CAPÍTULO 14
Una semana después, finalmente había llegado el día que había estado esperando con una mezcla de ansiedad y furia contenida. El día en que el equipo rival de hockey se enfrentaría a nosotros en la pista. Pero lo peor de todo, lo que realmente iba a dar un giro inesperado a la historia, era que el idiota de mi exnovio sería el delantero estrella del otro equipo.
El mismo tipo que un día compartió mi vida y que ahora, de alguna manera, había logrado colarse en mi peor pesadilla deportiva. No solo tenía que lidiar con la presión del juego, sino también con esa sensación de tenerlo de nuevo frente a mí, con su sonrisa de siempre, como si nada hubiera pasado. Pero esta vez, yo no iba a ser la que quedara atrás.
Dean ignoraba mis llamadas, traté de encontrarlo en las clases pero nunca lo había podido encontrar. A este punto ya estaba desesperada, quiero decir, recordaba cómo lo había tratado y quizás él se había preocupado, pero diablos, estamos hablando de Alexandra la persona que le tienes que hablar en español spanish, no en español english.
Si algo sirvió la pelea con Bea, fue que, de alguna forma, logró que la entrenadora finalmente cediera. Después de semanas de dudas, la entrenadora me dijo que podía asistir a los entrenamientos por ahora. No me estaba asegurando nada, pero para mí eso era un avance, una puerta entreabierta que antes parecía completamente cerrada. No era mucho, pero era más que nada.
El vestuario está en silencio, salvo por el sonido sordo de los cascos y las bolsas de equipo siendo arrastradas. El entrenamiento ha terminado, y aunque todos hemos estado dándolo todo durante la última hora, puedo sentirlo en el aire: la tensión. El ambiente está cargado de esa mezcla de cansancio y anticipación. Todo el equipo lo sabe. En una hora, nos enfrentamos a Blackhawk, y ese no es solo un nombre, es una leyenda en el hielo.
Me quito el casco con lentitud, como si el tiempo se estuviera alargando. Las luces del vestuario parpadean suavemente, reflejando la luz fría de la tarde, como si también quisieran acentuar el peso de lo que está por venir.
Me echo un vistazo al espejo. No es que esté buscando una confirmación en mi reflejo, pero algo dentro de mí necesita verlo claro: estoy lista.
Los chicos han terminado de prepararse también, y aunque se ven cansados, sé que este es el momento de sacar todo lo que tenemos guardado. Nos miramos unos a otros, y aunque nadie dice nada, todos estamos pensando lo mismo: Blackhawk no sabe lo que se le viene encima.
Yo no soy solo una jugadora más. Mis compañeros lo saben, incluso si no siempre me lo dicen. No soy la capitana, pero nadie, absolutamente nadie, va a dejar de escucharme hoy. Hoy tengo algo que demostrar, algo que va más allá del juego, algo que va contra todo lo que me han dicho que soy capaz de hacer. Hoy, el hielo es mío.
Me acerco a ellos, mi voz cortando el silencio como un cuchillo. Todos se giran hacia mí, algunos con una mirada de sorpresa, otros simplemente esperando que hable.
—Hoy no se trata de ganar solo por ganar, — les digo, mis palabras firmes, como un grito que se va acumulando en mi pecho. —Hoy se trata de demostrar que no solo estamos aquí porque nos toca. Estamos aquí porque somos los mejores. Y si alguien tiene alguna duda sobre quién va a ganar hoy... soy yo quien lo va a aclarar.
Logan, se ríe, pero hay algo diferente en su risa. Algo que no tiene que ver con su tono sarcástico de siempre.
—¿Quién te crees que eres? — dice en tono burlón, pero no puedo evitar ver la chispa de respeto en sus ojos. — ¿Un guerrero?
Me acerco un paso más, sin perder la mirada.
—No soy una guerrero, Logan. Soy el caos que va a desbordar Blackhawk hoy. — Mis palabras salen con la ferocidad de un rugido, y lo digo con tal convicción que ni él puede negar que, de alguna forma, tiene sentido. Todos lo sienten. Todos lo saben.
Chase, se encoge de hombros mientras ajusta los guantes.
—Solo asegúrate de no derraparte con esos tacones — lanza, con esa risa que siempre hace que todo sea más liviano, pero también, de alguna forma, más intenso. El chico sabe cuándo debe relajar la atmósfera, y cuándo puede hacerlo explotar de energía.
En la mente de Chase, Alexandre era gay, pero no podía hacer nada al respecto. Que pensara lo que quisiera. Prefería que pensara eso a que descubriese que en realidad era una mujer.
—No te preocupes, Chase. Voy a derrapar por el hielo... pero sobre ellos.— le respondo, dándole una sonrisa desafiante.
Yam, el tranquilo, el calculador, levanta la vista de su teléfono y se acerca sin hacer ruido. Le lanza una mirada al resto, como si esperara que alguien dijera lo que todos pensamos, pero no lo hace. Él sabe que no se trata de hablar, sino de actuar. Y sus ojos brillan con una intensidad serena, que solo alguien que entiende el verdadero significado del hockey puede tener.
—Hoy no es solo por nosotros. Es por todo lo que hemos trabajado para llegar aquí.— dice en voz baja, pero esas palabras golpean con la fuerza de un latigazo. Todos lo escuchamos, y sus palabras quedan flotando en el aire.
Aiden, finalmente levanta la mirada. Con su silencio, ha estado calculando cada movimiento, como siempre lo hace. No dice mucho, pero sus ojos lo dicen todo. La confianza está allí, sin necesidad de palabras. Solo hace un gesto mínimo con la cabeza, y todos sabemos que estamos listos. Él no necesita dar discursos, él sabe que lo que cuenta está en la pista.
Me tomo un momento, miro a cada uno de ellos, y siento como la energía crece.
—Chicos, — mi voz suena más baja ahora, pero llena de una determinación feroz. — Hoy no solo vamos a ganar. Vamos a destrozarlos. Vamos a dejar nuestra huella en ese hielo y no vamos a parar hasta que sepan que nadie, absolutamente nadie, puede con nosotros. Porque nosotros somos el equipo que hará historia hoy. Nadie lo olvide.