Sobre tus alas [ Jason Todd]

XV Accidente

En cuanto entro a la clase, una ola de exclamaciones de sorpresa inunda el salón y las burlonas risas de mis compañeros hacen festín con mi atraso.

Cabizbaja voy rápido a mi puesto, intentando hacer el menor ruido posible y evitando el contacto visual con el nuevo.

Ni siquiera debería estar aquí. Mínimo tendrían que haberlo vuelto a suspender por agredir a un estudiante. Debe tener padres poderosos.

—¿Qué le pasó a la señorita perfección? —susurra en mi nuca, tan cerca que la tibieza de su aliento me causa escalofríos.

Ignorándolo, muevo mi mesa lo más adelante que puedo e intento no pensar en él por el resto de la clase.

Y lo mismo con las siguientes.

Brenda no ha venido, así que, tras el almuerzo, voy a refugiarme a la biblioteca. Allí siempre encuentro la calma que necesito.

Y ahora necesito mucha.

Busco un libro para hacer una tarea y resulta estar en la última fila. El encargado está ocupado, así que voy por la escalera y me trepo con cuidado. Esto de poder usar sólo un brazo es bastante molesto.

El libro resulta ser de gran volumen y está atorado. Lo jalo con fuerza y por poco me voy de espaldas. Me habría desnucado cayendo de esta altura.

Bajo con precaución, sujetándome apenas con unos cuantos dedos, pues debo afirmar el libro. La gruesa capa de polvo que lo cubre lo vuelve resbaloso y se me suelta, golpeando a alguien al caer.

—¡Lo siento mucho, no fue mi intención! —me disculpo al llegar al suelo.

El chico se ha agachado para recoger el libro, sobando su cabeza.

—No ha sido nada, apenas lo sentí —sonríe.

Y yo me quiero morir.

De entre todos los estudiantes de esta secundaria, por qué... por qué tenía que golpear a Dick.

—¿E.. Estás... Bi-bien?

—Sí. Mi horóscopo decía que hoy tendría un golpe de suerte.

Intento reír, pero no puedo. Mucho menos al ver que un hilo de sangre comienza a caer por su frente.

Tomo su mano y me lo llevo a la enfermería a toda velocidad. A regañadientes se recuesta en la camilla y pongo un trozo de gasa en su cabeza, mientras esperamos a la enfermera.

—¿Cómo te sientes? —pregunto angustiada.

—Hmm... Estoy empezando a ver un poco borroso.

¡Maldición! Y la enfermera no llega. El libro era enorme, de seguro pesaba por lo menos un kilogramo y desde esa altura ¡Pude haberle partido la cabeza!

—¡Dick, no te quedes dormido! Sigue hablando ¿Qué día es hoy? ¿En qué ciudad estamos? ¿Quién soy yo?

—No he perdido la memoria... —sonríe—. Hoy es martes, estamos en Gotham y tú eres... eres una chica muy divertida.

Mi corazón da un brinco. Le parezco divertida, eso significa que le agrado y que lo hago feliz. Creo que voy a llorar.

La gasa en su cabeza se empapa rápidamente y debo cambiarla. Sólo entonces noto que he estado sosteniendo su mano todo el tiempo y lamento no poder usar las dos, porque debo soltar la suya para hacerlo.

—Ahora entiendo por qué has faltado a las prácticas ¿Te duele mucho?

Está preocupado por mí en un momento como éste. Él es maravilloso.

—No, casi nada, sólo cuando respiro.

Él ríe y yo no doy más de los nervios. Por fin llega la enfermera.

—¡¿Dónde estaba?! ¡Se está desangrando!

Ella mira a Dick y luego a mí, con expresión indiferente.

—¡Se dio un golpe muy fuerte en la cabeza! ¡Necesitará radiografías y un escáner! ¡Y quizás hasta una resonancia magnética nuclear! ¡Por favor, haga algo!

—Ya, ya, tranquila —apoya su mano en mi espalda y me conduce a la salida.

—Pe... Pero...

—Vuelve a clases, que yo cuidaré bien a tu novio.

La puerta se cierra en mi cara y tengo que apoyarme en la pared para no caer.

Mi novio.

¿Puede haber una frase más hermosa?

Lo que siento ahora no se compara en nada a lo que sentí cuando el director creyó que el nuevo era mi novio. En ese momento me sentí en el suelo y ahora estoy en el cielo, como si flotara.

Y flotando voy hasta el baño. Allí vuelvo a la tierra. Mi mano está manchada con la sangre de Dick y no puedo evitar sentir un profundo dolor que me saca algunas lágrimas.

~🦇~

Al terminar las clases, lo primero que hago es correr hasta la enfermería. Dick no está, se lo han llevado al hospital. La enfermera dice que es para descartar cualquier inconveniente e intenta calmarme diciéndome lo animado y hablador que estaba cuando se lo llevaron.

Él es así de fuerte y optimista, pero por dentro puede estar muy mal. Me siento devastada y no quiero regresar a casa todavía.

Vuelvo a la biblioteca, que de refugio pasó a ser una escena del crimen y me dejo caer en una de las mesas del rincón, escondiendo la cabeza en mi brazo.




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