CAPÍTULO 20
El día siguiente amaneció como cualquier otro... Es decir, caótico. Después de la pesadilla nocturna con Aiden y sus leches, porque si, se le daba por antojarse de leche justo a las 2 de la mañana, ya no esperaba mucho más que un día tranquilo. Pero, claro, eso solo ocurre en las películas de Hollywood. No en mi vida.
Justo cuando me estaba arrastrando hacia la cafetera con el único objetivo de conseguir café y ponerme en pie, mi teléfono vibró.
Nicole: ¡Alex, vente al teatro! Te tengo una sorpresa.
Suspiré. De alguna manera, Nicole siempre lograba meterme en sus planes. La chica era como un tornado de energía que me arrastraba por donde quería.
—¿Sorpresa? —murmuré, rascándome la cabeza. No me gustan las sorpresas.
Pero claro, lo que Nicole no sabe es que cuando me manda un mensaje, no tengo control. Es como si mi cerebro fuera un equipo de fútbol y ella estuviera en la portería— no me dejaba escapar. Así que, con un suspiro resignado, tecleé una respuesta.
Yo: Vale, está bien. ¿A qué hora?
Nicole respondió casi al instante. Esto es lo que la hace tan peligrosa.
Nicole: ¡A las 8! ¡Estaré esperándote! Y después... fiesta.
Al leer "fiesta", me quedé en silencio por un segundo. La palabra "fiesta" no me sonaba bien. ¿Había dicho fiesta? ¿Con Nicole? ¿Eso no era un código para "destrucción de vida social de Alex"?
Dejé el teléfono en la mesa y volví a la cafetera. ¡Dios, esto va a ser un desastre!
A la hora de la función, Nicole y yo estábamos sentadas en nuestros asientos, que no eran los mejores, pero al menos no estábamos de pie. Había una atmósfera extraña en el aire, como si la gente en el teatro estuviera allí por razones muy diferentes a las mías. Yo solo quería ver la obra, no estar aquí para que la vida me diera otra bofetada.
Cuando la obra terminó, Nicole me miró con una sonrisa tan amplia que podría iluminar un estadio.
—¡Qué increíble, ¿verdad?! —dijo, girándose hacia mí.
Me encogí de hombros, porque en realidad no tenía idea de qué acababa de pasar. Algo sobre un rey y un reino, y mucha gente gritando. Pero lo que realmente me estaba matando era el hecho de que mi mente ya estaba en otra parte, principalmente en la fiesta que ni siquiera sabía si quería ir.
Nicole se inclinó hacia mí, su rostro se iluminó con esa mirada de "sé que puedo convencerte."
—Oye, ¿te gustaría venir a la fiesta esta noche? —preguntó con esa sonrisa traviesa.
¡Oh no! ¿Cómo lo hacía? ¿Cómo podía ser tan... persuasiva?
—No sé, Nicole, no soy muy de fiestas. —Le respondí, aunque sabía que eso era mentira. En mi interior, quería salir corriendo, esconderme bajo la cama y ver películas de terror sola. Pero claro, no podía dejar que eso se supiera.
Nicole frunció el ceño, como si hubiera recibido un golpe directo al ego. ¡Dios, estaba usando su poder de manipulación!
—Vamos, no seas aburrida. ¡Todos van a estar allí! Incluso... —se detuvo un momento, mirando hacia la esquina como si estuviera buscando la mejor forma de lanzar la bomba—, incluso Aiden.
Tragué saliva. ¿Aiden en una fiesta? ¿Aiden bailando? ¿Aiden existiendo fuera de su atmósfera de incomodidad constante?
Eso nunca iba a terminar bien.
—No sé, no sé, Nicole. ¿Estás segura de que quiero ir a una fiesta con Aiden ahí? —Pregunté, pero era una pregunta que no necesitaba respuesta. La respuesta ya estaba en mi cabeza: ¡No quiero!
Nicole soltó un suspiro y me dio una mirada que decía "te vas a arrepentir si no vienes"
—Vamos, Alex. Te lo prometo. Será divertido. Además, ¿quién no quiere ver a Aiden intentando bailar? —dijo, sonriendo con picardía.
¿Aiden intentando bailar? Eso sí que necesitaba verlo.
—¡Vale! —cedí, levantándome y poniendo una sonrisa tan forzada que podría haber derrapado en el hielo. —Voy, ¡pero si Aiden intenta hacer un moonwalk o algo ridículo, te juro que me voy!
Nicole se echó a reír, satisfecha de su victoria.
—¡Eso es lo que me gusta escuchar! —exclamó, y antes de que pudiera cambiar de opinión, ya estaba levantándose para arrastrarme hacia la salida.
El teatro se quedó atrás, y el resto de la noche prometía ser... una mezcla de caos, vergüenza ajena y, probablemente, un Aiden borracho haciendo el ridículo.
La tarde había sido una mezcla extraña de emociones y eventos que, sinceramente, me hacían cuestionar por qué el universo siempre estaba en mi contra. Estaba en un banco frente a la residencia de Dean, con la cabeza hecha un caos, mirando el paisaje como si eso fuera a arreglar algo.
Mis pensamientos se desviaron inevitablemente hacia Dean, a ese incómodo silencio entre nosotros. No habíamos hablado desde el pequeño caos de la semana pasada, y honestamente, ya no podía seguir evitando el tema.
Sentía que era hora de enfrentar lo inevitable, como si no pudiera seguir con este peso en el aire. Pero, siendo sincera, lo único que quería era encontrar la manera más épica de enfrentarlo. Así que decidí enviarle una amenaza al estilo Alex.
Yo: Si no apareces en 10 minutos, voy a subir a tu residencia y gritaré que estoy embarazada de ti y contaré que tus papás son extraterrestres. Ah, y que tu mamá va a estar tan feliz que nos vamos a casar en la luna.
Presioné el botón de enviar y, en menos de un segundo, Dean respondió. Como si hubiera estado esperando mi mensaje con el mismo nivel de ansiedad que yo tenía para mandarlo. Este chico siempre tan predecible.
Dean: ¿¡QUÉ!?
Yo: ¡Te doy 10 minutos!
Dean: ¿Dónde estás?
Yo: Justo debajo de tu residencia.
Dean: ¡Estás loca!
No pasó ni cinco minutos y ya veía a Dean acercándose, y no estaba ni un poquito feliz.
—¿Qué demonios te pasa? —dijo, casi sin aliento, mientras su rostro mostraba señales de pánico, como si fuera un niño que hubiera roto la cristalería de la abuela.