Sobre tus alas [ Jason Todd]

LXXXII Buenos genes

¿Cuándo descubrí que estaba enamorada de Dick?

Creo que fue una tarde en que me había quedado a estudiar en la biblioteca. Resolvía tranquilamente unas ecuaciones diferenciales cuando oí su voz. Me sobresalté, atenta a sus movimientos. Estaba con Kory y reían por algo que ella había dicho. Pasó por mi lado y aunque busqué sus ojos, él los tenía fijos en ella.

Mi corazón comenzó a latir más rápido y me quedé mirándolo. Aunque para él yo fuera parte del mobiliario del lugar, verlo me hacía feliz y cuando se fue, seguí pensando en él. Y no pude seguir resolviendo las ecuaciones porque mi cabeza estaba llena de imágenes de él y mis oídos de su hermosa voz y supe que no era una simple atracción.

Nadie antes me había impedido hacer cálculos matemáticos con tanta eficacia como él y me lamenté por ello, porque sabía que sacarlo de mi cabeza sería sumamente difícil.

Y no lo hice. Tuve que dividir mi cerebro en dos, una parte reservada para Dick y otra para todo lo demás. No fue fácil, pero lo logré y ahora, envuelta entre sus brazos y anhelante de sentir sus labios, todo mi cerebro vuelve a ser suyo otra vez, como al principio.

Ya está tan cerca que su respiración hace cosquillas sobre mi piel y mis labios tiemblan con impaciencia. Una gota que me cae en la frente me sobreslta y me aparto.

Ha comenzado a llover.

—¡Genial, esto nos pasa por jugar con fuego! —exclama Dick divertido y empezamos a reír, sintiendo las gruesas gotas refrescar nuestros cuerpos acalorados.

Parece que el cielo se va a caer sobre nosotros.

—¡Isabel, entren, no se queden ahí! —grita mi tía, asomándose por la puerta.

De seguro nos estaba espiando.

Tomo a Dick de la mano y lo llevo dentro. Se lo presento a mi tía y ella le trae una toalla y ropa de Donny. Aquello me sorprende.

Dick dice que no es necesario, pero mi tía es tan insistente que no le queda más remedio y va a cambiarse.

—¿Es el chico del que me hablaste en la mañana? —pregunta mientras prepara chocolate caliente y le hago gestos para que se calle.

Dick se está cambiando en el baño, a pocos metros de nosotras.

—Ahora entiendo por qué insistías tanto en estudiar en esa secundaria, está llena de chicos guapos.

—¡Tía! ¡Qué cosas dices! Dick va a escucharte.

—Ya escuché —oigo que grita desde el baño y mi tía ríe a carcajadas.

¿Por qué ella hace estas cosas? Pareciera que se divierte incomodándome. Me siento a la mesa, calentando mis manos con la taza. Sólo fueron unos cuantos segundos que estuvimos bajo la lluvia y nos empapamos. También me cambié, pero sigo teniendo frío.

—Creo me queda un poco pequeña —comenta Dick entrando a la cocina y me quedo boquiabierta.

La polera le queda muy ajustada, adhiriéndose a su escultural cuerpo como un guante. Y sus pectorales son tan enormes y bien formados como recordaba.

¡Maldición, Isabel, contrólate!

Así como las chicas notamos cuando un chico nos mira el busto, de seguro él también ya lo notó. Creerá que soy una pervertida.

—Yo creo que te queda muy bien —dice mi tía, sirviéndole chocolate caliente—. Tienes muy buen gusto, querida —me guiña un ojo y me tapo la cara con frustración y vergüenza.

Dick se limita a reír, muy relajado. ¡No es justo que yo sea la única que se incomoda!

—Tengo curiosidad por saber de qué otros chicos guapos hablaba tu tía.

¿Qué?

—Llámame Beatriz, Dick —dice ella, sentándose junto a nosotros—. Hablaba de Jason, el amigo de Isabel. ¿Lo conoces?

¡Y ahora hablan de mí como si yo no estuviera!

—¡Claro, es mi hermanito! —exclama él con alegría y me atoro con el chocolate. No imaginé que se refiriera a él de ese modo.

—¡¿En serio?! ¡Jason es un encanto!

—Entonces no es mi hermanito, debe ser otro Jason.

Siguen riéndose y me hundo en la silla, queriendo desaparecer.

—Con dos hijos tan guapos, tu padre debe tener excelentes genes ¿No es así, Isabel? Tú sabes mucho de ciencia.

¿Cómo puede ser tan chismosa y meterse así en la vida de la gente? Ni siquiera yo me he atrevido a hablar de sus padres.

Dick sólo se limita a reír, siguiéndole el juego.

—Y dime una cosa, Dick ¿Tu padre y tu madre se llevan muy bien?

Esto es demasiado.

—¡Tía, basta! ¡¿Cómo puedes ser tan imprudente y decir esas cosas?!

—Isabel, ella sólo está bromeando.

¡Y encima Dick la defiende!

—Querida, tu sentido del humor debe mejorar. Tal vez Dick pueda ayudarte, se ve que es muy alegre.

Dos contra una no es justo. Supongo que estoy exagerando, sólo es una conversación tonta y no debería importarme, pero no puedo evitar sentir que algo no está bien. 




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