Sobre tus alas [ Jason Todd]

CIII Ilusión y realidad

Hoy me siento mejor. Ya no hay dolores de cabeza y mis fuerzas están regresando. Vuelvo a clases dispuesta a dar lo mejor de mí.

En cuanto llego al salón me detengo en el umbral. Ver el puesto vacío de Jason me hace sentir un agujero en el estómago, un vacío que soy incapaz de llenar.

Me concentro para no pensar más en él y llenarme la cabeza de ecuaciones, las matemáticas siempre me animan, sobre todo si se combinan con química. Así me la paso hasta la hora de almuerzo, cuando Dick va a buscarme para que comamos juntos.

Tenemos una mesa sólo para nosotros en el patio y muchos estudiantes nos miran. Probablemente se preguntarán qué hace un chico tan popular como él comiendo con una nerd como yo, o qué hace una chica tan lista como yo comiendo con un chico aparentemente tan superficial y vacío como él.

¿Acaso importa?

Que piensen lo que quieran.

—Y entonces el profesor preguntó ¿Por qué necesitamos respirar? Y este chico dijo: Porque si no respiráramos, nos moriríamos. ¿Y por qué nos moriríamos? le preguntó el profesor y el chico contestó: ¡Porque necesitamos respirar!

Dick ríe a carcajadas de una anécdota de su clase. Es extraño verlo tan relajado y natural. Yo también me siento más relajada con él. Supongo que la etapa de sonrojarme y tartamudear cuando hablamos ha quedado atrás.

—¿Y por qué necesitamos respirar entonces? —le pregunto, apoyando la cabeza en mi mano.

Ya terminé de comer, pero disfruto de la charla con él.

—Pues... Porque de ese modo obtenemos energía. No necesitamos el oxígeno en sí, sino que éste oxide la glucosa para producir energía.

Lo miro complacida. Es un chico listo también.

—¿Te sorprendí? —sonríe coquetamente y sus ojos brillan con aire seductor.

—No —le digo con seriedad.

Su sonrisa se desvanece.

—Yo ya sabía que no sólo eres una cara bonita y un cuerpo espectacular, sino que también...

No alcanzo a terminar de hablar cuando me da un beso en la frente. Es un gesto inesperado y repentino. Toco la zona besada, contrariada.

Se ha sentido tan familiar como cuando Jason besaba mi cabeza.

Y el sonrojo no ha hecho su aparición.

¿Será que me estoy haciendo amiga de Dick?

~🦇~

Por la tarde, Dick insiste en llevarme a casa y de camino, pasamos a comprar unos materiales que necesito.

La vendedora es una chica joven y se lo queda viendo embobada. Le pregunta si es un actor de cine o modelo y él le da una de esas sonrisas coquetas que le salen tan natural como respirar.

Miro en las vitrinas si tienen lo que busco mientras ellos hablan muy animadamente.

¿Cómo podría enojarme con él?

Si fuera de otra manera no sería el Dick Grayson del que estoy enamorada...

De pronto, mi visión periférica capta una silueta familiar avanzando por la calzada y cuando vuelvo a ser consciente de mí, estoy corriendo entre la multitud para darle alcance.

—¡Jason, espera!

Él no voltea y mucho menos detiene su marcha.

Y yo corro con desesperación, sabiendo que, si no lo alcanzo ahora, tal vez nunca más vuelva a verlo.

La bocina de un auto hace que me detenga en seco en plena calle y con luz roja. No reacciono ante los autos que vienen hacia mí y cierro los ojos con todas mis fuerzas.

Alguien me jala de la cintura y cuando vuelvo a abrirlos, estoy en la calzada nuevamente.

Y Jason se ha perdido entre la multitud, al otro lado de la calle.

—¡Por Dios, Isabel! ¿Qué hacías?

Él me ha salvado.

—Dick, yo... vi a Jason, pero no logré alcanzarlo...

Y casi muero atropellada.

Me aferra con fuerza y lloro contra su pecho.

Yo ya no quería volver a llorar por él, pero no puedo evitarlo.

¿Alguna vez se acabará este dolor?

~🦇~

—¿Quieres quedarte a ver una película conmigo? —le pregunto a Dick cuando llegamos a mi casa.

No quiero estar sola.

—No puedo. Tengo práctica del equipo de gimnasia.

Se oye distante y frío.

—¿Estás enfadado conmigo?

Hemos venido todo el camino en silencio.

—No, Isabel, pero estoy preocupado por ti.

Coge mi mano entre las suyas, acariciándola, rozando mis nudillos con su pulgar.

—Sé que Jason es tu amigo y que cuando te rompí el corazón, fue él quien te acompañó. Es inevitable que haya entrado por las fisuras.

¿Qué?

—No soy bueno con las metáforas, pero tú eres lista y me entenderás.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.