CAPÍTULO 56
El hospital era un caos. No sé si era por mi mente agitada o porque todo en realidad parecía moverse a cámara rápida. Los gritos de los paramédicos y el pitido constante de los monitores formaban una sinfonía que me perforaba los oídos.
—¡Cuidado! ¡Por favor, muévanse! —grité, corriendo detrás de los doctores que empujaban la camilla hacia urgencias.
Mi padre y Alexandre iban detrás de mí, pero en ese momento solo podía pensar en él. Su cabello desordenado, la sangre seca en su frente, sus labios partidos... todo en él me gritaba peligro.
—¡Tiene que estar bien! —grité mientras los doctores desaparecían tras una puerta cerrada. Me quedé parada ahí, como si mi sola presencia pudiera forzarla a abrirse de nuevo.
—Alex... —La voz de mi hermano era suave, pero su mano en mi hombro me hizo derrumbarme.
—Es mi culpa... —sollozo, enterrando el rostro en su pecho. Alexandre me sostuvo con fuerza mientras las lágrimas caían como una cascada.
—No es tu culpa, Alex. Aiden es fuerte. Saldrá de esta.
Mi padre no dijo nada. Su silencio era un muro que me protegía, pero al mismo tiempo me hacía sentir su propia angustia.
El tiempo se convirtió en un enemigo invisible. Cada segundo era como una puñalada que se clavaba más profundo. Esperamos y esperamos.
Cuando la puerta finalmente se abrió, un doctor salió, su rostro neutral como una hoja en blanco.
—¿Cómo está? —pregunté antes de que pudiera decir algo.
—La cirugía fue exitosa, pero... —Vaciló, lo que solo hizo que mi corazón se detuviera—. No podemos decir cuándo despertará. Podría ser en unas horas o en unos días.
Sentí que me arrancaban el alma. Las palabras se perdieron en mi garganta mientras mi cuerpo colapsaba contra Alexandre.
—Tranquila, Alex. Estamos aquí contigo —murmuró, acariciándome el cabello.
No pude quedarme quieta. Después de horas interminables, finalmente me dejaron entrar a la habitación de Aiden. Verlo allí, tan inmóvil, fue como una tortura.
Me senté a su lado y tomé su mano fría entre las mías.
—Eres un idiota —susurré, intentando no llorar de nuevo—. ¿Por qué siempre tienes que jugar al héroe?
Acaricié su cabello, dejando que mis lágrimas cayeran libremente.
—La habitación está demasiado silenciosa sin tus comentarios sarcásticos. Y yo... —Mi voz se quebró—. Yo me siento sola.
Pasaron días silenciosos y angustiantes. Cada mañana le hablaba de cualquier cosa para llenar el vacío. Sobre cómo el equipo seguía practicando, sobre cómo Chase intentaba cocinar y casi incendiaba la cocina, y sobre cómo Maddie y Nicole me obligaban a comer.
Una tarde, mientras estaba a su lado, dejando que mis dedos trazaran círculos en su mano, me atreví a abrir mi corazón por completo.
—Nunca quise depender de nadie. Después de Peter, me prometí que nunca dejaría que alguien me hiciera sentir débil. Pero tú... tú lo cambiaste todo. Contigo no me siento débil, Aiden. Me siento fuerte. Y odio lo mucho que te amo.
De repente, sentí que su mano se movía.
—¿Eso es lo que piensas de mí, Boo? ¿Que soy odioso?
Mi corazón casi salta de mi pecho. Sus ojos estaban abiertos.
—¡Aiden! —grité, lanzándome sobre él.
—Cuidado, mujer, estoy herido —se quejó, aunque una sonrisa bailaba en sus labios.
—¡Idiota! —golpeé su hombro suavemente mientras me reía y lloraba al mismo tiempo—. No vuelvas a hacerme esto.
—¿Hacerte qué? ¿Darte la oportunidad de confesar tus sentimientos?
—¡Te odio! —gruñí, aunque mis lágrimas lo traicionaban todo.
—Te amo también —respondió, acariciando mi mejilla—. Ahora, ¿puedo pedirte algo?
—¿Qué?
—Por favor, no vuelvas a intentar darme sopa. Fue la peor tortura de todas.
Me quedé mirándolo, incrédula.
—¿¡Qué estás diciendo!?
—Esa sopa... no sé si fue una venganza por algo que hice, pero definitivamente no era comida.
Lo golpeé en el brazo de nuevo, esta vez con más fuerza.
—¡Eres un ingrato!
—Y tú cocinas horrible.
Ambos terminamos riéndonos, como si el mundo entero se hubiera detenido solo para nosotros.
Cuando finalmente salimos de la habitación, nos encontramos con el equipo. Logan fue el primero en hablar.
—Miren quién decidió despertar. El bello durmiente renació.
—No podía dejar que ustedes ganaran sin mí —respondió Aiden con una sonrisa arrogante.
Nicole lo abrazó con tanta fuerza que casi lo derriba.
—¡Idiota! ¿Por qué tienes que asustarnos así?
—¿Yo? —dijo Aiden, fingiendo inocencia. Miró a Logan, que se encogió de hombros.
—La única persona más dramática que Nicole eres tú, Aiden.
—¡Hey! —Nicole lo golpeó en el brazo, pero Logan solo se rió, colocándole un brazo protector alrededor de los hombros.
Aiden los miró con curiosidad, pero no dijo nada.
Cuando todos finalmente se calmaron, Aiden me miró.
—¿Y mi padre?
Tomé sus manos entre las mías y lo miré directamente a los ojos.
—Ya no podrá hacernos daño.
Él asintió, y por primera vez en días, vi paz en su rostro.
—Gracias, Alex.
Nos abrazamos de nuevo, más fuerte esta vez, como si nunca quisiéramos soltarnos. Porque, después de todo, nunca lo haríamos.
Días después de la recuperación de Aiden, las cosas comenzaron a cambiar lentamente. El equipo retomó los entrenamientos, aunque ninguno de los chicos dejaba que Aiden hiciera demasiado. Era el centro de atención, algo que claramente disfrutaba.
Una noche, Aiden me encontró en la pista de hielo del equipo. Estaba practicando tiros cuando lo vi entrar, con esa sonrisa arrogante que siempre me hacía querer golpearlo y besarlo al mismo tiempo.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté, fingiendo molestia.
—Vine a ver cómo mi chica destroza a los Blackhawk la próxima temporada.
Sonreí, dejando caer el palo al suelo mientras corría hacia él. Salté a sus brazos y él me atrapó, girándonos en un círculo.