Sobre tus alas [ Jason Todd]

XVIII Diferentes

Debo saber cómo sigue Dick, es en lo único que pienso hasta que llega el recreo.

La enfermera no sabe nada.

—Él no vino a clases —me cuenta Brenda—. Preguntémosle a alguno de sus amigos.

Él jamás falta, si lo hizo debe sentirse realmente mal o seguir en el hospital.

Veo a Kory y a otros chicos con los que Dick usualmente se junta y nos acercamos a ellos.

—Hola, Carbono ¿Qué se te perdió por acá?

El resto le celebra el comentario y yo me armo de valor.

—Quería saber cómo está Dick.

—¿En serio? Dick no es asunto tuyo.

—Eres una pesada —arremete Brenda—, sólo queremos saber si está bien.

Kory se cruza de brazos, mirando para otro lado.

—Él está bien —contesta un chico pelirrojo, tan alto como Dick—. Le han dado unos días de reposo.

—Gracias. Al menos alguien aquí tiene educación —dice Brenda, tomándome del brazo para alejarnos.

—¡Cuando sepa quién fue la idiota que le pegó, le botaré todos los dientes! —oímos que brama Kory y siento escalofríos.

—Perro que ladra no muerde —me tranquiliza Brenda.

El resto del día no deja de hablarme de lo lindo y atento que le pareció el pelirrojo. Sólo lo olvida cuando llegan a sus oídos los rumores que el bocón de Gar se ha encargado de esparcir.

—¡Dime que es mentira!

Los ojos parece que se le van a salir.

—¡Claro que es mentira! —le grito, indignada de que siquiera lo crea posible—. A mí me gusta Dick —eso último lo susurro, mirando que no haya nadie cerca.

—¡Pero tuviste una cita con él!

—¡No fue una cita! Sólo... fumamos la pipa de la paz.

—¡¿Fumaron?!

—¡Nooo!

Argg. Esto es muy difícil de explicar. Intento hacerlo calmadamente para que entienda y no se arme ideas raras.

—Aun así, no creo que sea correcto que salgas con otro chico si te gusta Dick ¿Qué pensará él?

—Pues... ¡Que soy una mujer libre que puede tener amigos!

Ella me mira como si me hubiera vuelto loca.

—¿Quieres ser amiga de ese?

—No es tan malo como parece.

Pone su mano en mi frente, comprobando si tengo fiebre.

—Creo que la que se golpeó la cabeza fuiste tú y no Dick. Ese chico es un bruto, está loco y de seguro huele mal.

—¿Por qué piensas que huele mal? —no puedo evitar reírme—. De hecho, huele bastante bien.

Si antes Brenda estaba sorprendida, tengo que sostenerla para que no se desmaye cuando le cuento que anduvimos juntos en su motocicleta.

El timbre suena y debemos volver a clases.

—Ten cuidado, Isabel. Estás jugando con fuego.

—Estás exagerando.

—Ese chico no es como nosotras.

Me paro en seco.

—¿A qué te refieres?

—Vamos, se le nota la falta de clase. No sé cómo lo aceptaron aquí. Tal vez sus padres sean narcotraficantes o algo peor —dice con asco.

Y me siento dolida.

—Se te olvida que yo tampoco tengo dinero, que estoy aquí por una beca.

Ella detiene su andar.

—Tú eres una excepción, por eso te acepté como mi amiga.

Toma mi brazo para volver juntas al salón, pero su tacto ya no me es agradable. Mi tía me advirtió de esto cuando me aceptaron en la secundaria, pero le dije que no me importaba, que era la mejor institución de la ciudad y que sería feliz estudiando aquí.

Con el uniforme todos nos vemos iguales, eso es lo que quise creer, pero la realidad es diferente. Vivimos en una sociedad clasista, donde las personas son tratadas según su apellido, lugar de nacimiento o la cantidad de ceros en sus cuentas bancarias.

Y eso se replica en la secundaria. Mi familia no tiene un apellido con linaje, ni son dueños de grandes empresas o nos paseamos por la playa en un auto deportivo último modelo.

Yo soy diferente a ellos y me lo hicieron saber desde el primer día, con sus miradas despectivas, sus murmullos a mis espaldas, su aislamiento social; es lo mismo que hacen ahora con Jason.

Con el tiempo, yo logré ganarme su respeto con mi cerebro. Supongo que es lo mismo que él intenta hacer con su mal humor y sus puños.

Llegamos al salón y mientras todos hablan con alguien, él está sentado en su puesto, solo. Ahora entiendo a qué se refería cuando dijo que estar aquí era un castigo.

—Hola, Jason —le sonrío.

—Hola, sabelotodo —me devuelve la sonrisa.

Supongo que podríamos llegar a ser muy buenos amigos. 




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