Sobre tus alas [ Jason Todd]

XXXIV Familias rotas

No fue una tarea fácil, pero lo convencí. En cuanto llegamos a mi casa, lo primero que hice fue enviarlo a bañarse.

—¿De quién es esta ropa?

Su uniforme estaba hecho un asco, así que le di algo limpio para que usara.

—Es... De mi primo.

—¿No se molestará porque la estoy usando?

—No, él no... Él no está aquí.

Le sirvo de comer y me siento junto a él.

—Esto está muy bueno.

En unos cuantos minutos vacía su plato y le sirvo más. Está más delgado y su piel muy pálida, pero ya está a salvo.

—Isabel, ayúdame con las compras del supermercado.

Mi tía llega y en cuanto ve a Jason, deja caer las bolsas, quedándose estática.

Parece que, de golpe, toda la sangre se ha ido de su rostro.

—¿Q-quién es él?...

—Es un amigo. Te envié un mensaje avisándote que vendría.

—N-no lo vi... Yo, por un momento pensé que...

No puede seguir hablando y sale corriendo escaleras arriba. Yo salgo tras ella, lamentando haberla lastimado.

—Tía...

Se ha encerrado en el cuarto de mi primo. Cuando lo hace, no hay modo de hablar con ella o hacerla salir.

—Tía, él es un compañero de la secundaria. Está pasando por un mal momento y no tiene a donde ir... Le presté ropa de Donny, pero te la devolveré intacta, lo prometo.

Sólo hay silencio.

—Él puede quedarse ¿Verdad?

Sé que no responderá, pero debo preguntar de todos modos. Espero unos segundos y comienzo a oír su llanto. Ahora llorará hasta dormirse y después de descansar, todo estará bien.

Regreso con Jason, que está lavando el plato y los cubiertos que usó.

—¿Qué le pasó a tu tía?

—No vio el mensaje que le envié y le sorprendió tu presencia aquí.

—Creo que fue más que sorpresa ¿Viste su cara?

Doy un suspiro y vuelvo a sentarme a la mesa.

—Ella debió pensar, por unos segundos, que eras mi primo. Después de todo, llevas su ropa.

Le cuento que Donny tenía diecisiete años cuando se enlistó en el ejército. Fue enviado a una misión en el extranjero de la que jamás regresó. Nunca encontraron su cuerpo y mi tía sigue pensando que algún día, él cruzará la puerta y regresará a nosotras. Lo ha estado esperando por tres años.

—Pareces sorprendido. Como ves, mi vida no es tan perfecta como pensabas.

Y eso que no le he hablado de mamá.

—Pensé que eras una chica rica y consentida como todas en esa escuela.

—Estoy ahí gracias a una beca. Mi tía jamás podría pagar la colegiatura. Y si miras a tu alrededor, no vivo en una mansión ni tenemos auto y mucho menos un mayordomo. Sólo somos mi tía, yo y el recuerdo de Donny. Soy una estafa ¿No?

Él se mantiene pensativo y luego me dedica una cálida sonrisa.

—Nunca podrías ser una estafa, Isabel. Eres... Eres una chica maravillosa y ahora sé que tenemos mucho más en común de lo que creía. 




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