El profesor Crane tardó en calmarse. Se necesitó de un té de hierbas y unas cuantas payasadas de Gar, pero se calmó y continuaron las presentaciones.
El chico nuevo jamás regresó.
Sigo pensando en las cosas extrañas que dijo y no logro entenderlas. Creer que el profesor está desarrollando algún tipo de arma química que induzca el miedo es descabellado y sólo puedo concluir que tiene algún problema mental.
Aquello es lamentable considerando lo joven que es y me hace pensar que, tal vez, los rumores sobre él son ciertos. El chico nuevo es un peligro.
~🦇~
—Muéstrame los ejercicios que has aprendido —pide el profesor.
Hago mi mejor esfuerzo y termino sin ponerme en vergüenza.
—Bien. Seguirás trabajando en el piso y más adelante te probaremos en los aparatos. Me gustaría que empezaras por la barra de equilibrio, pero antes, esos brazos deben ser más fuertes, así que a trabajar.
—¡Sí, señor!
Me dispongo a continuar con mi práctica cuando una ola de exclamaciones de admiración me distrae. Se trata del resto de las chicas, observando muy animadas a alguien en la barra fija.
Como un zombie, camino hacia ellas sin dejar de verlo. Cada movimiento que da es de una precisión y exactitud que bordea la belleza, y el que pueda mantener un total control de cada parte de su cuerpo, para ejecutar tales piruetas, es realmente seductor.
En cuanto sus pies tocan el suelo y realiza el saludo protocolar, aplaudo emocionada, sin notar que soy la única que lo hace.
Él voltea a verme y sonríe encantado, caminando hacia mí.
—¿Te ha gustado?
—S-sí ¡Lo has hecho fantástico!
Me hizo una pregunta y la respondí sin decir alguna estupidez. Esto va de maravillas.
—No estuvo tan bien —dice Kory, parándose entre nosotros y dándome la espalda—. Separaste tus pies durante los giros, eso no puede ocurrirte.
Yo ni siquiera me percaté de ello.
—¿De verdad? Gracias por notarlo, Kory.
Ella le sonríe con autosuficiencia y siento que sobro. No sé tanto de gimnasia como ella, creo que no debería opinar.
—No deberías dejarte llevar por comentarios de novatas.
Sin embargo, con eso no puedo seguir callada.
—Yo sólo estaba dando mi opinión y me pareció que lo hizo bien —me encojo de hombros.
—Ese es el problema —me apunta, estrellando su índice en mi frente.
Dick la aparta, interponiéndose y mi corazón se acelera. Es la segunda vez que me defiende de ella.
Y Kory no se aguanta la ira.
—Por cierto, Carbono. Hace tiempo quería hacerte una pregunta.
El tono que usa me adelanta que nada bueno dirá.
—¿Por qué siempre te sonrojas cuando hablas con Dick? ¿Acaso te gusta?
Todo el aire de mis pulmones se va y no vuelve a entrar. Mi cuerpo tiembla y tengo el corazón a punto de estallar. Si sigo viva es porque a alguien le divierte mi padecimiento y quiere que se vuelva peor. También ayuda el que Dick no haya volteado a mirarme.
—Kory, basta —le pide con calma.
—¡Pero es cierto! Mírala ahora, parece un tomate.
Si Dick volteó o no es algo que nunca sabré porque salí corriendo de allí. Podría ser considerada una cobarde, pero me sentí expuesta y frágil, con mis sentimientos siendo lanzados al viento como confeti en una fiesta. No me he recuperado del todo del incidente de la mañana y ahora pasa esto.
¡Ya no sé cómo voy a mirar a Dick a la cara!
Quiero llegar a casa lo más rápido posible y olvidarme de este día desastroso.
Al doblar en la esquina, veo al chico nuevo sentado en el pasillo, fuera de la oficina del director. El único modo de llegar a la salida es pasando por allí.
En momentos como estos es cuando quisiera ser invisible.
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Editado: 27.10.2020