Sobre tus alas [ Jason Todd]

LXXXVII Trampa

Mi primer beso. Y en un momento tan horrible como éste, donde mis emociones destrozadas y confusas me arrastran a un precipicio al que me resisto a caer. Aferro sus ropas, para que no se aparte de mí, para que no me suelte.

Sus labios comienzan a moverse, envolviendo a los míos, chupándolos. Se siente húmedo e incómodo y no creo que sea por las lágrimas que siguen cayendo por mis mejillas.

No es como esperaba.

Una de sus manos aferra mi cintura. Inesperadamente baja más allá, apretándome una nalga. Tal acto me estremece y cuando siento que su lengua quiere entrar en mi boca, lo empujo con las pocas fuerzas que me quedan en esta noche horrorosa justo cuando las luces se encienden.

Si antes mis piernas temblaban, ahora parecen de gelatina. No puedo creer lo que ven mis ojos.

—¡Isabel! —grita alguien tras de mí y no quiero voltear.

El miedo se ha vuelto absoluto y demoledor. Esto está mal, todo está mal... ¿En qué momento todo se retorció así?

¿En qué momento todo empezó a derrumbarse?

Volteo. En la puerta de la entrada está Kory... Y Dick.

Yo no besé a Dick.

—¡¿Cómo pudiste hacer algo así?! —grita furioso.

La misma ira que ardía en los ojos de Jason está también en los suyos, nublándolos, haciéndolos odiarme.

—Dick, no es lo que parece... ¡Yo pensé que eras tú!

Él fuerza una risa sarcástica, viéndome con desprecio.

—Creí que tú... Eras diferente... —dice y sus ojos se humedecen.

Un dolor tan intenso se anida en mi pecho que me cuesta hasta respirar.

—Te lo dije, Dick. De inocente tenía la pura cara —agrega Kory, apoyándole su mano en el hombro.

—¡Tienes que creerme!... ¡Yo de verdad pensé que eras tú!

Mis palabras no significan nada para él.

—¡Oh, vamos! Fuiste tú la que me citó aquí. Dick, hermano. Yo no sabía que ella te gustaba —alega él, el imbécil de Roy.

Niego, desesperada. Todo es un gran engaño y no dejo de llorar.

—Y tenías que hacerlo con mi mejor amigo ¿Cierto?... No quiero saber nada más de ti.

Dick sale seguido de Roy, que lo llama sin éxito. Intento ir tras él, pero Kory se me interpone.

—Te dije que si ibas por Dick, él terminaría sabiendo lo zorra que eres. Ahora no andes lloriqueando —sonríe triunfalmente—. Lo bueno es que me tiene a mí para consolarlo.

Ella se va y soy incapaz de moverme. El incidente del vestido y la discusión con Jason mermaron mis fuerzas y ahora esto termina por devastarme.

Unas intensas palpitaciones en la cabeza me marean y respirar es cada vez más difícil. Hace tanto tiempo que no me sentía así, hace tanto que los ataques de pánico habían quedado en el pasado, sepultados con los recuerdos de mamá.

—¿Isabel?

La voz de Brenda me hace reaccionar, pero no me consuela. Nada puede consolarme.

—Me dijiste... Me dijiste que Dick estaba esperándome... ¿Por qué lo hiciste si era Roy?

Mi mejor amiga.

Mi única amiga.

—Porque te lo merecías. ¿Crees que una estúpida caja de música es un buen regalo? ¡Y encima de la cenicienta! ¡La obra que tú arruinaste! ¿No te cansas de burlarte de mi?

¿Burlarme?

—¡Me cansé de ser humillada por tus deseos de superioridad! ¡Me cansé de estar siempre a tu sombra! El mejor regalo de cumpleaños es que en este día tan especial, Isabel Ardila perdió y Brenda Andros ganó.

El mismo odio que vi en los ojos de los invitados de la fiesta, de Jason, Dick y Kory también es compartido por los de Brenda. Sólo una persona horrible puede recibir miradas tan llenas de desprecio y furia, sólo alguien despreciable puede cultivar el odio en las mentes de tanta gente.

Yo no quiero ser esa persona... Yo no quiero ser quien soy. Quiero retroceder el tiempo y que todo vuelva a estar bien.

Intento avanzar por la sala, pero las piernas se me doblan y caigo.

Brenda sigue a mi lado y oigo el sonido de la cámara de su teléfono. Ella quiere un recuerdo de este día, que yo sólo quiero olvidar. 

Quiero desaparecer. 




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