Sobre Hielo

Capítulo 18

CAPÍTULO 18

La habitación estaba en penumbra, iluminada solo por la luz azulada que entraba por las ventanas.

Me tumbé en la cama, cansada hasta el alma después del partido, y con el cuerpo aún adolorido del golpe de Peter.

Aiden estaba en la otra cama, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, mirando el techo como si fuera lo más interesante del mundo. Su presencia llenaba la habitación de una manera que me irritaba.

El silencio era incómodo, pero lo dejé estar. Hasta que él decidió romperlo, claro.

—¿Por qué lo hiciste? —su voz llegó tranquila, pero con un filo que no podía ignorar. Me giré hacia él, confundida.

—¿Por qué hice qué?

Aiden bajó la mirada, encontrando mis ojos con los suyos.

—Esto. Fingir ser un chico. Unirte al equipo. Mentirle a todos.

La pregunta era tan directa que casi me quedé sin palabras. Pero luego me invadió un torrente de emociones: vergüenza, frustración, rabia. Me senté en la cama, cruzando los brazos.

—No es de tu incumbencia.

—Es absolutamente de mi incumbencia —replicó, incorporándose también. —Estoy cubriéndote el trasero, ¿recuerdas? Así que... habla.

El tono arrogante volvió, ese que me hacía querer lanzarle un zapato.

—Eres un maldito insoportable, ¿lo sabías? —bufé, pero él solo arqueó una ceja, esperando.

Sus ojos no se apartaron de los míos. Y, maldita sea, sentí que si no le decía algo, iba a seguir ahí toda la noche, mirándome como si pudiera aguantar horas en silencio.

—Está bien, ¿quieres saberlo? Lo hice porque no tenía otra opción.

Aiden frunció el ceño, pero no dijo nada, dejando que continuara.

—Fui rechazada para patinaje artístico. —Las palabras salieron rápidas, como si necesitara arrancármelas —. Entrené durante años. Era lo único que quería hacer con mi vida. Y luego, un día, me dijeron que no podía.

Sentí un nudo en la garganta, pero lo tragué antes de que pudiera traicionarme.

—Así que cuando vi una oportunidad, la tomé. Este equipo... era la única manera de estar en el hielo otra vez.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Aiden seguía mirándome, pero su expresión había cambiado. Había algo más suave en su rostro, algo que no podía identificar.

—¿Y por qué no intentaste otra vez? —preguntó finalmente, su voz más baja.

Me reí, pero sin humor.

—¿Crees que es tan fácil? —Lo miré directamente. —¿Crees que puedes escuchar "no" una y otra vez y simplemente seguir como si nada?

Él no respondió, y el peso de mis palabras quedó suspendido en el aire.

—Así que sí, fingí ser un chico. Porque no me iban a dar una oportunidad siendo yo.

Aiden me estudió por un momento más largo de lo necesario, y luego se inclinó hacia atrás, apoyándose en la cabecera de la cama.

—Es una mierda que hayas tenido que hacer eso —dijo finalmente, su tono sorprendentemente neutral.

—¿Es todo lo que vas a decir? —pregunté, cruzando los brazos con fuerza.

—¿Qué esperabas? ¿Un discurso motivador?

—No, esperaba que siguieras siendo el mismo idiota insensible de siempre.

Aiden sonrió, pero no de la manera sarcástica habitual. Era más... ligera.

—Entonces, supongo que estoy haciendo bien mi trabajo.

Rodé los ojos, pero una pequeña parte de mí, muy pequeña, agradeció que no lo llevara más lejos.

—No importa lo que pienses —murmuré, volviendo a recostarme. —Todo esto acabará pronto, y tú puedes seguir con tu vida perfecta.

—Perfecta, ¿eh? —dijo, pero no añadió nada más.

El silencio volvió a llenar la habitación, pero esta vez, no se sentía tan incómodo.

Había pasado ya un buen rato desde que apagué la luz, y el cansancio finalmente me había arrastrado al borde del sueño. Estaba en ese dulce estado de semiconsciencia donde todo parece más cómodo de lo que realmente es.

Hasta que escuché su voz.

—Alex.

Un gruñido salió de mi garganta. ¿Por qué hablaba? Era medianoche. Nadie debería hablar a medianoche.

—Alex, despierta.

Abrí un ojo. Por favor, que se muera. Que me deje dormir. Pero no, ahí estaba, con su jodida cara de "te voy a arruinar el día".

—¿Qué demonios quieres? —gruñí, enterrando la cara en la almohada.

—Tráeme leche.

—¿Perdón? —Mi cerebro tardó un segundo en procesar lo que acababa de oír. Me giré lentamente hacia él, medio dormida pero ya irritada. —¿Me estás pidiendo que te busque leche?

—No te lo estoy pidiendo. Te lo estoy ordenando.

Ah, claro, el Señor Arrogancia estaba en pleno apogeo.

—Aiden, ¿tienes idea de la hora que es? —pregunté, con la voz cargada de incredulidad. —¿Por qué no te levantas tú y te sirves tu maldita leche?

—Porque estoy cómodo —respondió, con una sonrisa que hubiera hecho que un santo le lanzara un zapato.

—¿Qué? —Me giré hacia él, ya completamente despierta por la confusión y el enojo. —¿Me estás pidiendo leche, Aiden? ¿A MÍ? ¿A LAS DOS DE LA MAÑANA?

Me hundí en la cama, cerrando los ojos con fuerza. Esto era un sueño. Un maldito sueño. No podía ser real.

—¡No voy a buscarte leche! ¡¿Tienes idea de lo que estás pidiendo?! Estoy medio muerta, Aiden. No soy tu sirvienta nocturna —exclamé, ya en modo rabia absoluta.

—Ah, sí vas a hacerlo.

—¿Ah, sí? —repliqué, girándome para mirarlo con el ceño fruncido. —¿Y si no quiero?

En lugar de responder, Aiden se incorporó lentamente, tomó su teléfono de la mesita y comenzó a escribir algo con una tranquilidad escalofriante.

—¿Qué haces? —pregunté, mi tono ya lleno de sospechas.

—Nada. Solo enviando un mensaje al entrenador. —dijo como si estuviera pidiendo la hora, pero el tono de su voz me ponía los pelos de punta. —Solo le voy a contar lo que realmente eres, sabes... Una mujer.

¡¿QUÉ?!

—¡No te atrevas! —grité, levantándome de la cama, mis manos temblando de la ira.

—Vas a por la leche, ¿verdad? O te juro que voy a destapar tu pequeño secreto —añadió, sin dejar de sonreír.



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En el texto hay: amorodio, romance, hielo

Editado: 03.01.2025

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