Sobre tus alas [ Jason Todd]

XCIII Aliadas

Estoy de pie en la entrada de la secundaria. Ni siquiera el primer día estuve tan nerviosa como ahora, pero me repito, una y otra vez, que yo no hice nada malo, que no tengo nada de qué avergonzarme.

Suspiro, avanzando por fin. En el estacionamiento está Jason y camina conmigo hasta la sala. Siento que intenta cuidar de mí y se lo agradezco. Lo hice jurarme que no se pelearía con nadie por mi causa. Espero que cumpla.

Cuando Gar llega, el tema del dichoso vestido es inevitable. Varias chicas me dan su apoyo, lamentando que las amigas de Karen hicieran esos memes.

—Había algunos muy creativos —comento, forzándome a reír y bajándole el perfil al asunto.

Brenda no llega. Gar dice que es por el ojo morado que Karen le dejó. No me importa, ella ya no es asunto mío.

En el recreo, Jason me sigue como un guardaespaldas.

—No es necesario que vayas conmigo a todos lados, estoy bien.

No me hace caso.

Su compañía me deja en claro que no estoy sola, pero también me hace sentir que necesito de su protección, que estoy en una posición de vulnerabilidad y eso no me gusta. Supongo que me he acostumbrado a resolver todo por mi cuenta, sin ayuda de nadie.

Aquella noche no pude hacerlo y necesité de su ayuda.

Fui débil y lo lamento.

—Voy al baño. No irás conmigo ¿O sí?

—¿Puedo? —pregunta con tono perverso.

Su faceta sobreprotectora es un poco irritante.

Mientras lavo mis manos, Kory sale de uno de los baños.

—Veo que tienes el descaro de seguir en esta secundaria. Si tuvieras un poco de dignidad, no te atreverías ni a asomar la nariz por aquí —dice con desprecio.

Ahora puedo verla como la arpía que siempre ha sido.

—Mi dignidad no es asunto tuyo, mejor preocúpate por la tuya. Supe que perdiste algunas uñas jugando videojuegos.

La cara se le pone roja de la ira y se acerca a mí con claras intenciones de pelear. Volteo hacia ella, lista para lo que venga cuando alguien se nos interpone.

—Siempre buscando pelea, Anders. ¿Te debo recordar que sueles perder?

Kory suelta un chillido de fastidio y se va dando fuertes zancadas.

—Es una loca —comenta Donna con desenfado.

Empieza a contarme que ella también tuvo problemas con Kory cuando se rumoreaba que tenía un supuesto romance con Dick.

—Fue a buscarme con una amiga suya y me acorralaron en un callejón.

Eso es aterrador.

—Kory tuvo suerte, sólo le esguincé un brazo y le arranqué un poco de cabello. La otra chica perdió un diente —cuenta con relajo, como si hablara del tiempo.

Trago saliva, tomando nota mental de nunca hacer enfadar a Donna. Al ser parte del equipo de gimnasia, su estado físico es excepcional y tiene músculos enormes y femeninos. Es como una amazona.

—Mientras Dick la tenga rondándolo, nunca podrá tener una novia —se lamenta.

Yo también lo lamento.

—Si Kory te sigue molestando, sólo dime y yo lo arreglo.

—No soy partidaria de la violencia —aseguro con nerviosismo.

Ella ríe a carcajadas.

—Ahora con una mirada me basta para hacerla temblar, descuida. Sólo recuerda que cuentas conmigo. Cuídate Isabel.

—Gracias, Donna.

Debo admitir que eso fue muy reconfortante. Supongo que no es tan malo necesitar de los demás de vez en cuando.




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