Sobre Hielo

Capítulo 44

CAPITULO 44

Es temporada de parciales, y el campus está en estado de emergencia. Hay estudiantes con más ojeras que sueños, sus caras un poema de estrés existencial. Me incluyo. En serio, ¿quién tuvo la brillante idea de condensar todo el sufrimiento humano en una sola semana?

Después de sobrevivir a mis clases, me dirijo al edificio de residencias, arrastrando los pies como si acabara de escalar el Everest. Antes de subir, hago mi parada habitual en el baño del campus para transformarme de Alexandra a Alexandre. Este cambio de identidad me está robando años de vida. ¿Así se sentirá Batman con tanto disfraz?

Mi hermano me ha dicho que está mejorando, lo cual espero que sea verdad porque mi salud mental está colapsando. Literalmente, estoy tan flaca que si me pongo de lado desaparezco.

Abro la puerta de la habitación y me topo con Aiden en plena escena de El día después de mañana. Está corriendo de un lado a otro, abriendo cajones, sacando cosas de debajo de la cama, tirando ropa al suelo como si estuviera buscando un tesoro pirata.

—¿Qué rayos haces? —pregunto, mientras me apoyo en el marco de la puerta, tratando de no reírme.

—Hay un gran problema, Alex —responde sin mirarme, con la voz más seria del mundo.

Por un momento, me preocupo. ¿Perdió la billetera? ¿Las llaves? ¿Un examen?

—¿Qué pasa? —repito, acercándome con cautela.

—No encuentro un peluche que me regaló mamá.

Parpadeo. ¿Un peluche? ¿Es una broma?

—Espera, ¿puedes repetir eso? —pregunto, segura de que escuché mal.

—Un oso, Alex —dice, como si fuera lo más normal del mundo, mientras saca una camiseta arrugada del fondo de un cajón y la lanza por los aires.

Ahí pierdo toda compostura. Una carcajada me explota en la garganta, y antes de darme cuenta, estoy doblada por la mitad, agarrándome el estómago mientras las lágrimas me corren por las mejillas.

—¡Un oso! ¡JAJAJAJA! ¿Tú? ¿El gran Aiden buscando un peluche?

—¿Cuál es el chiste? —gruñe, fulminándome con la mirada mientras sigue rebuscando en su maleta.

—¡Eres tú! —respondo entre risas, tratando de recuperar el aliento—. ¡El tipo que me grita por dejar mis zapatos tirados está buscando un osito de felpa!

—Era importante, ¿vale? —protesta con un tono indignado que solo empeora mi ataque de risa—. Mamá me lo dio cuando era pequeño. Siempre lo tengo conmigo antes de los exámenes.

—Oh, claro —respondo, secándome las lágrimas mientras él me mira como si quisiera estrangularme—. El osito salvador de parciales. Esto mejora cada vez más.

—¿Si ya terminaste tu show de comedia, me vas a ayudar o qué? —me espeta Aiden, cruzándose de brazos y lanzándome una mirada asesina.

—¿Aiden, la roca, está buscando un oso? —repito, y en cuanto lo digo, la risa me explota otra vez. Es imposible contenerme, y la cara de culo que me pone Aiden solo empeora mi ataque de risa.

—Qué graciosa —gruñe, meneando la cabeza mientras vuelve a rebuscar entre sus cosas.

Mi sonrisa se engancha, pero decido darle un respiro. No vaya a ser que, en un arrebato, me arrincone contra la pared.

Cálmate, Alex.

Aunque, pensándolo bien...

No. Basta. Control.

Respiro hondo y suavizo el tono mientras me siento en su cama.

—Vale, dime, ¿de qué color es el oso?

—Café. Es pequeño, pero muy importante para mí —responde sin mirarme, revolviendo un cajón con un ruido que suena a desesperación.

Miro a mi alrededor, escaneando cada rincón. Todo está en orden, pero el famoso oso no aparece. Me agacho para mirar debajo de la cama, haciendo un esfuerzo absurdo que termina con la sangre subiéndome a la cabeza. Después reviso el armario, el baño... nada.

—No lo veo —anuncio finalmente.

Aiden se deja caer en la cama, frustrado.

—Dios. No puedo creer que lo he perdido —dice, cubriéndose la cara con las manos.

Me siento a su lado y, en un impulso, agarro su mano. Su cuerpo se tensa al instante, y cuando alza la mirada hacia mí, hay algo vulnerable en sus ojos que no esperaba ver.

—Lo vamos a encontrar, no te preocupes tanto. Debe estar por ahí —digo, intentando sonar tranquilizadora. Luego sonrío—. Ahora, cuéntame, ¿qué historia tiene ese peluche? ¿Cómo se llama?

Por un momento, sus ojos se iluminan, como si estuviera recordando algo especial.

—Se llama Toppy.

—¿Toppy? —repito, soltando una risita—. Es un nombre cursi.

—Mamá me lo regaló cuando tenía cinco años —admite, con una pequeña sonrisa en los labios—. Lo he tenido desde entonces.

—¿Por qué lo buscabas ahora?

Aiden deja escapar un suspiro largo y profundo.

—Porque cuando extraño a mi mamá, Toppy me ayuda a no sentirme tan solo.

Algo en su tono me hace quedarme callada. Aiden tiene razón: no se puede catalogar a alguien de frío solo porque no se abre fácilmente. A veces, las personas más reservadas son las que más sentimientos esconden, como si tuvieran que protegerse del mundo entero.

Sin pensarlo mucho, lo abrazo. Él se queda inmóvil un segundo, y luego suspira, relajándose contra mí.

—No estás solo. Estoy aquí contigo —le digo, en voz baja.

Aiden no responde de inmediato, pero cuando lo hace, su voz es suave.

—Gracias, Alex. Por estar.

—Siempre.

El momento es perfecto, hasta que Aiden, fiel a su personalidad, rompe la magia.

—¿Sabes? Me siento bastante raro abrazando a un chico.

Lo miro, incrédula, y mi reflejo en el espejo del otro lado de la habitación me recuerda que estoy en mi fachada.

Empiezo a cansarme de esta fachada. Fingir ser un hombre está agotando cada fibra de mi ser. Por un segundo, deseo arrancarme el disfraz, y dejar de esconderme.

—Jódete —respondo juguetona, apartándome, pero Aiden aprovecha para envolverme con un brazo y apretarme aún más fuerte.

—Muy femenino de tu parte —suelta con sarcasmo, alzando una ceja.



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En el texto hay: amorodio, romance, hielo

Editado: 14.01.2025

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