, como si pudiera leerme la mente, soltó:



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En el texto hay: amorodio, romance, hielo

Editado: 03.01.2025

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