Escena extra.
El escenario es cuando todos sus problemas con el padre de Aiden terminaron. Algo de humor nunca está de más, espero se diviertan leyéndolo. No hace falta decir que esta gente esta loca y le falta un tornillo, sobre todo la protagonista, pero asi la amamos. Bai.
Alex.
Estaba teniendo un sueño precioso. Algo de unicornios, chocolate derretido y Aiden sin camiseta. Perfecto. Hasta que...
¡PLING!
Gruñí, buscándolo a ciegas debajo de la almohada, todavía con los ojos medio pegados y el cerebro medio apagado. Cuando al fin desbloqueé el celular, lo primero que vi fue el mensaje de Chase, seguido de una lluvia de mensajes venenosos.
Chase: "Código roba novios: tu novio está en la cafetería con Bea. Repito: CON BEA. Ella se está riendo mucho. Tiene el pelo planchado. Lleva gloss. Corre perra, corre.
Tardé tres segundos en procesarlo.
Un segundo más en sentarme.
Y medio segundo en levantarme como alma que lleva el diablo.
—¡¿QUÉEEE?! —grité.
No me molesté en responder. Ni siquiera terminé de procesar el mensaje antes de salir disparada de la cama.
Agarré lo primero que encontré; unos jeans rotos, una camiseta de Aiden con olor a él (por motivos de poder emocional y superioridad moral), y me calcé las zapatillas sin calcetas. Estaba despeinada, ojerosa, con el labial de ayer todavía a medias y un aura asesina que hacía temblar las paredes.
Bajé como un rayo. Creo que atropellé a un conserje, dos sillas y un carrito de limpieza. No importa. Amor en peligro. Prioridades.
Cuando llegué a la cafetería, lo vi.
Aiden. Mi Aiden. Con Bea.
Ella se reía como si él hubiese contado el chiste del siglo, se tocaba el pelo cada tres segundos, y él tenía esa cara de incomodidad pasiva que yo conocía perfectamente, esa que hace cuando alguien le habla de astrología. Además, le estaba tocando el brazo, mi brazo.
Me lancé como un misil hacia ellos.
—¡AIDEN! —grité, cruzando el salón como una torbellino apocalíptico.
Los dos se giraron.
Bea parpadeó. Aiden palideció mientras se levantaba de un salto.
Me abalancé sobre él y le tomé del brazo. Y ella. TAMBIÉN LO TOMÓ DEL OTRO.
—¡Es mi novio! —solté con voz aguda, como si eso lo sellara legalmente.
—¡Es mi Aiden! —replicó Bea, apretando con más fuerza.
Aiden intentó sonreír. Fracasó.
—Chicas...
—¡Cállate! —dijimos las dos al mismo tiempo.
—Qué bonito. Me siento tan valorado como persona ahora mismo —dijo en voz baja.
—¡Suéltalo! —le dije.
—No —respondió ella, sonriendo como villana de película.
—¡Es mío! ¡Llevamos saliendo meses, tenemos cepillo de dientes a juego y sabe cómo me gusta el cereal!
—¡Él me escribió por mi cumpleaños! —dijo Bea, como si eso la hiciera ganadora.
—¡Yo le hice un playlist de 87 canciones con significado emocional! —repliqué.
—¡YO LE DIJE QUE SU SONRISA ERA LINDA! —gritó ella.
—¡YO LO VI LLORAR VIENDO "UP"! —grité más fuerte.
Yo jalé.
Ella jaló.
Aiden estaba literalmente en modo cuerda en medio de una guerra de tirones.
En ese momento entró Chase, con una bandeja de palomitas y una sonrisa como de quien había pagado para ver una función.
—¿Aiden? —le dije con voz dulce como si no estuviera a punto de sacarle los ojos a Bea—. Amor, cariño, cielo, ¿con quién te quedas?
Bea levantó la ceja y puso su mejor pose de influencer.
—Sí, Aiden. Diles la verdad. ¿Con quién te quedas?
Aiden nos miró. Me miró a mí. Me escaneó con mis jeans torcidos, mi cara de loca enamorada, y probablemente algo de baba seca en la comisura.
Luego la miró a ella. Respiró hondo. Y señaló.
—Con Alex. Siempre con Alex —dijo.
Me colgué de su cuello al instante.
—¡TE AMO, ESTÚPIDO! —le grité en la oreja, y luego le planté un beso en la mejilla—. Ay, perdón, no quería gritarte, es que tengo te amo mucho.
Bea puso cara de Wifi sin señal.
—Bueno, no sabía que estábamos en primaria —murmuró antes de girarse y salir con la dignidad que le quedaba.
Sonreí. Como psicópata en paz consigo misma.
Aiden, todavía con mis piernas colgando de él, murmuró:
—¿Alguien puede devolverme la circulación al brazo izquierdo, por favor?
—Nadie pidió tu opinión, cariño —le susurré al oído, acariciándole la mejilla.
Chase estalló en carcajadas mientras subía una historia a Instagram.
"Drama matutino en la cafetería: episodio 237."
Y yo, aún colgada del cuello de mi novio oficialmente declarado, pensé:
Qué hermoso es el amor.
Caótico, posesivo, lleno de gritos... pero hermoso.
***
Aiden Mrazik
Yo solo quería un café. Lo juro por el idiota del ex de Alex.
Uno. Solo. Café.
No esperaba que Bea se me sentara al frente con esa sonrisa de "voy a contarte un secreto que no me importa si te interesa o no". Y menos que empezara a reírse de absolutamente todo lo que yo decía.
Literal. Le dije que me gustaba el café sin azúcar y se rió como si hubiera dicho el mejor chiste del mundo.
Estaba por aclararle amablemente que no iba a pasar nada entre nosotros, nunca, jamás, ni en otra dimensión cuando escuché un grito que heló mi sangre.
—¡AIDEN!
Sentí cómo el alma se me separaba del cuerpo.
Miré hacia la entrada. Alex.
La Alex post-siesta, despeinada, con la camiseta que le regalé, los jeans rotos y los ojos encendidos en fuego puro. Si las miradas mataran, yo ya estaría enterrado.
Y entonces empezó el caos.
Se me abalanzó como un gato protector sobre su territorio, agarrándome del brazo.
—¡Es mi novio! —gritó.
Y, por alguna razón desconocida para la humanidad, Bea me tomó del otro brazo.
—Es mi Aiden —dijo.
Yo.
Quedé.
¡ATRAPADO!