Jason entra y rápidamente mi madre cierra la puerta tras él.
Yo no quería abrirle, no quería arrastrar a nadie más a esto, pero ella tenía el cuchillo y se escondió tras la puerta, presionándolo contra mi espalda.
—Te hemos estado esperando por muchas vidas y tras muchas puertas. Quien diría que ésta era la indicada —dice ella, acariciando la puerta y plasmando en ella su palma ensangrentada.
Jason retrocede, poniéndome tras él.
—Toma asiento. Hay mucho de lo que hablar, conejito.
Hacemos lo que dice. Ella se sienta frente a nosotros, agitando el cuchillo como si fuera una varita mágica con la que nos controla a voluntad.
—¿Por qué te fuiste por tanto tiempo, abandonándonos en la oscuridad? —le pregunta.
Él sigue en shock y es incapaz de hablar. Eso la enfada y su expresión enajenada se endurece.
Y el cuchillo se ve mucho más firme en su mano.
—Yo... he estado muy ocupado, lo siento.
—No todo es tu culpa. Las medicinas aturden mi mente y cubren mis ojos con una venda, por eso dejé de verte, y por eso también dejé de tomarlas.
Aquello explica en parte lo que ocurre. Agradezco que Jason sea lo suficientemente listo como para seguirle el juego y permitirnos ganar tiempo.
—Pero al fin estamos todos juntos y esta vez, no te dejaré escapar conejito. No hasta que nos lleves con el sombrerero.
—El... ¿Sombrerero? —cuestiona Jason.
—Por supuesto, nos está esperando para tomar el té. Lleva tanto tiempo esperando que ojalá siga con ganas y que aún le quede té. Tal vez, deberíamos pasar a comprar un poco, ¿No lo crees, Alicia?
—Yo... Creo que tenemos en la cocina, iré a revisar.
En cuanto me da su aprobación, voy de prisa y busco el teléfono que se me cayó. Está bajo la mesa y todavía funciona. Alejándome lo más que puedo de la sala, pido ayuda a la policía.
Cuando regreso, ellos siguen conversando.
—Y ¿Qué es lo que hace para evitar pensar en eso?
—Escucho música y bailo. Uso un vestido de faldón ancho, que ondea y flota al compás de la música y siento que puedo volar e ir a donde yo quiera.
Él sonríe, como si imaginar la escena descrita por ella lo hiciera feliz.
—¿Qué es lo que haces tú, conejito?
—¿Yo?...
—Sabes que te queda poco tiempo, pero estás aquí, ignorando ese sonido ¿Cómo haces para olvidarlo?
¿El sonido?
La expresión de Jason se oscurece. En sus ojos hay un duelo entre pensar en algo y resistirse a ello.
—¿Lo has estado oyendo más seguido? —pregunta ella, muy interesada—. ¿Lo estás oyendo ahora?
Jason se cubre los oídos y ella empieza a reír.
—¡Ya basta! Déjalo en paz —le pido.
Le suplico, abrazando a Jason, pero él se aleja de mí.
—¡Dígame cómo puedo dejar de oírlo! Dígamelo, por favor.
Ella se levanta, caminando hacia él, cuchillo en mano y no puedo dejar de temblar.
—Eso, conejito, te lo diré cuando me lleves con el sombrerero.
Ella está de espaldas a la ventana. No ve a los policías acercándose y no me ve yendo hasta la puerta. En cuanto entran, le apuntan con sus armas y Jason se aparta, llegando a mi lado.
Me abraza, mientras ella amenaza a los oficiales con su cuchillo. Tan feroz me parecía antes y tan frágil se ve ahora, rodeada por esos hombres, acorralada y asustada.
—¡No la lastimen, por favor! Es... Es mi madre.
Ella grita y patalea cuando finalmente la someten. Se la llevan en la patrulla y oculto mi rostro en el pecho de Jason, oyendo la sirena hasta que se extingue.
—Ya todo estará bien —me dice y se siente como una mentira. Una que ni siquiera él puede creer.
Ella tiene problemas mentales y no irá a la cárcel. Volverá a un hospital psiquiátrico y estará lejos de mí. Todo estará en su sitio, pero nada estará bien.
Sólo es la ilusión del orden, un espejismo en calma.
—¿De qué sonido hablaban? —le pregunto a Jason, mientras limpiamos las manchas de sangre que ella dejó.
—De ninguno —dice con rapidez—, sólo estaba siguiéndole el juego.
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Editado: 27.10.2020