Sobre Hielo

Capítulo 10

CAPITULO 11

Los entrenamientos fueron una pesadilla. Aiden no dejaba de gritarme, y cada vez que lo hacía, sentía que mi paciencia se derretía más rápido que un helado en pleno agosto. Me imaginé que si pudiera ser una varita mágica, estaría tan encendida de furia que quemaría todo lo que se me cruzara, incluidos los calcetines de Aiden (no me importaba que fueran nuevos, la justicia era la justicia).

Llevamos unas dos horas practicando y, como siempre, los chicos apenas abrían la boca eran como robots programados: Aiden gritaba, ellos cumplían. Fin de la historia. Yo, sin embargo, aún me sentía como la novata que no sabe cómo hacer que su café salga sin que explote en la máquina. No me acostumbraba aún al equipo. ¿Y qué tenía que ver eso con Aiden? Absolutamente todo, y mi rabia hacia él era proporcional al hecho de que cada vez que me miraba, la convicción de que me daría un ataque de nervios crecía.

Antes de irnos, Logan me detuvo. Me sentía como si estuviera atrapada en una versión extremadamente aburrida de "El Resplandor", me giré rápidamente. ¿Qué sería ahora? ¿Una nueva orden de Aiden? ¿O tal vez me iba a pedir que me lanzara en picado desde el techo para hacer una entrada épica en la próxima reunión?

—Espera, Alexandre.

Logan, el chico aparentemente cool con el rostro de alguien que jamás te diría lo que piensa pero siempre tiene una sonrisa, hizo una pausa dramática, como si estuviera tratando de encontrar la forma más épica de pedirme un favor sin parecer desesperado.

—¿Podrías... —Logan pausó, como si encontrar la palabra correcta fuera más difícil que escribir la biografía de Shakespeare—, podrías pasarme el número de tu hermana y presentarla?

¿Perdón?, me sentí como si me hubiera caído una cubeta de agua fría en la cara.

Je, je.

—¿De verdad te gustan las chicas que maldicen como camioneros? —le pregunté, sin darme cuenta de que mi tono era un poco más ácido de lo que había planeado. Pero claro, ¿quién puede culparme?

Soy un ser humano de otra categoría, era tan directa que si hablaba con un cactus, el cactus probablemente se convertiría en un cactus más educado.

—¡Oye! No juzgues. Todos tenemos nuestro lado negro —respondió Logan, como si su secreto más oscuro fuera que le gustaban las chicas rudas que podían arrancar un motor de un coche con una mirada.

—Vale, no juzgo —dije, sacando mi teléfono. Claro, si iba a ayudarlo a conseguir un desastre, al menos que lo hiciera bien.

Quería decirle: "No, bro, que se le arruine la vida a otro idiota", porque, en serio, Logan ni sabía que me estaba pidiendo el número. Pero claro, yo tampoco iba a ser tan cruel como para arruinarle la ilusión tan rápido.

Le pasé el número y, como esperaba, Logan no pudo evitar sonreír con ese aire de "yo soy demasiado guay para tu hermana, pero voy a enamorar a tu hermana de forma muy sutil". Como si me estuviera dando la medalla al valor por ayudarlo a conseguir lo que quería.

—¿Te cuento un secreto? —me dijo, con esa mirada de "soy un desastre romántico, pero no te preocupes, soy tan encantador que hasta un cactus caería rendido".

—Claro que sí —respondí, dándole la mejor cara de "estoy súper interesada", pero por dentro mi cerebro ya se había desconectado y estaba en modo "¿te atreverías a decir algo realmente interesante?"

—Desde que vi a tu hermana, mi corazón se aceleró mucho —dijo, como si estuviera confesando su amor eterno.

Ay, es tan lindo que da asco, pensé, y me debatí entre empujarlo suavemente para que se callara o hacerle un altar en su honor, ya que probablemente lo haría por mí si tuviera la oportunidad.

—Eso es bastante tierno —respondí, fingiendo una sonrisa de dulzura, mientras por dentro me reía a carcajadas. Logan me miró como si tuviera cuatro ojos en lugar de dos, lo que, en realidad, me parecía una mejora.

De todos modos, al menos había conseguido hacerle un favor, y eso significaba que por lo menos él me debía una. Aunque, sinceramente, si alguna vez me volvía a pedir algo, probablemente lo enviaría a la luna antes de pensarlo dos veces. Pero por ahora, que lo disfrute, porque probablemente lo dejaría más confundido que un pez en una tienda de perros.

Me aclaré la garganta y le di un buen golpe en el brazo, como si eso fuera a arreglar la situación de alguna manera.

—Buena suerte, compadre.

¿Compadre? ¿Por qué me sonaba tan costeño? Como si acabara de salir de una película de playa con surfistas y palmeras.

—¿No te molesta? —preguntó, curioso.

Ni un poco. Porque si algo había aprendido en la vida era que el sarcasmo era el mejor remedio para cualquier conversación incómoda.

—No. Me da igual. —respondí con total indiferencia, como si estuviera discutiendo el clima y no un posible desastre emocional.

—Pensé que sí. La mayoría de los hermanos tienden a ser muy protectores con sus hermanas.

Y justo ahí me salió una respuesta de esas que ni yo sabía que tenía preparada.

—Como Aiden. —dije, mientras me hacía la pensativa. —Me enteré de que el capi tiene una hermana.

Logan asintió con la cabeza, como si estuviera pasando por una lista de información secreta.

—Sí. La cuida mucho. A veces es duro con ella, pero la protege con su propia vida. —dijo, con ese tono de "sé más de lo que crees, pero no te lo voy a contar todo".

Vaya, el chico tiene un lado sensible.

—En fin. Debo irme. Tengo clases de guitarra. —dijo Logan, dándose media vuelta y comenzando a alejarse.

—¿Tocas? —pregunté, levantando una ceja, claramente sorprendida.

Porque, en serio, ¿quién se espera que Logan, el chico que parece salido de un catálogo de modelos de gimnasio, sea también guitarrista? Eso me hizo pensar que tal vez su vida secreta incluía ser una mezcla entre James Dean y un roquero.

—Algo así. —respondió, sonriendo de una forma que no era ni completamente auténtica ni totalmente falsa.



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En el texto hay: amorodio, romance, hielo

Editado: 03.01.2025

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