CAPITULO 45
Al dia siguiente. En el camerino, la tensión estaba a flor de piel. Todos se preparaban para el penultimo partido de regionales. El aire estaba cargado de nerviosismo, pero también de emoción. El ruido de los zapatos de hockey sobre el suelo, el crujir de los cascos, el sonido metálico de los palos... todo eso me mantenía alerta.
Me senté en el banco, observando a todos. Aiden estaba a mi lado, ajustándose las vendas en las muñecas. No podía evitar notar lo diferente que se veía hoy. El equipo estaba más unido que nunca, pero aún sentía la presión sobre mis hombros.
—¡Vamos, chicos! ¡No olviden calentar bien antes de salir! —gritó el entrenador Sullivan, caminando entre nosotros con su tono autoritario.
Lo último que quería era que me notaran. Todos estaban demasiado ocupados preparándose para el partido, pero mi corazón latía con fuerza. Aiden me miró desde el otro lado, sonriendo ligeramente.
—Relájate, Alexandre. Vas a hacerlo bien —me dijo en voz baja, asegurándose de que nadie más lo oyera.
Me tensé. Tenía que recordar que, a pesar de la cercanía con Aiden, nadie podía saber la verdad. Nadie sabía que yo era Alexandra, ni siquiera los chicos del equipo. Mi identidad era un secreto que, aunque me costaba mantenerlo, era algo necesario para este momento.
Aiden notó mi incomodidad y se acercó a mí, pegando su hombro al mío de manera casual.
—Tienes el hielo bajo tus pies, recuerda eso. No tienes que preocuparte por lo que piensen los demás.
Le sonreí, pero mi mente seguía atrapada en el pensamiento de que en cualquier momento alguien podría descubrirlo.
—¿Estás listo para el partido? —me preguntó, mirándome fijamente.
—Claro —respondí, tratando de sonar confiada, aunque por dentro mis nervios estaban a mil.
Un grupo de chicos pasó junto a nosotros, algunos ya listos para salir al hielo. Logan me dio una mirada aprobatoria, como si ya hubiera captado algo. No sé si era por mi rendimiento en los entrenamientos o por el hecho de que nunca lo había visto patinar tan bien como en esos días.
—Todo listo, Alexandre. —Logan me sonrió, dándome una palmada en la espalda.
El sonido de los patines sobre el hielo comenzaba a resonar en mi mente. Estaba jugando para ganar, no solo para mí, sino también por el equipo.
Aiden me miró, notando la tensión en mis hombros.
—Tienes que relajarte. Después de esto, vamos por unas cervezas, ¿te parece?
Fruncí el ceño, queriendo salir del momento y despejar mi mente.
—Solo si ganas el partido —respondí, intentando mantener mi tono de siempre.
Aiden se rió, dándome un golpe en el hombro.
—Eso es lo que quería escuchar. Vamos, es hora de brillar.
Era hora de salir. Salí del camerino con el resto del equipo, dejando mis dudas atrás. Aunque mi identidad seguía siendo un secreto, había algo más grande en juego. El juego. La victoria. Y eso lo haría todo más emocionante.
Pero mientras caminaba hacia la pista, una pequeña voz en mi cabeza no dejaba de preguntarse: ¿qué pasaría si alguien se enteraba?
El partido comenzó y la energía en la pista era palpable. El equipo de hockey estaba perfectamente sincronizado, cada pase y movimiento parecía estar en su lugar. Aiden, como capitán, lideraba con determinación, mientras yo me deslizaba sobre el hielo con rapidez, siguiendo sus instrucciones y manteniendo el ritmo.
El primer gol llegó rápidamente, un pase preciso de Aiden que envié al fondo de la red con un golpe certero. La multitud estalló en aplausos, pero nosotros no nos detenemos.
El resto del partido fue un torbellino de jugadas rápidas, cambios de dirección y gritos de motivación. Al final, el pitido del árbitro resonó en la pista. 3-1. Habíamos ganado. La victoria fue nuestra.
El equipo se reunió al centro de la pista, celebrando mientras Aiden me dio una mirada cómplice.
—Buen trabajo, Alexandre —dijo, con una sonrisa satisfecha.
Mi corazón aún latía con fuerza, pero el sentimiento de haber logrado algo tan grande junto a ellos me hizo olvidar el peso del secreto por un momento.
—¡Felicidades por avanzar a las semifinales, Aiden Mrazik! —exclamó la entrevistadora acercandose a Aiden, con una energía desbordante.
Aiden, aún cubierto de sudor y con la respiración agitada, se pasó una mano por el cabello, dejando que la multitud lo ovacionara mientras tomaba el micrófono.
—Gracias —dijo con esa serenidad que lo hacía parecer imperturbable.
—¿Qué significa este logro para ti? —continuó la entrevistadora, ansiosa por captar más de su rara apertura.
—No es un logro solo mío, es de todo mi equipo —respondió, lanzando una mirada rápida hacia nosotros.
—¡Así es, espíritu de equipo! Pero dime, Aiden, ¿hay algo en especial que te tiene tan contento esta noche? Es la primera vez que aceptas dar una entrevista.
Aiden sonrió de lado, esa media sonrisa que podía derretir a cualquiera, y murmuró:
—Una chica.
Aunque lo dijo en voz baja, la entrevistadora lo captó al vuelo, su expresión cambiando de incredulidad a entusiasmo.
—¿Una chica? ¿Alguien ha logrado derretir el corazón de Aiden Mrazik?
Mi corazón dio un vuelco. Sentí mis palmas empezar a sudar mientras trataba de mantenerme firme. Solo quería atravesar la barrera de gente, correr hacia él y abrazarlo.
—Sí, hay una chica —dijo Aiden, esta vez con más claridad.
La frase fue como una chispa que encendió a los periodistas. En un instante, comenzaron a lanzarle preguntas sin parar.
—¡Háblanos más de ella!
—¿Cómo es?
—¿Estás enamorado?
Para mi sorpresa, en lugar de fruncir el ceño o mostrar fastidio, Aiden sonrió. Una sonrisa genuina y cálida.
—¿Quién es tu hermana y qué ha hecho con el Aiden que conocemos? —murmuró Chase a mi lado, haciendo que Logan y Yam soltaran una carcajada.
Aiden se tomó un momento antes de hablar, como si buscara las palabras exactas.