Sobre Hielo

Capítulo 30

CAPITULO 30

El aire en el estadio era frío y denso, cargado con una mezcla de adrenalina y expectación. El equipo se reunió en el centro del hielo, las cuchillas de nuestros patines arañando la superficie mientras ajustábamos nuestros cascos y nos mirábamos con una mezcla de nerviosismo y determinación.

—¡Escuchen todos! —la voz grave y autoritaria del entrenador Sullivan resonó en el estadio, silenciando las conversaciones y risas.

Charles Sullivan era una leyenda del hockey. Alto, con una postura imponente y un rostro marcado por años de experiencia, había entrenado a equipos que habían llegado a las ligas nacionales. Ahora, era nuestro nuevo entrenador, asignado especialmente para prepararnos para las regionales.

—Tengo noticias para ustedes, y más vale que las tomen en serio. —continuó, paseándose frente a nosotros con las manos detrás de la espalda como un general evaluando a su tropa.

Todos nos enderezamos, incluso Chase, quien usualmente no podía mantenerse quieto por más de dos minutos seguidos.

—Las regionales están a la vuelta de la esquina. En tres semanas, enfrentaremos a equipos que no tienen piedad. Equipos que han entrenado más tiempo, que tienen más experiencia y que probablemente estén pensando que ustedes no son más que un grupo de aficionados. —nos lanzó una mirada penetrante, y sentí como si su comentario estuviera dirigido directamente a mí.

—Pero no están aquí para ser aficionados. —dijo, su voz elevándose con una intensidad que nos puso a todos alerta. —Están aquí para demostrar que tienen lo necesario. Que este equipo no es un chiste, y que ninguno de ustedes es una carga.

—¿Eso incluye a Yam? —bromeó Chase, ganándose un codazo de Yam y una mirada fulminante del entrenador.

—Muy gracioso, Chase. —gruñó Sullivan. —Si tienes energía para bromear, también la tienes para hacer veinte sprints cuando terminemos.

Chase levantó las manos en señal de rendición, pero no dijo nada más.

—A partir de ahora, las prácticas serán más intensas. Vamos a enfocarnos en estrategias defensivas, velocidad y trabajo en equipo. Y sí, eso significa que ustedes, niños mimados, tendrán que sudar más que nunca. ¿Entendido?

—¡Sí, entrenador! —respondimos al unísono, aunque algunos lo hicimos con más entusiasmo que otros.

—Bien. Empecemos con algo sencillo. Aiden, como capitán, quiero que lideres los ejercicios de calentamiento. Demuéstrales cómo se hace.

Aiden, que había estado observando todo con su expresión calmada y concentrada, asintió y se adelantó. A pesar de su postura tranquila, había algo en él que inspiraba respeto.

—Vamos, chicos. No hagamos que el entrenador pierda la fe en nosotros en el primer día. —dijo con una pequeña sonrisa burlona, ganándose algunas risas.

Mientras seguíamos a Aiden en los ejercicios de patinaje y pases, me di cuenta de que todos estábamos realmente en sincronía. Logan y Yam, que usualmente discutían por cosas insignificantes, trabajaban juntos sin problemas, y Chase estaba sorprendentemente enfocado.

Pero no iba a ser fácil. Cada error era señalado por Sullivan con una precisión quirúrgica, y no había lugar para excusas.

—¡Logan, usa tu cuerpo! ¡No eres un espantapájaros, eres un centro! —rugió el entrenador en un momento, mientras Logan intentaba bloquear un disparo de Aiden y fallaba estrepitosamente.

Logan resopló, avergonzado, pero asintió y volvió a su posición. Yo trataba de mantenerme en mi línea, pasando el disco con precisión y enfocándome en no cometer errores demasiado obvios.

Sin embargo, mi suerte no duró mucho. En un giro para interceptar el disco que Aiden había pasado con la precisión de un francotirador, perdí el equilibrio y acabé casi de rodillas en el hielo. El disco se deslizó lejos, directo hacia Chase, que no desaprovechó la oportunidad de marcar un gol.

—¡Alexandre! —la voz de Sullivan resonó como un trueno, helándome más que el propio hielo.

Me enderecé rápidamente, tratando de no parecer tan patética como me sentía.

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó, señalándome con su silbato. —¿Patinando o decorando el hielo? Porque si es lo segundo, avísame para traerte un pincel.

Un par de risitas reprimidas se escucharon detrás de mí, probablemente de Chase y Yam.

—Lo siento, entrenador. Fue un error. —murmuré, sintiendo que mi rostro ardía bajo el casco.

—¡Un error no! Eso fue falta de control. ¡Este es un deporte de precisión y fuerza, no un paseo en el parque! —gruñó Sullivan, señalándome con el dedo. —Si no puedes manejar el disco bajo presión, ¿cómo esperas hacerlo en un partido real?

Quise protestar, decirle que podía hacerlo, pero las palabras se quedaron atascadas en mi garganta.

Aiden, sin embargo, dio un paso adelante, con esa calma que siempre parecía tener bajo cualquier circunstancia.

—Entrenador, fue un pase rápido. Hasta un jugador experimentado podría haberlo perdido. Alex puede manejarlo, solo necesita ajustar el ángulo.

Sullivan entrecerró los ojos hacia Aiden, evaluándolo, pero no dijo nada. En cambio, volvió a mirarme.

—Bien. ¿Quieres demostrar que puedes hacerlo? —preguntó, y antes de que pudiera responder, lanzó el disco hacia el centro del hielo. —¡Entonces ve por él y muéstrame algo que valga la pena!

Tragué saliva, sentí el peso de todas las miradas sobre mí y me lancé tras el disco. El frío del hielo en mis cuchillas, el eco de las cuchillas de mis compañeros, todo desapareció mientras me concentraba.

Aiden estaba frente a mí, listo para interceptarme si lograba alcanzar el disco. No iba a ponérmelo fácil, lo sabía.

Me aferré al palo, ajusté mi postura y me lancé hacia el disco, dispuesta a demostrar que no era solo un adorno en el equipo.

Deslicé el disco con rapidez y, con una finta improvisada, esquivé a Aiden por puro instinto. Sentí la vibración del palo al golpear el disco con fuerza, enviándolo directo hacia la portería.



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En el texto hay: amorodio, romance, hielo

Editado: 03.01.2025

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