Un intenso aroma me despierta y veo a la enfermera sujetando un algodón frente a mí.
—¡Isabel! Estaba tan preocupada. Esa mujer loca nos dejó a todos asustados. Ya le avisé a mi padre y habló con un amigo en la policía. Es un capitán o algo así, pero se asegurará de que la capturen...
—Brenda...
—Tranquila, todo estará bien. Mi padre es un hombre muy influyente y...
Siento que me falta el aire y que la habitación es demasiado pequeña.
—Vamos, tú amiga necesita descansar. Ya podrás hablarle cuando se sienta mejor.
—Pero...
La enfermera la saca y siento ganas de abrazarla.
—Tengo que llamar a mi tía.
—Tranquila. Ya le hablaron y viene en camino. Descansa mientras llega.
Me da un té de hierbas que soy incapaz de tomar. Tengo un nudo en la garganta que se deshace cuando la enfermera me deja sola y rompo en llanto.
Esto no puede estar pasando. Se siente como si toda mi vida hubiese sido un sueño y me acabara de despertar.
A una pesadilla mucho peor.
La puerta se abre y entra Jason. Limpio mis lágrimas como si pudiera ocultar mi llanto. No quiero mirarlo.
No puedo mirarlo.
—¿Qué ocurre?
Su tono de voz es serio y cargado de preocupación. Jamás lo había oído así.
—Vete. Déjame sola.
Inesperadamente comienza a reír.
—¡Ahora yo soy el sabelotodo y tú eres la antisocial! Eso no te queda, yo soy el idiota número uno.
Intento reír, pero termino llorando nuevamente. Poco a poco, Jason se acerca hasta rodearme con sus brazos. Estoy temblando y me aferro a él como si fuera una boya en medio del océano.
—¿Esa mujer te asustó? Ella ya no está, se fue.
Sí, estoy asustada, como una niña a la que le han contado un cuento de terror antes de dormir, y cuya mente inquieta le hace ver monstruos en cada sombra.
Así es como me siento.
—Grayson vino a verte, pero la enfermera lo echó porque necesitabas descansar.
Dick.
Su preocupación es un consuelo que se diluye entre las tinieblas del pasado, que vuelven por mí.
—Vamos, ya deja de llorar. Te vas a deshidratar.
—Eso es absurdo. Un humano de mi edad es más de un setenta porciento agua. Para deshidratarme tendría que llorar varios litros de lágrimas y probablemente me cansaría antes.
—Parece que te sientes mejor —comenta, acariciando mi cabello.
Debo reconocer que aquello se siente bastante bien.
—No. Sólo quiero irme a casa.
—Yo puedo llevarte.
En eso entra mi tía.
—¡Cariño!
Cambio los brazos de Jason por los de ella, que me ayuda a levantar de la camilla para salir.
—Tranquila, pequeña, todo estará bien.
Mi cuerpo se siente pesado y oigo a mi tía gritar cuando mis piernas se doblan. Jason me salva de caer al suelo, alzándome en sus brazos.
Ni siquiera soy capaz de sentir verguenza porque un chico me tome así. Lo único que sigo sintiendo es un terror paralizante.
Él me lleva de regreso a la enfermería y lo oigo pidiéndole a Alfred que venga a recogernos. También llega el director, pero cada vez soy menos consciente de lo que hablan.
~🦇~
Hay un conejo frente a mí o eso es lo que me hace creer. Es un conejo enorme y encorvado, que salta sobre sus patas traseras, haciendo un rechinido como de engranajes oxidados.
No me asusta aquel sonido o su imponente figura, sino sus ojos, que refulgen como brasas ardientes, y cuando me mira, sé que yo no debería estar ahí, que soy un error que debe ser resuelto.
El conejo brinca cada vez más cerca de mí, haciéndose más y más grande. Al correr, tropiezo y caigo. Sólo al levantarme veo que lo que se ha interpuesto en mi camino es un botón. Tan grande que acostada sobre él no lograría llegar a tocar el borde.
Él conejo no es grande, yo soy más pequeña. Pronto siento la peluda pata del animal en mi espalda, empujándome. Vuelvo a caer y el peso sobre mí no me deja levantar.
Grito, y el aire que sale de mis pulmones ya no vuelve a entrar. El conejo me aplasta como si yo fuera un insecto y así es como moriré...
Despierto gritando. Aliviada veo que estoy en mi cuarto y que tengo un tamaño normal.
Mi tía llega enseguida y le digo que los sueños han vuelto, que me muero del miedo y que no quiero volver a la escuela.
No volveré a salir de la casa si ella está afuera.
Mi tía intenta tranquilizarme, pero es imposible hacerlo. Ella ha regresado y las pesadillas también.
—Toma esto, podrás dormir tranquila y mañana te sentirás mejor.
Es una píldora, de esas que adormecen tu cerebro y disminuyen la velocidad del mundo. La acepto porque estoy desesperada.
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Editado: 27.10.2020