Sobre Hielo

Capítulo 29

CAPITULO 29

Los jurados se miraron entre sí en silencio, sus rostros imperturbables, pero la tensión en el aire era palpable. El único sonido que se oía era el crujir del hielo bajo mis patines, que ya se había detenido tras mi último salto.

Finalmente, uno de ellos, un hombre de rostro severo y cabello canoso, se inclinó hacia el grupo y murmuró algo que no pude escuchar, pero que causó que los otros asintieran lentamente.

De repente, Elena se acercó. Los jurados hablaron entre sí en voz baja, con gestos y miradas rápidas, mientras ella observaba, tensa pero confiada.

El silencio se alargó un poco más, y sentí una sensación extraña en el estómago. ¿Qué estaba pasando? Pensé que todo había salido bien, pero ellos seguían murmurando entre ellos, como si no pudieran tomar una decisión. Podía ver la incertidumbre reflejada en el rostro de Elena, que se mantenía firme, pero claramente también estaba esperando una respuesta.

De pronto, uno de los jurados se levantó y se acercó a Elena. Sus palabras llegaron de manera clara y directa:

—La rutina ha sido impresionante, Elena. Ha demostrado una técnica depurada, una elegancia excepcional. Pero no solo eso... Tiene coraje, tiene lo que se necesita. Sin duda, Alexandra está lista para competir.

Elena asintió, su rostro sereno, pero con una ligera sonrisa que casi no se notaba. Los jurados se giraron y comenzaron a salir de la pista, dejando atrás una atmósfera densa, pero ahora cargada de una promesa.

Elena se acercó a mí con paso firme. Su mirada tranquila me tranquilizó por un momento, pero no podía evitar el miedo que se apoderaba de mí. ¿Lo había hecho bien? ¿Había fallado en algo?

—Elena... ¿qué dijeron? —pregunté, con la voz entrecortada, incapaz de ocultar la incertidumbre en mis ojos.

Ella me miró un instante y, antes de que pudiera decir algo más, me soltó una sonrisa amplia.

—Lo lograste, Alexandra. Estás dentro.

Me quedé paralizada, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Mi corazón comenzó a latir más rápido, y la confusión dio paso a la emoción.

—¿Qué? —musité, sin poder creerlo.

Elena dio un paso hacia mí, y su voz sonó llena de orgullo.

—Vas a ser parte del equipo, Alexandra. Vas a competir en concursos nacionales e internacionales. Lo hiciste. Has superado todas las expectativas. ¡Lo lograste! —dijo con un brillo en los ojos, dándome un leve golpe en el hombro, como si de alguna manera me estuviera diciendo que todo el esfuerzo había valido la pena.

Mi estómago dio un vuelco, y un torrente de emociones me invadió. No podía creerlo. Había llegado hasta aquí, después de todo. No solo me había preparado durante años, sino que también había superado mis propios límites.

—¡No puedo... no puedo creerlo! —exclamé, casi saltando de alegría, mi voz temblando de emoción.

Elena se rió suavemente, y me dio un pequeño empujón.

—¿Ves? Eso es lo que pasa cuando confías en ti misma. Ahora prepárate, porque esto solo acaba de comenzar.

A lo lejos, pude ver a Aiden, que estaba observando en silencio. Aunque no dijo nada, su mirada ahora parecía diferente, menos fría, más profunda.

La sorpresa, el asombro y algo más estaban reflejados en su expresión. Pero por un momento, todo lo que podía escuchar era mi respiración acelerada y la sensación de que el sueño que había perseguido por tanto tiempo finalmente estaba a punto de convertirse en realidad.

Me quedé allí, con el corazón latiendo con fuerza, pero con la certeza de que este era solo el primer paso. Ahora, todo lo que tenía que hacer era seguir patinando.

(...)

Estaba acostada en la cama, mirando al techo, intentando que el agotamiento de la competencia se desvaneciera. Había pasado todo el día pensando en lo que había logrado: la presentación perfecta, estar dentro del equipo, el sentimiento de haber alcanzado algo tan lejano.

Pero aún había algo en mi estómago, como si el camino que acababa de comenzar fuera incierto, como si no supiera bien lo que venía.

Aiden estaba en su cama, durmiendo tranquilamente, como si nada en el mundo pudiera molestarle. Mientras lo observaba, me di cuenta de que mi mente seguía dando vueltas y vueltas.

Decidí que ya era hora de hablar con alguien. Alguien que siempre había estado ahí para mí. Saqué mi teléfono y, sin pensarlo mucho, le di play a la videollamada.

El teléfono sonó un par de veces antes de que su rostro apareciera en la pantalla.

—¡Alexandra! —gritó Alexandre, con esa sonrisa que lo caracterizaba. Sabía que estaba esperando este momento tanto como yo—. ¡Cuéntame todo! ¡¿Lo lograste?!

—Sí, lo logré —dije, mi voz temblando un poco por la emoción contenida—. Estoy dentro del equipo, hermano. ¡Lo hice!

Él se quedó callado por un segundo, y luego su expresión cambió. Estaba tan feliz por mí que casi podía verlo a través de la pantalla. Se acercó más al teléfono como si fuera a gritarme.

—¡Te lo dije! ¡Sabía que lo harías! Siempre has sido fuerte, Alexandra, ¡y esto es solo el comienzo!

Solté un suspiro largo, como si estuviera dejando ir toda la tensión acumulada de estos días. El cansancio y la alegría se mezclaban dentro de mí.

—Gracias, en serio, Alexandre. No sé qué haría sin ti, siempre me has apoyado. Pero... —dije, la preocupación comenzaba a asomarse en mi voz—, ahora tengo que concentrarme aún más. Tengo que recuperarme para lo que sigue. No solo el patinaje, sabes... es todo lo que implica, tengo que mantenerme enfocada. Y eso incluye que tú también lo logres.

Él me miró fijamente, y pude ver en su cara que comprendía exactamente lo que quería decir. Su expresión se suavizó.

—No te preocupes por eso —respondió, su tono confiado—. Yo también estoy listo para seguir adelante. Sé que ahora es tu momento, y quiero que sigas con lo que has empezado. Yo cuidaré el mío. Lo importante es que te prometí que te iba a ayudar a conseguirlo. Así que, cuídate, y no te detengas, ¿ok?



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En el texto hay: amorodio, romance, hielo

Editado: 03.01.2025

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