Sobre tus alas [ Jason Todd]

LXXXIII Prueba

Voy por unas galletas para acompañar el chocolate.

—Éstas las hizo Isabel, ella cocina muy bien. Es una joven muy hábil en labores domésticas.

Ahora siento que me está ofreciendo. "Es una joven educada, buena cocinera, sabe coser, planchar, lavar la ropa. Además es sumisa y no habla mucho, será una excelente esclava".

¡Por favor, tía! ¿En qué siglo crees que estás?

—Dick también cocina muy bien —comento, masticando una galleta con furia.

—¿Cocinas? Isabel ¿has hecho que te cocine? Pero querida, va a pensar que eres una inútil.

No puedo creer que esté diciendo esas cosas tan horribles. Creo que me voy a poner a llorar en cualquier momento.

—Nunca pensaría que Isabel es una inútil —dice Dick. Todo rastro de la anterior risa ha desaparecido de su voz—. Ella es muy talentosa, inteligente, valiente, esforzada y podría estar toda la noche diciendo todo lo que me hace admirarla. Y si no supiera cocinar, yo lo haría por ella. Yo lo haré por ella todas la veces que sea necesario y aunque usted sea su tía, no voy a permitir que le hable así.

¡Mi amor! Ahora sí que lloro, pero de alegría.

—¿Tú no me lo vas a permitir? ¡Esta es mi casa y yo le hablo a Isabel como se me da la gana! —grita ella, golpeando la mesa.

El corazón se me va a salir del pecho. ¿Quién es esta mujer y qué le hizo a mi tía?

Dick también se levanta y sus ojos resplandecen de ira. No sé cuál de los dos me da más miedo.

Inesperadamente, se quita la polera y la lanza sobre la mesa.

—Isabel, nos vamos. No voy a permitir que estés ningún segundo más aquí —coge mi mano y me saca de la cocina.

Esto no es real, debe ser una broma.

—¡No puedes llevártela, es mi sobrina! —mi tía nos sigue y yo no logro reaccionar.

—¡Pues usted no merece ser nada de ella! ¡Ahora entiendo por qué Isabel es tan tímida y reprimida!

¿Qué?

Mi tía se interpone en la puerta, sin intenciones de dejarnos salir.

—¡Quítese de la puerta o llamaré a la policía!

¿La policía?

Todo lo ocurrido con mi madre viene a mi mente y empiezo a temblar. Dick aferra con más fuerza mi mano.

—¡¿Crees que voy a dejar que mi querida sobrina se vaya de aquí con un chico tan guapo y semidesnudo?! ¡Sólo cuando esté casada!

Dick retrocede, algo turbado por tan extrañas palabras, pero sin soltarme.

Y cuando pienso que mi tía se ha vuelto loca, ella empieza a reír.

—¡Ay, Dick! ¡Eso fue tan lindo! El modo en que la defendiste y la protegiste de mí, fue realmente encantador.

Con Dick nos miramos y puedo ver que está tan confundido como yo.

—¡Era una actuación! —explica ella—. La he estado planeando desde que a Isabel le creció el busto y se puso tan linda. Supuse que abundarían los chicos idiotas intentando pasarse de listos con ella y en cuanto trajera uno a casa, lo pondría a prueba.

Es irreal. Las piernas me tiemblan por la reciente impresión y me siento en el sillón. Dick está parado a mi lado, claramente en shock, sin soltar mi mano.

—Y cuando te vi llegar en ese auto lujoso, con ese cuerpazo y esos increíbles ojos azules, supe que mi momento había llegado. Me dije, Beatriz, de seguro este muchacho tiene a las chicas haciendo fila por él, no puedes permitir que Isabel sea una más, tienes que ponerlo a prueba y saber si merece estar con ella. ¡Y aprobaste con honores!

—Ge-nial... —exclama él sin ánimos, dejándose caer a mi lado y dejando libre mi mano.

Al instante me cubro el rostro, muerta de la vergüenza. Ahora no podré culparlo si decide salir corriendo.

—Vamos, chicos. El chocolate se va a enfriar. —Mi tía regresa a la cocina feliz de la vida, dejándonos temblorosos y perdidos.

—Lo siento —le digo a Dick, sin atreverme a mirarlo.

Él acaricia mi espalda con ternura.

—No es tu culpa... Tu tía es muy intensa.

Y eso que no sabe nada de mi mamá. ¿En qué familia viniste a meterte, Dick?

—Si quieres dejar esto hasta aquí, lo entenderé.

Él busca mi rostro, apartando mis manos y lo acuna entre las suyas.

—¿Bromeas? Ya pasé la primera prueba, estoy ansioso por saber qué más vendrá.

Su deslumbrante sonrisa diluye todo el pesar que la horrorosa puesta en escena de mi tía me había causado y aunque sigo temblorosa, vuelvo a estar feliz. De pronto, siento su pulgar rozando mis labios y los retorcijones en mi vientre regresan, palpitantes, anhelantes por el tan ansiado encuentro.

Esta vez sí...

—¡Nada de besuqueos en la casa todavía! Vengan acá —grita mi tía desde la cocina, sobresaltándonos.

Y ya hemos tenido suficiente de sustos por hoy. Reímos y Dick me abraza. Yo también lo abrazo, apoyando la cabeza en su hombro. Sólo entonces recuerdo que no lleva polera y puedo disfrutar de la suave textura de su piel, y de su seductor aroma.




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