Sobre Hielo

Capítulo 39

CAPITULO 39

Cuando salimos de la oficina, el aire frío del pasillo me golpea como un balde de agua helada. Mi mente seguía revuelta tratando de procesar lo que acababa de pasar.

Aiden camina delante de mí, con las manos en los bolsillos, de repente se detuvo en seco y se giró.

—¿Estás saliendo con Logan? —preguntó de golpe, con los ojos entrecerrados.

—¿Qué? —parpadeé, confundida—. ¿De dónde sacas eso?

—No me respondas con otra pregunta, Alex. ¿Te gusta Logan?

—¿Por qué te importa? —respondí, cruzándome de brazos en un intento de parecer segura, aunque por dentro mi corazón estaba a punto de explotar.

—Porque , me importa.

Su tono fue tan directo, tan intenso, que tuve que apartar la mirada. Mi mente estaba hecha un lío. ¿Qué sentía por Logan? ¿Y qué demonios estaba pasando con Aiden?

—No estoy saliendo con él —dije finalmente, pero mi voz sonó débil incluso para mis propios oídos.

—Entonces, ¿te gusta? —insistió, dando un paso hacia mí, acortando la distancia entre los dos.

—¡No lo sé, Aiden! —exclamé, frustrada—. ¿Qué importa eso ahora?

—¿Qué importa? —repitió, soltando una risa incrédula—. ¿Vas a verle la cara después de que casi te meto la lengua en la garganta?

Vale. Esto era una locura.

—¡No me recuerdes eso! —dije, llevándome las manos a la cara, sintiendo cómo el calor subía por mi cuello hasta mis mejillas.

—¿Por qué no? ¿Te asustó o... te gustó?

Mi corazón se detuvo un segundo, y luego empezó a latir tan rápido que pensé que iba a desmayarme. No podía mirarlo. No podía responder. Porque la verdad era que no sabía qué sentía.

—Aiden, no sé qué pasa conmigo —admití finalmente, bajando las manos y mirándolo con desesperación—. Estoy confundida. No sé si esto es...

—¿Amor o solo deseo? —terminó él por mí, con una seriedad que me dejó helada.

No pude responder. Porque esa era la verdad. No sabía qué era lo que sentía por él. Solo sabía que mi vida estaba patas arriba desde que había aparecido en ella.

—Alex, mírame. —Su voz era firme, pero no brusca. Levanté la vista, y sus ojos estaban clavados en los míos, como si intentara leer cada pensamiento que pasaba por mi cabeza—. No quiero que me confundas con él. Si vas a estar con alguien... asegúrate de que sea porque realmente lo quieres, no porque estés huyendo de lo que sientes.

Mi pecho se apretó ante sus palabras. Él estaba diciendo más de lo que dejaba ver, y yo no estaba preparada para enfrentarlo.

—Esto es demasiado, Aiden —murmuré, dando un paso atrás—. No puedo lidiar con esto ahora.

—Haz lo que quieras, Alex —dijo finalmente, pasando una mano por su cabello, visiblemente frustrado—. Pero no me pidas que me quede a mirar cómo te mientes a ti misma.

Y con eso, se giró y se alejó, dejándome sola en el pasillo, con mil emociones luchando por salir a la superficie.

Debía tomar una decisión, y en el fondo, no sabia si era el comienzo o el final de algo.

(...)

Más tarde, decidí ir a la residencia a hablar con Nicole y las chicas. El ambiente era relajado: una película de fondo, bolsas de papas abiertas sobre la mesa y el aroma a palomitas quemadas flotando en el aire. Sin embargo, apenas comencé a contar lo que sucedía con Aiden y Logan, la atmósfera cambió por completo.

—¡Eres una mujer fatal! —soltó Maddie, echándose hacia atrás en el sofá y mirando divertida, aunque con un brillo de incredulidad en los ojos.

Nicole permanecía en silencio, con los brazos cruzados, observándome como si estuviera procesando cada palabra.

—Tener a dos chicos guapos y populares peleando por ti... ¡Guau! —dijo Lizzie mientras me golpeaba el hombro con suficiente fuerza como para hacerme tambalear en la cama.

Me encogí de hombros, sintiéndome cada vez más pequeña bajo sus miradas, aunque intenté disimularlo con una risa nerviosa.

—Vale, no me siento orgullosa de esto —admití, el peso de la culpa cayendo sobre mí como una losa.

Fue Nicole quien finalmente rompió el incómodo silencio, su tono más firme de lo que esperaba.

—Estuvo mal. —Su mirada se clavó en mí como si buscara atravesarme—. Debiste haber sido sincera con él desde el principio.

El comentario golpeó una fibra sensible, y aunque quise responder, las palabras se atoraron en mi garganta. Porque tenía razón.

—¡Oh, por favor! —interrumpió Maddie, alzando una ceja con dramatismo—. ¿Sabes lo que daría cualquier chica por estar en tu lugar? ¡Y tú aquí, sintiéndote culpable!

—No se trata de eso —espetó Nicole, sin perder el ritmo—. Es cuestión de respeto.

De repente, algo en su expresión me hizo detenerme. Un destello de... ¿dolor? ¿Frustración? Todo encajó en un instante como una bofetada mental. ¿Cómo no me di cuenta antes?

Porque estás demasiado ocupada en tu propio mundo.

¿Quién te preguntó?

Yo. ¿Y qué?

Loca.

Lo sé.

Intenté enfocarme en las chicas antes de perder más la cabeza.

—Lo sé, Nicole. Me siento muy culpable por todo esto.

—¿Culpable? Chica, ¿eres ciega o qué? —se burló Maddie con una sonrisa de suficiencia—. ¡Lograste enamorar a la roca de Aiden!

—Enamorar es una palabra fuerte. —Intenté desviar la conversación, pero Lizzie no me dio tregua.

—¡Fuerte nada! Desde la fiesta lo habíamos comentado, pero ninguna pensó que fuese cierto.

Nicole soltó un suspiro, su cara tan molesta como firme.

—Debes decidirte ya, Alex. Y ser sincera. No los engañes más.

Sus palabras cayeron como un martillo sobre mi pecho. Podía sentir el peso de sus ojos, cada mirada cargada de expectativas y, tal vez, un poco de juicio. Mi respiración se volvió pesada mientras intentaba ordenar mis pensamientos, pero la verdad era que no sabía cómo hacerlo sin desmoronarme.

—¿Ya tomaste una decisión? —preguntó Nicole, su tono calmado y directo, pero con un filo que cortaba más profundo de lo que me habría gustado.



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En el texto hay: amorodio, romance, hielo

Editado: 14.01.2025

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