CAPÍTULO 37
Ha pasado una semana desde que Aiden volvió como un terremoto que sacudió el mundo. Estoy segura de que aún le atormenta lo de su padre, pero se niega a hablar de ello. Sus heridas físicas han comenzado a sanar, pero la de su corazón parece estar aún lejos de sanar.
Me siento en la cabecera con un comic de terror en mis manos, disfrutando por fin de un momento de calma después de todo lo que ha pasado. Aiden se está duchando, y el sonido del agua corriendo en el baño me resulta casi hipnótico.
De pronto, el sonido del teléfono de Aiden vibrando en la mesa rompió el silencio. Miré hacia la pantalla, dudando si debía responder o no. Pero cuando vi el nombre de Nicole iluminando la pantalla, mi instinto me obligó a contestar.
—¿Hola? —dije con cautela, llevando el teléfono a mi oído.
Del otro lado, la voz de Nicole sonó frenética, casi ahogada.
—¿Alex? ¿Dónde está Aiden? —preguntó, su respiración entrecortada y cargada de miedo.
—Está en la ducha —respondí, preocupada por el tono de su voz—. ¿Estás bien, Nicole?
Casi me di una cachetada mentalmente. Vale, ella debía imaginar que teníamos una especie de relación, pero por algún motivo, no me importaba. Lo único que me preocupaba en el momento era el por qué Nicole parece estar tan alterada.
—No... no lo sé —admitió, su voz temblando. Bajó el tono, como si temiera que alguien más pudiera escucharla—. Estoy en la cafetería del campus. Siento que alguien me está siguiendo.
El libro que tenía en las manos cayó al suelo. Sentí una punzada de preocupación recorriéndome.
—Nicole, cálmate, ¿estás segura?
—Alex, necesito hablar con Aiden. Por favor, dile que venga. —ruega.
—Está bien, está bien. Ya vamos para allá. Quédate donde estás, ¿de acuerdo? —le dije, tratando de sonar más tranquila de lo que me sentía.
Colgué rápidamente y me dirigí al baño. Toqué la puerta con urgencia.
—Aiden, necesito hablar contigo. Es importante.
Desde dentro, se escuchó el ruido del agua cerrándose y el sonido de su voz grave.
—¿Qué pasa, Alex?
—Es Nicole —dije, mi voz saliendo más apurada de lo que esperaba—. Me llamó porque dice que siente que alguien la está siguiendo. Está en la cafetería del campus y está asustada.
No hizo falta más. En cuestión de segundos, la puerta se abrió y Aiden salió con el cabello mojado, envuelto en una toalla. Su expresión había cambiado por completo; sus ojos mostraban preocupación.
—Dame un segundo. Me visto y vamos.
Ignoro las gotas que recorren su torso, a pesar de que mi mente intenta captarlas, pero no es el momento ni la hora. Después, quizás, me deje llevar por la imagen, pero hoy no. Hoy todo lo que quiero es asegurarme de que Nicole esté bien.
Llegamos a la cafetería rápidamente. Nicole estaba sentada en una mesa al fondo, con las manos temblando y sus ojos constantemente mirando a su alrededor. Parecía un animal acorralado, y mi corazón se contrajo al verla tan vulnerable.
Aiden se acercó primero, su postura protectora tan característica de él.
—Nicole, ¿estás bien? —le preguntó con suavidad, aunque en su voz había una firmeza que buscaba calmarla.
Nicole levantó la mirada hacia él y luego hacia mí. En cuanto nos vio juntos, pareció relajarse un poco. Pero su cuerpo aún estaba tenso, como si estuviera esperando que algo malo sucediera en cualquier momento.
—Gracias por venir —dijo en voz baja, su mirada cayendo hacia la mesa—. Es solo... no puedo evitar sentir que alguien me sigue. No es la primera vez.
Aiden tomó asiento frente a ella, mientras yo me colocaba a su lado. Vi cómo estiraba la mano y tocaba la de Nicole, un gesto que parecía tan natural entre ellos.
—Nicole, Alex y yo estamos aquí. Estás a salvo. —Sus palabras eran tranquilizadoras, llenas de esa seguridad que solo Aiden podía transmitir—. Soy tu hermano mayor, ¿recuerdas? No voy a dejar que te pase nada.
Nicole asintió, pero aún había algo en su mirada que no podía descifrar. Su cuerpo temblaba levemente, y sin pensarlo, me incliné hacia ella para abrazarla. Nicole se quedó quieta por un momento, pero luego se aferró a mí, como si ese simple gesto fuera lo único que la mantenía conectada a la realidad.
—¿Quién podría seguirte? —le pregunté suavemente, apartándome un poco para mirarla a los ojos.
Fue entonces cuando Aiden, con el rostro más serio de lo que jamás lo había visto, habló.
—Nicole... creo que sé quién podría ser.
Ella levantó la mirada hacia él, sus ojos abriéndose con terror ante las palabras no dichas.
—Es mi padre —continuó Aiden, su tono firme pero contenido—. Salió de la cárcel hace poco.
Nicole comenzó a temblar de nuevo, sus manos apretándose contra las mías.
—No... —murmuró, su voz quebrándose—. No puede ser. ¿Por qué estaría aquí? ¿Por qué me buscaría?
Aiden se inclinó hacia adelante, su expresión cargada de culpa y preocupación.
—Nicole, lo más probable es que esté aquí por mí, no por ti. Querrá confrontarme, tal vez hacerme pagar por todo lo que pasó. Pero no voy a dejar que te haga daño.
—¿Y si me encuentra? ¿Y si me hace algo? —su voz estaba llena de miedo, y la fuerza que intentaba mantener se desmoronaba rápidamente.
Aiden negó con la cabeza y tomó sus manos entre las suyas.
—Escúchame bien. No voy a permitir que te toque, ¿me oyes? Ni siquiera se acercará a ti. —Su voz era baja pero decidida, y vi cómo Nicole comenzaba a calmarse, aunque sus ojos seguían llenos de lágrimas.
—Estamos juntos en esto —añadí, apoyando mi mano sobre su hombro—. No estás sola, Nicole.
Por un momento, el miedo en su rostro comenzó a desvanecerse, reemplazado por una chispa de esperanza. Aunque la amenaza estaba presente, en ese momento estábamos unidos, y eso era suficiente para enfrentarlo.
Nicole se relaja en la silla, un poco más tranquila ahora que su batido ha calmado su ansiedad. Con una mirada llena de esa curiosa energía que siempre tiene, me observa detenidamente, como si estuviera buscando una pista más allá de nuestras palabras. Se lleva el batido a los labios, tomando un sorbo con calma, y cuando baja el vaso, sus ojos brillan con una mezcla de sorpresa y diversión.