Sobre Hielo

Capítulo 36

CAPITULO 36

Por la mañana cuando me despierto, el sol ya ha empezado a asomarse por las cortinas, pero algo me hizo mirar hacia la cama de Aiden. Mi corazón dio un vuelco al darme cuenta de que estaba allí, en su cama, tapado hasta la cabeza, como si todo fuera normal. Pero no lo era. ¿Dónde diablos había estado toda la semana? ¿Por qué no me había avisado?

Valeee.

No eres tan importante, no eres su novia.

Me acerqué sigilosamente, con la intención de despertarlo. Pero cuando vi su rostro, mi estómago se encogió. A pesar de todo el hielo que Aiden siempre tenía a su alrededor, esta vez algo era diferente. Su expresión no estaba tan vacía, tan indiferente. Parecía casi... vulnerable.

Sin pensarlo demasiado, arranqué la manta de un tirón, esperando que se despertara de inmediato, solo para desquitarme un poco por la preocupación que había estado soportando durante toda la semana.

—¡Despierta, príncipesita! —dije, con una sonrisa tonta en los labios, mientras lo miraba con el corazón acelerado.

¿Por qué me ponía así solo por ver su cara dormida? Me estaba volviendo loca.

Aiden se giró de inmediato, apartando la manta de su rostro con una expresión de enojo.

—¿Qué demonios...? —murmuró, sin abrir los ojos.

Su voz sonaba ronca, pero su tono era más irritado de lo que esperaba.

—¿Alex, qué...? —sus palabras fueron interrumpidas cuando intentó levantarse y se tambaleó un poco, claramente aún cansado.

—Vamos, no te quejes, ya era hora de que despertaras —dije, cruzándome de brazos mientras lo observaba con atención.

Aiden me miró con los ojos entrecerrados, como si intentara procesar lo que estaba pasando.

—¿De qué demonios hablas? —gruñó, evidentemente molesto por la interrupción.

—Te preocupé, ¿verdad? —respondí, sin poder evitarlo. Mi tono salió más suave de lo que quería, pero no pude evitar dejar que mi preocupación se asomara.

Aiden me observó por un largo momento, sin responder, como si estuviera tomando sus palabras cuidadosamente. Finalmente, sus ojos se entrecerraron y frunció el ceño.

—¿Qué te pasa? —preguntó, con un tono que no era tan áspero como normalmente.

No podía decirle la verdad. No podía decirle que me había estado volviendo loca, preocupada por su desaparición. Así que lo dejé pasar, porque Aiden no era el tipo de persona que iba a aceptar mi preocupación tan fácilmente.

—Nada, solo quería asegurarme de que no te quedaras dormido hasta el mediodía —dije, haciendo una broma para aliviar la tensión.

Él solo suspiró y volvió a tirarse de nuevo en la cama, claramente deseando que lo dejara en paz. Pero antes de que pudiera dar un paso atrás, lo vi fruncir el ceño de nuevo y escuchar su voz más suave.

—¿Te importa si me quedo un rato más?

Esas palabras me sorprendieron. Aiden nunca pedía nada. Siempre era él el que estaba en control de la situación, siempre tan distante. No supe qué hacer por un segundo, porque todo dentro de mí quería responder, quería decirle que estaba preocupada por él, que no me gustaba verlo así, pero no podía. No podía ser tan directa con él, no cuando aún no sabía si lo que sentía por él era realmente algo serio.

—Claro —respondí, tomando asiento en la silla junto a su cama, observándolo mientras se acomodaba. —Quédate el tiempo que quieras.

Nos quedamos en silencio por un largo rato. Aiden cerró los ojos de nuevo, pero ya no parecía tan distante, tan encerrado en su propio mundo. Algo había cambiado en él, y aunque yo aún no comprendía del todo qué era, sabía que algo se estaba rompiendo, algo que él nunca había mostrado.

¿Qué le pasó esta semana? me pregunté, mientras lo observaba dormir, preguntándome si algún día tendría las respuestas a todas las preguntas que me rondaban la cabeza.

(...)

El sonido de los patines deslizándose sobre el hielo resonaba por toda la pista. El entrenamiento de hockey estaba en pleno apogeo cuando de repente, Aiden apareció en la puerta del vestuario. Miró a su alrededor, y al ver al entrenador Sullivan con una expresión severa, soltó un suspiro.

—Vas a tener suerte hoy, Aiden. —dijo el entrenador, levantando la mirada y frunciendo el ceño—. No te haré un sermón, pero la próxima vez no quiero verte llegar tarde, ¿estamos claros?

Aiden simplemente asintió, aunque su cara estaba tan tensa que parecía como si no le importara lo más mínimo. Caminó hacia su lugar, sin decir una palabra.

—¿Estás bien? —preguntó Logan con voz baja, siguiéndolo mientras calentamos.

—¿Yo? —Aiden no miró a Logan, pero la irritación era evidente en su tono—. Perfecto. Sólo quiero terminar esto.

Oh, no. Definitivamente no estaba bien.

Logan se quedó mirando a su amigo con preocupación, pero no insistió más.

El entrenamiento comenzó, pero algo estaba mal. Aiden patinaba con una energía sombría, su cuerpo se movía rígido, como si estuviera fuera de lugar en su propio terreno. Hizo algunos intentos de jugadas, pero todos salieron mal, chocando contra las paredes o errando los tiros a la portería. No era como él.

—¿Qué pasa con él? —susurró Yam a Chase, observando cómo Aiden fallaba uno tras otro.

—No lo sé, pero no me gusta esto —respondió Chase, echando un vistazo a Logan, quien lo miraba con una expresión preocupada.

Me quedo mirando sin decir una sola palabra. No es como si entendiera lo que le sucede.

—Aiden, ¿estás bien? —preguntó Logan, acercándose a él durante una pausa en el entrenamiento.

Aiden lo miró, pero su mirada era vacía, distante. No respondió, pero su rostro reflejaba un leve destello de incomodidad, como si quisiera estar en cualquier otro lugar. Los chicos intercambiaron miradas. Sabían que algo no estaba bien con él, pero no sabían qué.

—¡Vamos! —gritó el entrenador Sulivan, tirando el puck hacia el centro del hielo—. A moverse, chicos. ¡Aiden, quiero verte en acción!



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En el texto hay: amorodio, romance, hielo

Editado: 14.01.2025

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