Sobre Hielo

Capítulo 19

CAPÍTULO 19

El día había sido agotador. Después de un entrenamiento de hockey donde me regañaron hasta por respirar, solo quería llegar a casa, darme una ducha y quedarme tirada en la cama con mi teléfono. El sol ya se había puesto, y la luz en mi habitación me resultaba cálida y reconfortante. Pero claro, nunca me esperaba que el sonido de un mensaje rompiera la calma.

Nicole.

¿Te unes a nosotras al centro comercial? 🛍️, decía el mensaje.

Me quedé mirando la pantalla por un segundo. No es que no me cayera bien Nicole, pero salir con las chicas nunca había sido mi plan ideal. Había algo en todo eso que no me hacía sentirme cómoda. Las risas suaves, las charlas de ropa y chicos... No era mi tipo de ambiente.

A mí, lo que me gustaba era entrenar, sudar hasta más no poder, o incluso sentarme con los chicos a discutir estrategias para el próximo partido. Las chicas... bueno, era un terreno en el que no siempre sabía cómo navegar.

Me senté en la cama y dejé el teléfono sobre la almohada mientras pensaba en qué responder. De repente, mi celular vibró de nuevo, y esta vez era una ubicación. Nicole había enviado la dirección del lugar donde se reunirían.

Suspiré y miré la dirección. Un centro comercial que no estaba tan lejos de aquí, a unos 20 minutos en coche. Está bien, Alex. No te hagas la difícil. Pensé para mí misma. Al fin y al cabo, ¿qué era lo peor que podía pasar?

Me levanté de la cama, tomé mi chaqueta, y antes de pensarlo demasiado, salí de la habitación. Mientras caminaba hacia la puerta, sentí esa pequeña resistencia dentro de mí, como si algo me estuviera diciendo que me quedara, que no iba a encajar, que simplemente no era mi tipo de diversión.

Al llegar al centro comercial, me sentía como un pez fuera del agua. Las luces brillantes, la música suave de fondo, el bullicio de los adolescentes y la sensación de estar rodeada de chicas que sabían mucho de marcas y modas... estaba completamente fuera de lugar. Ni siquiera sabía cómo empezar una conversación sobre algo que no fuera el entrenamiento, o el patinaje, o el hockey.

Nicole y las chicas ya estaban allí, sentadas en una cafetería, charlando animadamente sobre alguna serie. La conversación parecía fluir sin esfuerzo, como si se conocieran de toda la vida. ¿Por qué me cuesta tanto?

Al verme acercarme, Nicole me saludó con un gran gesto, y me dio una gran sonrisa.

—¡Al fin llegas, Alex! Pensé que te ibas a quedar dormida —dijo, con esa voz llena de energía.

Lizzie y Maddie me miraron sin decir nada. Probablemente, habían olvidado nuestra agarrada de cabello, o eso creía.

Cuando las chicas se levantaron para ir a dar una vuelta por el centro comercial, me sentí un poco fuera de lugar. No estaba acostumbrada a estar en una tienda de ropa y mucho menos a hablar de zapatos y vestidos. Pero bueno, pensé, ya que estoy aquí, voy a intentarlo.

Mientras caminábamos entre las tiendas, Lizzie, me miró con algo de curiosidad, pero sin llegar a decir mucho. Maddie, en cambio, me sonrió de manera genuina.

—Vamos a probarte algo —dijo Nicole, llevándome a una tienda de ropa.

No me hacía mucha gracia la idea de probármelo, pero como las chicas parecían divertirse, dejé que me pusieran algunos atuendos. Las miradas furtivas de Maddie y Lizzie me hacían sentir incómoda, como si estuvieran buscando algo de mí, algo que no sabían si era parte de la "Alex" que querían ver.

De repente, cuando ya pensaba que iba a tener que hacer algo fuera de lo que me gustaba para que todo fuera menos raro, Nicole sacó su teléfono y propuso algo que no vi venir.

—¡Karaoke! —dijo con un brillo en los ojos.

El camino hasta el karaoke fue tranquilo. Había algo en el ambiente que me hizo sentir más relajada. Las chicas estaban charlando sobre sus canciones favoritas, y aunque yo no era mucho de ese tipo de música, algo me decía que esa noche podría ser diferente.

Al final, una vez en el escenario, dejé que la música me envolviera. Y lo que sucedió, aunque inesperado, fue un cambio. Quizás no sea mi mundo natural, pero entre las chicas, al menos podía reírme de mí misma.

A veces, solo hace falta dejarse llevar un poco.

Después de la salida con las chicas, completamente agotada y con el cuerpo pidiendo un descanso, lo único que quería era una ducha fría. Entré al dormitorio y cerré la puerta tras de mí.

Aiden estaba en su cama, mirando al techo con una concentración digna de un genio, como si estuviera a punto de descubrir la fórmula de la felicidad o, al menos, la de cómo usar el detergente sin que se quede pegado al tapón.

No me molesté mucho. Mi cerebro solo tenía una misión: la ducha. Pero cuando me metí al baño, algo se descontroló por completo.

—¡Alex!—gritó Aiden desde el otro lado de la puerta. —¡¿Qué estás haciendo?! ¡Sal de ahí ahora mismo!

Lo miré con una ceja levantada mientras me quitaba la última prenda. ¿Qué demonios le pasaba? ¿Acaso pensaba que estaba haciendo un ritual satánico?

—¿Aiden?—pregunté, con toda la calma del mundo mientras me quitaba la camiseta, sin entender ni un poco la urgencia en su voz.

Y en ese preciso momento, el caos se desató.

—¡SAL DE AQUÍ, YA! ¡NO TE ACERQUES A LA DUCHA!—gritó, ahora como si estuviera dando una orden militar.

¿Pero qué le pasaba? Y entonces, como si todo se iluminara de repente, lo entendí.

Aiden no podía aguantar más. ¡El pobre tipo se estaba cagando!

Mi mandíbula casi toca el suelo, aunque no sé si por sorpresa o por la pura comedia de la situación.

—¡¿TE ESTÁS CAGANDO?!—no pude evitar soltarlo en un grito que solo podía ser descrito como una mezcla entre incredulidad y el placer más puro que me haya dado el universo.

Aiden empezó a moverse frenéticamente.

—¡SAL DE AQUÍ!—volvió a gritar —¡ESTOY A PUNTO DE EXPLOOOOOOTAR!

¿Pero por qué tanto drama? ¿Qué pasa, Aiden, te tomaste una taza de café con efectos secundarios? Estaba tan cerca de reírme que casi me ahogo, pero me contuve. No, no podía perderme esto. La vida me había dado una joya de momento.



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En el texto hay: amorodio, romance, hielo

Editado: 03.01.2025

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