Sobre Manga y Rock ´n´ Roll

Capítulo dos. Un amigo

Después del susto del día anterior, mi cuerpo cooperó para levantarse temprano y no tener otro accidente similar. Mientras me preparaba para la escuela, escuché a papá desde la cocina cantando Amazing de la banda Aerosmith, no tiene una voz prodigiosa como la de Steven Tyler; pero, canta lo suficientemente bien, como para ser agradable escucharlo. Bajé las escaleras y noté que la canción había cambiado a Dancing Queen de ABBA. Con un paño de cocina al hombro, papá bailaba frente al sartén, dándole muerte a un par de huevos.

–Estás muy animado Pa –dije al sentarme en el comedor de la cocina. Volteó hacia mí y bajó el volumen de la música, lo suficiente para escucharme correctamente.

–Te levantaste temprano. Perfecto, podrás desayunar conmigo –dijo, deslizando los huevos rancheros a mi plato.

–Gracias Pa. Se ven deliciosos.

–Todo lo que preparo me queda delicioso o al menos es lo que decía tu mamá. –dijo, dejando notar la nostalgia en sus ojos. Sonreí al escucharlo hablar de ella.

Ambos desayunamos en silencio; pues temíamos comenzar una conversación que nos tomaría mucho tiempo procesar. Papá trataba de no tocar el tema de mamá, después de tanto tiempo aun le lastimaba y a pesar de mi curiosidad, siempre traté de respetar sus tiempos y sus silencios.

–Debo irme, nos vemos por la noche –dije, tomando mi mochila del piso al lado de mi silla.

–Recuerda que estás castigada y no puedes ir en patines –advirtió.

–Ya lo sé, no te preocupes –dije al cerrar la puerta de entrada.

Ir despacio a veces tenía sus ventajas, hacía tiempo que no me detenía a ver a los niños jugar en el parque, ni el rocío de la mañana en los jardines de las casas de la ciudad que quedaban en mi camino a la escuela, hacía mucho viento y las hojas de los árboles flotaban por doquier, caminé tranquilamente hasta llegar a la escuela. Me detuve en la entrada de la escuela porque vi llegar a Danz en un auto. Se bajó lentamente y noté que su pierna le molestaba, lo de las muletas aún no se le daba bien que digamos, supuse que era agotador estar elevando el pie todo el tiempo, no pude evitar sentirme mal por él. Todos se acercaban a preguntarle sobre su condición, escuché uno que otro insulto a “la estúpida chica que le hizo esa atrocidad al capitán”. No me molestaba escucharlos, estaba acostumbrada a ser ignorada o escuchar algún comentario despectivo sobre mí.

Seguí caminando detrás de Danz, sus compañeros se alejaban uno a uno; quizás no querían llevar un paso lento a su lado y lo dejaban caminando solo. Vi como cayó un pequeño objeto de su bolsillo y apresuré el paso para levantarlo.  

–¡Danz! –exclamé– se te cayó tu… –me quedé observando el objeto de madera, intentado adivinar que era.

Danz se dio vuelta y se acercó a mí.

–Buenos días Sep. Eso es para ti –dijo apuntando al objeto.

–¿Para mí? –pregunté sorprendida.

“¿Y qué se supone que es esto?”

–Sí, es mi manera de disculparme por tu castigo. Sufrirás sin hacer tus hobbies favoritos en casa y me siento mal por ello –dijo resignado.

–¿Puedo abrirla? –pregunté y él asintió. Me sentí extraña, jamás había recibido un obsequio que no fuese de papá.

Abrí la caja y de ella salió un pequeño llavero de Nezuko, un personaje del manga que había estado leyendo y del que estuvimos hablando con Danz.

–¡Pero que cosita más linda! –exclamé observando el adorable llavero– ¿De verdad puedo quedármela?

–Sí, es para ti –dijo de inmediato.

–En realidad no era necesario; pero muchas gracias Danz. Con razón se me hacía conocida, es la caja de Tanjiro ¿verdad?

–De nada –respondió– y sí, es precisamente donde él la protege del sol.

–Es idéntica, otra vez gracias, no tenías que hacerlo –sonreí– y dime ¿cómo sigue tu pie?

Mientras caminábamos, colgué el llavero en mi mochila y guardé la cajita.  

–No es gran cosa, así que no te preocupes –contestó–. Como dijo el doctor, fue algo muy leve, ya me siento mucho mejor –miente, lo sé.

–¿Seguro? –indagué.

–Muy seguro –mintió nuevamente.

“¡Ya déjalo en paz Sep! quizás no le gusta que lo estés interrogando y ni siquiera debes caerle bien, no te emociones por un obsequio… ya has vivido esto”

–Me alegro –dije a secas.

Caminamos juntos en silencio, a pesar de que posiblemente no se sentía cómodo a mi lado, decidí no dejarlo solo, por si llegara a tropezar o necesitara ayuda con sus muletas. Afortunadamente su salón no estaba muy lejos y llegamos enseguida. Me detuve a su lado y giré para alejarme.

–¿Te veré en el almuerzo? –preguntó girando hacia mí.

–¡Claro! Yo paso por acá. Nos vemos después. –me despedí y me alejé lo más pronto posible, sus amigos que hace un momento no querían caminar a su lado, ahora se amontonaban a su alrededor. “Hipócritas”

*

En el almuerzo, le escribí a Danz para preguntarle si quería algo, así no estaría yendo y viniendo de la cafetería.




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