Sobre Hielo

Capítulo 42

CAPÍTULO 42

Es surrealista. Ver a Aiden sonriendo de esa manera era casi... agradable.

La Alex del primer día, la que lo conoció, habría dicho algo como: "¿Qué te pasa, maldita loca? ¡Reacciona!" Y después me daría una buena nalgada en el trasero solo para asegurarme de que estaba despierta. Tengo cero pruebas, pero con cero dudas. Mi yo de antes habría sido una mezcla de sorpresa y pavor, preguntándose si de verdad había un Aiden sonriente en el mismo lugar en el que estaba yo.

—¿Eres real? —dije, tocándolo con el dedo, como si estuviera comprobando si lo que veía era real o si solo me había vuelto completamente loca.

Aiden y yo estábamos... en nuestra primera cita. Bueno, si eso podía llamarse una cita.

Entramos al cibercafé y el lugar apestaba a Red Bull, pizza fría y la mezcla sospechosa de colillas y sudor. Perfecto, un paraíso de chicos que no sabían que existían otras opciones que no fueran juegos de disparos y peleas épicas. Y entonces estaba yo, con mi camiseta de "no me importa lo que pienses", dispuesta a hacerles la competencia en su propio terreno.

—¿Lista? —Aiden me miró con una sonrisa juguetona, y su tono era tan serio como si fuéramos a enfrentar el apocalipsis.

—Listísima, señor roca. —respondí mientras me dirigía a la máquina, sin perder tiempo.

Aiden soltó una carcajada y se sentó en la silla junto a mí, mientras yo me acomodaba en la pantalla gigante que tenía frente a mí. Empecé a elegir un personaje, un tipo con armas enormes y una cara de "te voy a destruir", porque, vamos, tenía estilo.

—¿Vas a jugar de chica? —dijo, mientras miraba la selección de personajes. Él eligió al típico macho de videojuegos, un tipo musculoso con cara de "te mato con una mano".

—Chico, claro que no. No soy de las que se andan perdiendo por el camino. —me reí, escogiendo al personaje más rudo que había, una chica con un rifle de asalto y unas botas de combate tan grandes que parecía que iba a aplastar todo a su paso.

Empezamos a jugar. Los demás en el cibercafé nos miraban como si fuéramos dos personas completamente fuera de lugar, pero ni siquiera me importaba. Yo estaba demasiado concentrada en dispararle a todos esos tipos con cara de "soy el más guapo del juego", mientras Aiden y yo nos íbamos matando virtualmente, uno al otro, sin piedad.

—¡Boom! Te maté otra vez, Aiden! —dije, mirando cómo su personaje explotaba en una lluvia de píxeles.

—No, no, no... ¡Eso fue un golpe bajo! —Aiden me miró con la cara de quien acaba de perder una batalla épica. Se sacudió el cabello, como si eso fuera a hacerle ganar algo.

—¿Golpe bajo? —me reí, girando en mi silla como una niña traviesa. —Eso es solo tu ego pidiendo ayuda. Tú lo llamas golpe bajo, yo lo llamo... habilidad natural.

Aiden me miró como si fuera una alienígena. Pero lo que no sabía era que a mí me encantaban estos juegos. Esos que a las chicas les parecen "demasiado rudos" o "típicamente masculinos". Sí, lo admito, el disparar cosas hasta que exploten me parecía lo más divertido del mundo. Y, honestamente, no me importaba si eso no era "femenino". Yo era Alex, la chica que nunca seguía las reglas.

De repente, Aiden empezó a presionar botones con tal fuerza que la máquina empezó a hacer ruidos extraños.

—¿Estás bien? —le pregunté, mirando con sospecha cómo su personaje se había quedado parado en el centro del campo, sin hacer nada.

—No... No lo estoy. —Aiden frunció el ceño. —Me acabo de quedar sin municiones. ¿Por qué siempre me pasa esto?

—Porque no eres tan bueno como yo, eso es todo. —dije con la sonrisa más maliciosa que pude, mientras mi personaje hacía un giro elegante antes de lanzarle una granada a su personaje, lo que lo mandó al infierno de las pantallas de carga.

—¿Granada? ¿En serio, Alex? —Aiden parecía no creerse lo que había sucedido. — Me estás atacando con granadas, ya ni siquiera es un combate justo.

—Amigo, no es mi culpa que no sepas usar las armas adecuadas. —reí mientras me recostaba en la silla, ganando el punto. —Esto no es solo un juego de disparos, es un arte. Y tú... simplemente eres un novato.

Aiden levantó los brazos al aire, como si quisiera rendirse.

—¿Sabes qué? No lo soporto. —Aiden se levantó de la silla, dando vueltas como un loco. —¡No puedo con esta competitividad tuya!

Y entonces, de forma inesperada, Aiden se volvió hacia mí con una mirada completamente seria.

—Te apuesto que no puedes ganarme en el siguiente nivel. —me desafió con una sonrisa pícara.

—¿Tú? —me incliné hacia él, fingiendo que lo pensaba. —Eres un mal perdedor, ¿verdad? Prepárate para perder otra vez, roca.

Al momento siguiente, ambos estábamos otra vez en la batalla, como si el mundo entero desapareciera. Todo lo que existía era el sonido de nuestras risas y la adrenalina de intentar, una vez más, matar al otro. Pero, al final, claro, gané yo. Porque, vamos, ¿quién más podría ser la campeona de la guerra de granadas?

—Me rindo. Eres una asesina. —Aiden levantó los brazos, completamente derrotado.

—¡Lo sabía! —grité en triunfo. —¡Nadie puede con Alex!

Mientras nos mirábamos, riendo, algo en el aire cambió. Estábamos atrapados en este mundo virtual, pero, de alguna manera, me sentía como si, por primera vez, estuviera viendo a Aiden realmente. No el chico duro y distante, sino el chico que se ríe de mis bromas malas y pelea como si su vida dependiera de ello.

La habitación estaba en su habitual desorden, pero hoy parecía que todo encajaba de alguna manera. Después de la maratón de juegos en el cibercafé, decidimos continuar la fiesta en la residencia, pero esta vez con algo más tranquilo (o eso creíamos).

Aiden estaba tirado sobre mi cama, mientras yo sacaba un par de juegos de mesa de debajo de la cama. Monopolio fue el elegido, porque obviamente era el único juego que sabía que podría hacer que Aiden tuviera que rendirse tarde o temprano.



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En el texto hay: amorodio, romance, hielo

Editado: 14.01.2025

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