Sobre tus alas [ Jason Todd]

XLIII Marcha bípeda

—Hoy puedo ir a tu casa a trabajar en la obra —le digo a Jason en cuanto lo veo.    

—Hola, Jason. Buenos días ¿Cómo estás? —escupe con molestia.

—¿Desde cuándo eres tan educado? —me burlo y él también empieza a reír.

—Sólo quieres ir por Grayson ¿O me equivoco?

—Me insulta que pienses que soy tan poco profesional —me quejo, entregándole el borrador del guión que terminé anoche luego de hablar con Dick.

Él es mi fuente de inspiración.

—Vaya. Alguien estaba inspirada.

Me encojo de hombros, sonriendo con autosuficiencia.

—Quiero tu opinión del borrador y de paso, me gustaría saber cómo sigue Dick. Supongo que no has sido fastidioso con él, necesita descansar.

Jason bufa.

—Y yo supongo que te mereces un premio y podría llevarte a ver a Grayson, pero primero me tienes que decir qué hiciste ayer en la tarde.

—¿Qué?

—Estabas muy sospechosa y no eres buena disimulando ¿En qué estás metida?

Insiste tanto que termino contándole.

—Trabajaré después de clases en el Iceberg como mesera. Tres veces a la semana y los sábados.

Se queda pensando en la noticia y finalmente sonríe maliciosamente.

—¡Grandioso! Ahora no tendré que sobornar a nadie para que me dé cerveza.

—¡Ni creas que permitiré que bebas alcohol en mi turno! ¡Ningún menor de edad lo hará mientras yo esté allí!

—Ay, Isabel. Tienes mucho que aprender del mundo laboral.

~🦇~

—Hola, Alfred. Que gusto verlo.

—El gusto es mío, señorita Isabel. Jamás imaginé que el amo Jason sería la esperanza de este hogar —dice, avanzando por un enorme pasillo.

—¿Qué quiso decir?

—Olvídalo, creo que a veces lo ataca la demencia senil —asegura Jason, fingiendo seriedad—. Iremos por refrescos y algo de comer y luego a trabajar.

En la cocina, Alfred ya nos está preparando una bandeja con quesos, aceitunas y muchos pocillos con diferentes cosas.

—Me han dicho que es una excelente cocinera.

—¿En serio? —miro a Jason con sorpresa y él niega, haciendo una mueca de asco.

¿Dick? ¿Le ha gustado lo que preparé cuando estuve aquí antes?

—Le pediré la receta de su salsa para preparársela al amo Dick —dice Alfred, confirmando mis sospechas.

Me tiemblan las piernas por las ganas de verlo.

—Hola ¿Tenemos visita?

Volteo rápidamente al oír su voz y doy un grito de horror cuando veo unas piernas meneándose en el aire.

—¿Por qué tienes que ser tan payaso? —se queja Jason, llevándose la palma a la cara.

Yo intento recuperarme de la impresión al ver a Dick caminando sobre sus manos. Por un momento, fue como una escena de película de terror.

Con un agilidad envidiable, él se pone de pie y se sienta junto a mí.

—Lo siento, Isabel. No quise asustarte. El médico dijo que no puedo caminar apoyando el pie, pero no dijo nada de hacerlo sobre las manos.

Me sonríe y siento que mis pies empiezan a despegarse del suelo.

Extiende su mano para saludarme, pero debido a su poco habitual forma de desplazarse, está algo sucia. Él se disculpa y jamás imaginé que sus excentricidades me harían tan feliz.

Como no puede estrechar mi mano, él se inclina hacia mí, cada vez más. Cierro los ojos, conteniendo el aliento por la anticipación de lo que hará. Sé que todo está ocurriendo en unos cuantos segundos, pero es como si el tiempo se estirara.

Siento claramente cómo su agradable aroma se va volviendo más intenso a medida que se acerca y su respiración en mi mejilla me hace temblar.

Sigo conteniendo el aliento y cuando él besa mi mejilla, todas las terminaciones nerviosas de la zona se encienden, llevando millones de estímulos a mi cerebro, que va a explotar de felicidad.

Creo que la evolución se equivocó. Todo sería mejor si los humanos caminaran sobre sus manos. 




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