Sobre tus alas [ Jason Todd]

XXV Cuento de hadas

El corazón se me detiene y dejo caer la cuchara, salpicando salsa por el impecable y blanco piso de la cocina.

¿Será que la locura de Jason se me está contagiando? 

Esa varonil e inconfundible voz. No puede ser que él esté aquí.

Me agacho a recoger la cuchara y no me atrevo a ponerme de pie. Él ya está en la cocina.

—¿Dónde está Alfred? ¿Acaso estás cocinando tú, Todd?

—Y si así fuera ¿Qué?

—No decías que esas eran cosas de mujeres.

Desde el piso, veo como el muy farsante se lleva una mano a la cara. Ha quedado completamente al descubierto y la ira me da la valentía necesaria para salir de mi escondite.

—¡¿Y ella de dónde salió?! —exclama Dick, al verme aparecer de detrás de la encimera.

Está tan sorprendido como yo de vernos aquí.

—Se... Se me cayó la cuchara y la estaba buscando.

Él sonríe y todo el enojo se me pasa. Todos los malos ratos de los últimos días se vuelven insignificantes ante el hermoso brillo de sus ojos.

—¡Esto se está quemando! —dice Jason y vuelvo en mí para seguir cocinando.

Por suerte la salsa está bien, sólo le faltaba un poco de agua.

—Ahora que lo pienso, ustedes ya se conocen. Estuvieron juntos en esa estupidez del club de gimnasia.

—¡No es una estupidez! —lo regaño, revolviendo la salsa con demasiada fuerza.

—¿Y a qué debemos el honor de tu visita, Isabel?

Mi nombre se oye tan hermoso cuando él lo pronuncia.

—Vine a hacer una tarea con Jason.

Él mira a mi compañero con enfado.

—¡Y la pusiste a cocinar! ¿Dónde están tus modales, Todd?

Jason parece perdido y su expresión es muy dulce.

Le explico a Dick que cocinar fue idea mía y que Jason me está ayudando.

—No lo sé, me sigue pareciendo descortés.

—Nadie pidió tu opinión.

No parecen llevarse muy bien.

—Yo todavía no entiendo por qué estás aquí, Dick ¿Ustedes son parientes?

Él va a contestar, pero Jason lo interrumpe.

—¿Parientes nosotros? No me hagas reír, simplemente esta enorme casa es un caro y lujoso orfanato.

Jason sale enfadado y Dick parece algo triste.

—Si yo tuviera que aguantarlo también en la escuela, me volvería loco —me susurra—. Te compadezco por tenerlo en tu clase.

Rio por su comentario.

—¿Qué quiso decir con eso del orfanato? ¿Acaso ustedes...

—Somos huérfanos. Perdimos a nuestras familias y tuvimos la suerte de que Bruce nos adoptara.

¡Wayne! Ahora entiendo de qué era la W en el portón. Esta es la mansión Wayne. No puedo creer que alguien como yo esté aquí.

¡Ahora sí que me siento como la cenicienta!

—Yo... lo lamento.

Dick me sonríe y noto que aún lleva un parche en la cabeza.

—¿Cómo... Está tu herida?

—Está muy bien. Me puse el parche porque acabo de ducharme y no puede mojarse.

—No fue mi intención hacerte daño.

—¿Qué daño ibas a hacerle? Después de todo, Grayson es un cabeza hueca.

Jason regresa con un trapero y limpia donde salpiqué con salsa.

Voy a regañarlo cuando Dick me indica que lo ignore, pero Jason me lo pone difícil.

—¡No sabes lo mucho que me reí cuando descubrí que el imbécil al que creíste haber matado era Grayson!

Me sonrojo y lo peor es que Dick está junto a mí.

—¿Pensaste que me habías matado? ¡Que linda!

¡Ay, Dios, ay Dios, ay Dios! Me voy a desmayar en cualquier momento. Esto es tan increíble y a la vez tan incómodo.

Y tan increíble, como un cuento de hadas.

Si es un sueño, no quiero despertarme nunca. 
 




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