Sobre tus alas [ Jason Todd]

VII Presentación

—¡Hey! ¿Qué haces? —le susurro al chico nuevo, pero no me oye.

Definitivamente se ha vuelto loco.

******

Hoy es el día de las presentaciones y muchos se ven nerviosos. Yo no tengo problemas hablando en público. De hecho, me han dicho que mi voz es bastante agradable de oír. Lo que me preocupa es cómo lo hará el chico nuevo.

Volteo y me lo encuentro leyendo unas tarjetas que se ha hecho.

—No tengo muy buena memoria para estas cosas —se escusa.

—Lo harás bien, no te preocupes —le sonrío amablemente.

—No seas condescendiente conmigo.

Mi sonrisa se desvanece y vuelvo a mi posición. Hasta ahora, todos mis intentos por ser amigable han sido destrozados por su humor de los mil demonios. Siento como si me estrellara contra una pared cada vez que me habla de ese modo.

Intento convencerme de que no soy yo el problema, sino él, pero es difícil. Lo bueno es que después de la presentación, ya no tendré que volver a tratar con él.

El profesor Crane vuelve a hacer un sorteo para los turnos. Sin duda el asunto le divierte.

—¡Oh Dios! Esa mirada de decepción es digna de un cuadro —exclama con emoción cuando Gar saca el número dos.

Al final se ha disfrazado de perro y Tara está de muerte.

Miro a mi compañero para decidir quién sacará el papel. Él se encoge de hombros en un gesto de indiferencia y voy yo.

—Ardila, Ardila ¡Que no es tu turno para el matadero, sino para una presentación! —se burla el profesor ante mi cara de horror.

—Lo... lo siento —me disculpo con el chico nuevo.

He sacado el uno. La única respuesta que me da es una especie de gruñido mientras arruga las tarjetas que antes intentaba memorizar. Suspiro, sabiendo que si las cosas salen mal, ahora será mi culpa.

Nos encaminamos al frente del salón y comenzamos con nuestro tema.

—¿Dónde nace el miedo? ¿Cómo reacciona nuestro cerebro ante una situación de pánico? ¿Será posible controlar algún día las fobias irracionales? El miedo es una emoción que surge de una reacción de nuestro sistema neuronal en conjunto y cuya naturaleza es la supervivencia... —empiezo diciendo, ante la atenta mirada del profesor y nuestros compañeros.

De vez en cuando oigo que Gar ladra y ahogo una risa que arruinaría la presentación. El chico nuevo lo mira con ira y temo por la seguridad de sus brazos o patas.

Por fin llega el turno de mi compañero. No se ve nervioso, sino bastante seguro y molesto. De esto último hay mucho.

—Los estímulos, que son interpretados como potencialmente peligrosos, son captados por los órganos de los sentidos y procesados en la amígdala y en la... en la... la...

—Corteza prefrontal ventral —le susurro.

En vez de alegrarse por mi ayuda, me fulmina con la mirada.

—En la corteza preventral... —dice y veo al maestro tomar nota del error.

Si nuestra calificación es mala, tendré que esforzarme mucho más para mantener mi rendimiento y conservar mi beca.

—En conclusión, los miedos son necesarios, pues nos mantienen alerta, permitiéndonos reaccionar de manera oportuna ante una situación de peligro —termina diciendo, de manera cortante.

Yo quería redactar la conclusión, pero no me dejó.

Tranquila, Ardila. Puedes salvarte respondiendo las preguntas.

—El miedo es un tema bastante interesante —comenta el profesor Crane, acomodando sus gafas—. El miedo, como conducta ¿es innato o aprendido?

—Hay muchos estudios que hablan sobre ello...

—¡Todd! —interrumpe con un grito que me hace callar de golpe—. Que conteste Todd —dice ahora, más calmado.

La mirada en los ojos de mi compañero me asusta más que la abrupta reacción del profesor. Pareciera que quiere asesinarlo y que perderá el control a la menor provocación.

—Debí haber traído palomitas ¡Esto está que arde! —se burla Gar.

—Lo que quiere saber es si el miedo puede ser inducido ¿no? "Profesor" Crane.

No puedo creer que este chico le hable de ese modo al profesor, es un idiota.

—¡Hey! ¿Qué haces? —le susurro, pero no me oye.

—¡Quiere saber si puede fabricarse alguna toxina que sea capaz de inducir el terror en las personas para doblegarlas! —acusa y oigo una generalizada exclamación de sorpresa.

Y me quedo estática, sin saber que hacer.

—¡Suficiente, Todd! —regaña el profesor y en vez de calmarlo, lo enfada más.

—¡¿Le ha molestado que lo ponga en evidencia?! ¡Espantapájaros!

Me tapo la cara con horror, mientras veo que al maestro se le desfigura el rostro por la impresión y empieza a temblar.

—¡No... no... sa... sabes... de... de... lo... que... ha... hablas! —grita, tartamudeando como sólo ha hecho una vez antes, cuando Gar fingió que le daba un infarto para salvarse de un examen.




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