Sobre Hielo

Capítulo 35

CAPÍTULO 35

Aiden no había aparecido en toda la semana. Nicole me dijo que estaba en su casa, así que lo dejé tranquilo. Aunque, para ser sincera, estaba preocupada. ¿Por el iceberg Aiden? Sí, exactamente. Al parecer, me preocupaba por rocas frías y desinteresadas ahora.

De alguna manera lo extrañaba. No podía creerlo, pero ahí estaba, esa punzada molesta de "¿dónde estará?". Genial, Alex, oficialmente te has vuelto una dramática de telenovela.

El zumbido de mi teléfono me arrancó de mis pensamientos. Salté de la cama como si me hubieran gritado en la cara. ¿Aiden? Pero no. Mi emoción murió tan rápido como había nacido. Era Logan.

Logan: Estoy afuera de tu residencia. Debo mostrarte algo.

¿Algo? ¿A las seis de la mañana? pensé, poniéndome los tenis. Logan era un buen chico, pero últimamente me ponía nerviosa. Sabía que tenía que hablar con él. Aclarar las cosas. Pero lo había pospuesto más de lo debido. Logan no era para mí. Mis ojos y mi atención estaban, lamentablemente, en otro lado... o, más específicamente, en otra persona.

Salí corriendo hacia la puerta, pero, en el proceso, me di cuenta de que estaba usando una camiseta vieja con un par de leggings que tenían un agujero en la rodilla. No podía salir así. Me detuve en seco y entré al baño público más cercano. Lo cual fue un rotundo error.

Primero, perdí un arete en el retrete. Sí, así como suena. Luego, por alguna razón, el lugar olía tan mal que terminé mareada. Cuando finalmente me cambié, había perdido diez minutos valiosos y mi dignidad en el proceso.

Al llegar al banco donde Logan me esperaba, estaba jadeando como si acabara de correr un maratón. Logan, sentado casualmente, levantó una ceja mientras me miraba de arriba abajo.

—¿Por qué tienes cara de que te atropelló un camión? —preguntó, conteniendo una sonrisa.

Me apoyé en mis rodillas, intentando recuperar el aire.

—¿Por qué demonios estás aquí a esta hora? —le respondí, ignorando completamente su pregunta.

—Te lo dije, quería mostrarte algo. —Se encogió de hombros, pero sus ojos pasaron rápidamente de mí a la residencia.

De repente, fui consciente de mi aspecto y de lo ridícula que debía verme. Entre el agujero en la rodilla y mi pelo revuelto, probablemente parecía un mapache después de una pelea en un callejón. ¿Y si Aiden me viera así? Sacudí la cabeza para espantar el pensamiento. ¿Por qué demonios me importa lo que piense Aiden?

—¿Te perseguían extraterrestres o qué? —bromeó Logan, arqueando una ceja mientras me examinaba de arriba abajo.

—Lo siento, estaba haciendo un mandado... importante —respondí, tratando de recuperar algo de dignidad mientras aún jadeaba como un perro en verano.

—¿Un mandado? —repitió, divertido—. ¿Incluía una pelea con un retrete? Porque hueles... bueno, digamos que no a rosas.

Lo fulminé con la mirada mientras intentaba arreglarme el cabello con las manos.

—No es mi culpa, ¿ok? —gruñí, cruzándome de brazos—. Pero, por favor, Logan, dime rápido qué querías mostrarme antes de que empiece a cuestionarme mis decisiones de vida.

Él soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza.

—Alex, eres un caso perdido.

—Logan, hay algo que necesito decirte... —empecé, intentando sonar seria mientras él seguía con esa sonrisa despreocupada que siempre tenía.

—¡Shhh! —Me interrumpió, levantando un dedo frente a mis labios, como si fuese un maestro silenciando a un estudiante revoltoso.

—¿Shh? ¿En serio? —protesté, frunciendo el ceño.

—No hables. Solo escucha. —Y, sin previo aviso, sacó su teléfono, lo conectó a un pequeño altavoz portátil que no sabía que tenía escondido, y una suave melodía empezó a sonar.

—No. No. Logan, no lo hagas... —murmuré, alzando las manos como si pudiera detener lo inevitable.

Pero era demasiado tarde.

Logan se puso de pie, respiró hondo como si estuviera a punto de dar el concierto de su vida, y empezó a cantar.

Cause, baby, you're a firework... —entonó con un entusiasmo tan desbordante que ni siquiera se dio cuenta de cómo me llevé una mano a la cara, sintiendo la segunda vergüenza más grande del día (la primera seguía siendo mi pelea con el retrete).

—Logan, por favor, no. —Miré alrededor para asegurarme de que nadie estuviera presenciando este espectáculo.

Come on, let your colors burst... —continuó, ahora dando vueltas alrededor del banco como si estuviera en el escenario de un reality show.

No pude evitar una sonrisa sarcástica. Claro, porque una serenata improvisada era justo lo que necesitaba en este momento tan... confuso.

Cuando terminó la canción, Logan se inclinó como si esperara aplausos, pero yo solo lo miré, incrédula.

—¿Terminaste? —pregunté, alzando una ceja.

—¿Qué tal? ¿Te convencí? —dijo, claramente orgulloso de sí mismo.

Suspiré. Este no era el momento para romper su burbuja. No quería ser cruel, pero tampoco quería dar falsas esperanzas.

—Hablamos mañana, ¿te parece? —respondí, dándole una palmadita en el hombro mientras recogía mis cosas.

Pero cuando me giré para irme, noté que Logan no respondía. Se quedó allí, mirando al suelo, sus hombros caídos como si el mundo entero se hubiera aplastado sobre él.

—¿Logan? —pregunté, volviendo la vista hacia él.

Él levantó la cabeza lentamente, y vi cómo sus ojos, normalmente tan brillantes y juguetones, se volvían oscuros.

—No te gusto, ¿verdad? —su voz sonaba diferente, casi rota, como si las palabras le costaran un esfuerzo enorme.

Me quedé en silencio por un momento. ¿Cómo podía decirle que no me gustaba sin romperle el corazón? ¿Cómo se lo explicaba sin hacerlo sentir como si no fuera suficiente?

—Logan... —empecé, pero no sabía qué decir. Me sentí atrapada entre lo que quería hacer y lo que debía hacer.

Él suspiró y se levantó, sacudiendo la cabeza, como si estuviera cansado de escucharme, como si ya lo supiera.



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En el texto hay: amorodio, romance, hielo

Editado: 14.01.2025

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