Sobre Hielo

Epílogo

"No puedo imaginar mi vida sin ti, porque tu haces parte de mi alma, y no puedo respirar cuando no estás a a mi lado " Adalex.

El parque estaba tranquilo, salvo por los sonidos de los niños corriendo y riendo a la distancia. Dafne balbuceaba en mis brazos, sus rizos negros brillando bajo la luz del sol. Sus ojos grises, idénticos a los de Aiden, parecían contener más sabiduría de la que deberían tener a su corta edad.

—Mira, Dafne —le dije mientras señalaba un grupo de mariposas revoloteando entre las flores—. ¿Ves? Igual que tú, son libres y hermosas.

Ella estiró una manita regordeta hacia las mariposas, balbuceando algo que me hizo sonreír. Era increíble cómo con solo una mirada podía iluminar mi día.

Mi padre, Jones, se acercó con una sonrisa cansada pero cálida.

—Déjame cargarla un rato, Alex. Tú necesitas un respiro.

Le pasé a Dafne, quien inmediatamente empezó a jugar con su barba, haciéndolo reír. Me senté en una banca cercana y los observé, sintiéndome agradecida por tener a mi padre en mi vida.

—Se parece mucho a ti, pero esos ojos… son todo de Aiden —murmuró, mirándola con orgullo.

—Lo sé —respondí, tratando de mantener mi voz neutral. Pero la verdad era que cada vez que veía sus ojos, sentía una punzada en el pecho.

Jones me miró con ternura y preocupación.

—Él estaría tan orgulloso de ti, Alex. Todo lo que has hecho, lo fuerte que has sido.

—Papá, no empecemos con eso —respondí rápidamente, desviando la mirada hacia Dafne.

Él suspiró pero no insistió.

—Sabes que es cierto. Y aunque no esté aquí ahora mismo, sé que piensa en ti cada día.

Quise responder, pero en ese momento mi teléfono vibró. Lo saqué del bolsillo y vi una notificación. Era una transmisión en vivo del partido de Aiden. Sin pensarlo, abrí el enlace y las imágenes llenaron la pantalla.

Ahí estaba él, en la pista de hielo, luciendo el uniforme de su equipo profesional. Su cabello desordenado, su mirada intensa y esa sonrisa que siempre tenía cuando estaba en su elemento.

Mientras que Aiden cumplió su sueño, yo también lo hice. Gane muchos trofeos, y medallas, decidí pausarlo para pasar más tiempo con Dafne.

—Mira, Dafne, ahí está papá —le dije, acercándole la pantalla. Aunque no entendía, sonrió como si supiera que hablábamos de él.

Jones se inclinó para mirar también, sonriendo con orgullo.

—Está haciendo lo que ama. Y sé que lo hace por ustedes dos.

El partido era intenso, pero mi mente divagó por un momento. Recordé todas las veces que habíamos hablado de este sueño, las noches en las que él me contaba sus planes, cómo quería ser el mejor para nosotras.

Cuando el partido terminó con una victoria para su equipo, sentí una mezcla de orgullo y nostalgia. Aiden levantó su casco y miró a la cámara, dedicándonos una sonrisa que parecía cruzar la distancia entre nosotros.

—Volverá pronto —murmuró mi padre, como si pudiera leer mis pensamientos.

Asentí, abrazando a Dafne con fuerza.

Porque aunque la distancia nos separara temporalmente, sabía que siempre estaríamos juntos en lo que realmente importaba. Y cuando Aiden volviera, nuestra pequeña familia estaría completa otra vez.

El sol se ocultaba lentamente detrás de los edificios de la ciudad, bañando nuestro apartamento en un cálido resplandor dorado. Las risas de Dafne llenaban el aire mientras jugaba con un peluche en el suelo, y yo, sentada en el sofá, no podía evitar sonreír al verla. Aiden estaba a punto de llegar, y cada vez que lo hacía, parecía que el mundo volvía a girar en su eje.

El sonido de la llave girando en la cerradura me hizo levantar la vista. Dafne dejó caer su peluche y miró hacia la puerta, como si supiera que su papá estaba a punto de aparecer.

—¡Ya estoy en casa! —anunció Aiden al entrar, su voz llena de entusiasmo.

Dafne, con sus pasitos tambaleantes, corrió hacia él, balbuceando emocionada. Aiden se agachó para levantarla en brazos, plantándole un beso en la mejilla mientras ella reía sin parar.

—¡Papá está aquí! —exclamó, levantándola como si fuera el trofeo más preciado del mundo.

Yo me levanté del sofá, cruzando los brazos con una sonrisa en los labios.

—Llegas tarde, señor estrella del hockey —dije, fingiendo molestia.

—Tenía que asegurar la victoria para mis chicas —respondió con una sonrisa pícara mientras se acercaba a besarme.

Aiden llevó a Dafne al sofá, sentándose y acomodándola en su regazo. Ella jugueteaba con los cordones de su sudadera mientras él le hacía caras graciosas para mantenerla entretenida.

—¿Sabes que te extrañé, pequeña? —le dijo, acariciándole el cabello oscuro que tanto me recordaba al mío.

—Y yo te extrañé más —murmuré, sentándome junto a ellos.

Aiden me tomó de la cintura y me hizo sentarme en su regazo, con Dafne entre los dos. Me recosté contra su pecho mientras él apoyaba la barbilla en mi hombro, rodeándonos con sus brazos fuertes.

—Este es mi lugar favorito en el mundo —murmuró, besándome la sien.

—¿Qué? ¿No es la pista de hielo? —pregunté, bromeando.

—La pista es genial, pero aquí es donde realmente está mi corazón.

Dafne estiró sus pequeñas manos hacia mi rostro, y yo le di un beso en la palma. Aiden la imitó, llenándola de besos en las mejillas y el cuello, lo que provocó que se riera a carcajadas.

—Eres una consentida —dije, mirando cómo Aiden la llenaba de mimos.

—Por supuesto que lo es —dijo Aiden con una sonrisa traviesa—. Tiene todo el derecho de serlo. Es nuestra niña.

Me giré ligeramente para mirarlo a los ojos.

—¿Te das cuenta de lo felices que somos? —pregunté, mi voz casi un susurro.

Aiden me sostuvo la mirada, su expresión suave y llena de amor.

—Claro que lo sé, Boo. Y haré todo lo que esté en mis manos para que siga siendo así.

Apoyé mi frente en la suya, cerrando los ojos mientras Dafne se acurrucaba entre nosotros, adormilada por todo el amor y la calidez que la rodeaban.



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En el texto hay: amorodio, romance, hielo

Editado: 19.01.2025

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